sábado, 28 de agosto de 2010

Me verás volver 2.0

- ¿Cómo se llama esta avenida? - Comdoro Rivadavia es esta - ¿Y estamos lejos? - Nah, aqui 2 cuadritas más y a la vuelta de la calle tenés el sitio. - Bien bien, 1250 es la nuestra no? - 1250 eso, Mirá allí está la entrada, es muy lindo ese sitio eh. - ¿Lo conoce? Que bueno espero que tengan buenos desayunos porque tenemos un hambre enorme! - Ah después de tanto avión llegás con un apetito bárbaro! (risas)
Así comienza el retorno a la República Federal Argentina, a las 15:22 min de la tarde, después de 12 horas de viaje y 9mil kilómetros recorridos. El aire frío y nuboso se escurre entre los callejones aledaños a la 9 de mayo que bajan desde los mismos cielos que cubren los modernos almacenes de Palermo y los 200 años de historia de Café Tortonni. Después del ajetreo de las maletas las puertas de vidrio automáticas se abren y ahí está la recepción del Apart Hotel Spa Congreso con un mezón de granito bien elegante y una bandejita de caramelitos que fue rápidamente intervenida. Chequeo y papeleo respectivo y en el segundo piso la 201 aguarda "por vos" Muy linda, bien amplia, con ponquesitos y galletitas de cortesía y un montón de jaboncitos y shampoositos como si te estuviesen leyendo la mente. Una ducha con agua caliente que te costó par de brincos y un tremendo charco sobre el tapete del suelo, reposición de ropa y calzado y otra vez a fuera a la ciudad que una vez te enamoró y bastó para dejarte ganas de volver para siempre. Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Las ráfagas de aire helado que azotan más allá de las puertas del hotel, se encargan de poner tu ego y tu sweter de lana en lugar. Con la boca medio cuarteada por el frío y la perenne sonrisa paras o "parás" un taxi. Adentro, le dices al señor "a La Valle que hace hambre por favor" (risas) Después de una conversación de política de esas forzosas y medio incómodas, donde todos sacan los trapitos sucios de estos y aquellos, "ah que la berruga" "ah que el ojo birolo" 5 minutos después: la entrada del bulevar La valle en la avenida más ancha del mundo. Sin perder mucho tiempo más que el necesario para mirar de nuevo las "remeras" de Huracán y San Lorenzo que nunca se escaparon de tu memoria, recorres como si fuese costumbre el camino hasta La Estancia. Esta, no es la de "el buen sabor del restaurant" pero son también 42 años de historia empapelada en fotos, donde están desde Diego Armando Maradona, Carlos Bieler, Juan Manuel Fahgio y otros que solo los porteños reconocen. Sin vacilar y como si fuese por unanimidad prestablecida, 750 gr de carne en 3 "bifes de chorizo" se ordenan a la mesa y solo una ensalada que resultaría medio mala y una milanesa o "suprema" de pollo opacan la prensencia de tanto estracto de res. Buena cena, buena música y buen vino, pues esta vez quedó atrás la verde botella de Sprite o el irritante sabor de la Coca-Cola. El frío afuera está "jodido" pero cuando sales, es el mismo ambiente agradable, agitado, mixto y único que dejastes un año atrás. Está en esas calles de adoquines, en medio de vidrieras repletas de franelas, mates y recuerdos, el mismo aire de ciudad "versallezca" que inspira un nivel distinto y hasta podría decirse, una clase diferente. Si, no se si sean sus rubios cabellos, el elegante vestir que se mezcla con la latinoamericana miseria o si sea solo su encanto, lo que hace de Bs.As. una de mis favoritas.
Fatiga extrema, cansacio enorme y alegría a borbotones. Un cambio de ropa y a la cama, a descansar de ese maratón que da el pistolazo de partida a un viaje que se ve cargado de emociones. Suena el despertador y me levanto, los aperos de nuevo arriba y con la adrenalina previa a una carrera, llamas el ascensor. Una carrera que sienten todos antes de bajar al desayuno del hotel. Un montón de sillas y mesas te separan a del trofeo ansiado: 2 mesones llenos de proteinas, lípidos, azúcares y un montón de carbohidratos. Ah y las vitaminas del jugo de naranja eh! (risas) Más fácil de lo que esperaba, más tranquilo de lo que imaginaba y más surtido que nunca fue el desayuno de la mañana del 26 de septiembre de 2010. Se podría decir que esa mañana el tanque fue llenado con bastante etanol y otras "pelotudeces" de combustibles alternos que aquí hacen las veces de sanduches y medialunas. Otra vez arriba a poner todo a tono. Maletas cerradas, dientes cepillados y otra vez pa' abajo. El "chek out" de rigor y a fuera en alguna parte de esas calles estaba el taxi que te llevará al aereopuerto Nacional Jorge Newberry de la ciudad de Buenos Aires, o sencillamente el Aereoparques (risas)
El transitar, las calles, la conversación del sepiterno simpático taxista y el rugoso papel del Olé en tus manos. Todo es tan familiar y tan común que te convences (aún más) de que la mente guarda muy bien los recuerdos y sensaciones, y que bueno, los mejores aún más. Chequeo en LAN y arriba. Mirá vos ! si es todo un plantel de un equipo de fútbol argentino. Ah pero son de Nacional B. Bueno no importa, le sale su foto igual pero sin hace mucha alaraca. Comienza de nuevo el circuito al que ya después de tantas veces te has acostumbrado. El paseo por el Dutty Free, te pruebas algunos lentes, algún jean o chaqueta ¿por qué no? Y nada haces la colita con tu bording pass en la mano, regalas una sonrisa a la aereomoza (muy lindas ellas) y embarcás en el Boing 737 con destino a la ciudad de San Carlos de Bariloche en la provincia de Rio Negro. Esta vez las butacas son azules y más cómodas, pero no hay televisorsito para ver Aironman.
Llegas después de unas horas, ¿hay un problema con la manga? No importa descendés por las escaleritas. El frío que hace lo trae una brisa bien arrecha pero ya está, ya llegastes, ya está todo listo y ya el tiempo de la compu (ahora) se está acabando. Un letrerito dice: "Bienvenidos a Bariloche" y con una sonrisa y ese sentimiento de gloria en el pecho, termina esta nota, de los primeros 2 días (y medio) en mi viaje, que me e encaprichado en llamar: Me verás volver.
Debo las fotos.

lunes, 9 de agosto de 2010

Ojos que no ven


Desde hace tiempo he estado diciendo que el enemigo más peligroso y terrible que puede tener un ser humano es la ignorancia y ahora que escribo con cotidianidad en este blog he dejado constancia de ello en cada una de mis notas, en las cuales he argumentado como este “sujeto” se convierte en un terrible acecino sigiloso. No en balde desde que me di cuenta de esta verdad, no he cesado en mi deseo de contribuir en la limpieza de los nublados espejos de las mentes venezolanas, empezando como en esta oportunidad, desde aquellos que tengo más cerca como lo son mis amigos y familia.

Esta vez todo comienza con la reacción que se