lunes, 28 de junio de 2010

Planeta yo hablo, de toda la raza humana.

Especial dedicatoria a todo el que se haya tomado el tiempo de leer esta nota.

Hoy en mi primer día de vacaciones de verano, finalmente me determiné a ver la galardonada película Avatar ganadora de varios premios Oscar este año. Comencé expectativo a verla, dejando de lado el encuentro mundialista entre Brasil y Chile que paralelamente se estaba disputando. Bastaron 10 minutos para darme cuenta que me encontraba mirando otra película de ficción que plantea simultáneamente una realidad paralela a nuestra realidad humana, y que por lo general termina sacando lo más feo de nuestra especie y lo más sensible de nuestro alma, pero bueno que más da ya había comenzado a verla.

Continué viendo la película sin ningún prejuicio y solo juzgando lo que mis ojos veían a través de la pantalla. Poco a poco me fui familiarizando y encariñando con aquella realidad de los seres gigantes azules, de largos brazos y entrecruzadas cabelleras. Conforme avanzaba la historia fui comprendiendo que aquellos individuos eran la encarnación de los principios naturales más puros y elementales, puros como su amor y respeto a la naturaleza; elementales como el comer y respirar. Así entonces, empecé a preguntarme que si aquellos estaban compuestos en su más primaria esencia por tan nobles sentimientos, entonces ¿quiénes somos los extraterrestres? Supongo que ese habrá sido el objetivo del director cuando idealizó el guión de la película, si tengo razón pues reconozco que cumplió su cometido.

Bueno luego de 2 horas 36 min. Terminó el film con la muerte del malo y la pírrica victoria de los nativos, honestamente nada que no me esperase. Lo que no me esperaba fue lo que pasó los minutos siguientes a la finalización de la película. Pude haberme parado a tomar un vaso de limonada o poner Meridiano a ver como había quedado el partido, pero no. Me quedé sentado perplejo y pensativo frente a la ya apagada televisión, me quedé allí sentado como por 45min analizando de manera tan primaria e instintiva como los arcos de los hombres azules, el mensaje de la película. Fue entonces, cuando me di cuenta que durante todo ese tiempo había estado mirando a mi raza con unos ojos prestados. Había estado en presencia de mis “homólogos”, en todas sus facetas y había sentido tanto el dolor de sus miserias como la conmoción de sus valores.

Hipotéticamente, había sido un alienígena o un perro mirando a los humanos, sin tener ningún conocimiento previo o prejuicio de ellos durante 2horas y media. Ante tal afirmación debía entonces hacer un balance o una valoración de lo que había visto y de cómo me había sentido ¿cierto? Paradójica y triste fue mi sorpresa, cuando me di cuenta de lo miserable que es la raza humana, y como humano que soy, de lo miserable que por naturaleza humana era. Lamentablemente me di cuenta de lo que siempre supe o sospeché; de que lo único perfecto en el humano, es que es perfectamente humano y que como dije antes, nuestra humanidad nos hace viles, ciegos y destructores. Había comprendido mejor entonces, por que aun en mi ciudad hay niños en las calles con frío y con hambre, por qué cada día destruyen más la selva amazónica, por qué hay tanto odio y racismo patético, había entendido por qué se hacen filmes como estos.

El personaje del general (o como se llamase el estúpido cargo que ostentaba aquel humano imbécil) representaba la ciega ignorancia y la más primitiva brutalidad que llevamos dentro, era aquel sujeto un pedazo de ese hombre de las cavernas que llevamos dentro. Comprendí que el enano que dirigía la operación era el reflejo de la ciega codicia y la humana ambición que se expresa en nuestros días a través de demoledoras que destruyen bosques o de barcos japoneses que cazan ballenas y tiburones solo para cortar sus aletas. Que eran los soldados y los enormes robots “instrumentos ciegos de su propia destrucción” como diría Bolívar, y también expresión de nuestra increíble capacidad de crear, irónicamente crear para destruir.

Podría apostar a que este sentimiento embargó a otros cientos en el planeta y que no soy yo el único “loco” que se hace esas preguntas. Ahora bien, estamos claros de que el martirio de los Na’vi es conmovedor y ninguna persona cuerda o al menos no militar se pusiera en contra de su causa. Pero, ¿Qué tal si les quitamos la piel azul y los bajamos de tres a un metro sesenta? ¿Qué tal si en vez de un rostro de nariz rara y orejas largas le ponemos un rostro humano? Entonces, ¿estaríamos viendo a los humanos que padecen bajo el yugo de su propia raza? Si, estaríamos viendo eso, que “casualmente” es hoy nuestra realidad.

Yo me respondo diciendo que los que mueren por el fuego de los helicópteros no son extraterrestres de Pandora no, son niños y niñas que mueren de hambre en África y en Asia. Que los que caen a un infinito precipicio no son guerreros voladores no, son personas que caen en el espiral de las drogas que otros producen para enriquecerse. Que los que padecen y luchan por restablecer el orden no son los Na’vi, somos todos los que estamos subordinados a los ciegos y estúpidos mandatarios, que paradójicamente son de lo peor de cada sociedad, y es la madre naturaleza azotando con huracanes reclamando que se le devuelva lo que ella ha creado, lo que es suyo. Yo me respondo, diciendo que somos nosotros los propios causales de nuestras desgracias.

Pero tampoco olvido, que el soldado y los científicos decidieron unirse a la causa justa, son ellos el reflejo de lo que también por naturaleza humana llevamos dentro, el raciocinio, los valores y los buenos sentimientos. Esta, aunque algo extraña e inaudita reflexión fue la que hice yo al darme cuenta de que estamos por el sendero equivocado. Alguna vez escuché que el primer paso para corregir los errores es aceptarlos, yo acepto ser imperfectamente humano; yo acepto a humanamente dejar de hacer lo que conozco equivocado. Yo solo soy un joven que escribe una carta, tu puedes ser un ser que decidió no darse por vencido.

Gracias.


martes, 1 de junio de 2010

Gracias por ser tan mediocre.

Dirigido especialmente a todos aquellos que por diversas causas dejan de dar lo mejor de sí o dejan llevar sus acciones al máximo nivel. Es decir, dedicado a todas aquellas personas que engrosan las filas de la mediocridad.

Un antiguo proverbio árabe dice que donde van 3 siempre va uno adelante, y como todo proverbio es sabio y se aplica a casi todas las circunstancias de la vida. El caso de las sociedades tampoco escapa a la sentencia proverbial y en este caso se destacan los eficientes de los mediocres en medio de una gran masa humanitaria.

Siempre ha habido y habrá individuos que sobresalgan más que otros por poseer mejores aptitudes en su desenvolvimiento cotidiano que otros, por poseer cualidades más aptas y por tener personalidades más completas. Todo eso como fruto del moldeamiento que en ellos han producido los innumerables factores del medio humano. En consecuencia, al haber personas más capaces que otras, se genera una separación natural y una diferencia entre buenos y comunes, lo cual (en la mayoría de los casos) no suele representar un problema y es aceptado por la sociedad como un fenómeno natural.

Ahora bien, el problema está cuando deja de ser una clasificación entre destacados y corrientes, e irrumpe una nueva categoría conformada por aquellos individuos que no conformes con no sobresalir, no cumplen ni siquiera con las expectativas primarias del entorno y de lo que la sociedad considera correcto. A este grupo humano se le puede denominar como “Mediocres”.

Son muchas las acepciones que puede tener la palabra mediocre o mediocridad, pero en términos generales, el significado corresponde (como se mencionó antes) a todo aquel que no da lo mejor de si en lo que hace y que no cumple con sus tareas estipuladas con los márgenes que se le imponen. Dentro de la sociedad, los mediocres subsisten cual virus en un organismo vivo, estos compensan sus carencias y fallos con la eficacia de aquellos que sobresalen para que al realizarse la suma total de los esfuerzos en resultado se mantenga equilibrado. EL típico comportamiento de un mediocre es buscar establecer la relación más directa con alguien que sobresalga para que de esta manera, el déficit que genera sea cubierto más rápidamente y más eficazmente. Ahora, podemos ver que la subsistencia de los mediocres es directamente proporcional a la eficiencia de los sobresalientes.

Entonces queda claro que para que una sociedad pueda continuar sin entrar en declive, deben de existir personas capaces de hacerlo mejor de lo que se espera para que compensen los daños que causan los entrópicos (segunda ley termodinámica; entropía) Estas personas surgen como consecuencia de un inevitable falla en el proceso de formación de un individuo, bien sea por razones políticas, económicas o sociales. Los mediocres se encuentran presentes en todos los ámbitos de una sociedad, desde los niveles más primarios y cotidianos hasta los más exquisitos y de mayor complejidad. Por ejemplo:

Un mediocre en un salón de clases es aquel que a la hora de un trabajo en parejas, busca agruparse con alguien sobresaliente que le permita aprobar su prueba sin necesidad de abandonar su mediocridad. Un mediocre en una oficina es aquel que busca la solidaridad de su superior para que este le asigne menos responsabilidades y en contraparte cargue de más oficio a alguien más apto. Un mediocre en la internet podría ser usted que se percató de este texto por estar navegando en páginas improductivas mientras que tiene trabajo que hacer. Esas, son solo 3 demostraciones de cuan llena de mediocres están las sociedades, y de cuan mediocre se puede llegar a ser sin darse cuenta.

Ahora bien, el sistema social puede mantener su curso gracias a la existencia de esos “diferentes” que neutralizan las deficiencias. Pero ¿que pasaría si ese grupo minoritario desapareciera o se disminuyera? La primera respuesta que salta a la vista es que se quebraría el equilibrio entre lo bien hecho y lo mal hecho en las sociedades y estás entrarían en franca decadencia. La segunda es que aumentaría el número de mediocres acostumbrando al entorno a una “normalidad” deficiente y en consecuencia bajando el estándar y la eficiencia de todo el conjunto. Y la tercera respuesta que aparece es todo ese detrimento en las aptitudes cotidianas terminen por la extinción de los sobresalientes o al menos, la extinción de la posibilidad de que estos surjan.

Es por todo esto y algunas cosas más, que si usted considera que sus cualidades encajan en la descripción de un mediocre preocúpese por mantener contento a alguien capaz a su lado, preocúpese por no provocar que el esfuerzo de los sobresalientes no tenga que ser tan alto y preocúpese por mejorar su condición para mejorar la de su sociedad. Si usted encaja como alguien normal o sobresaliente, siéntase tranquilo o halagado por lo que hace por su sociedad.
Ah, y finalmente. Para hacer una despedida consecuente con la nota: ¡GRACIAS POR SER TAN MEDIOCRE!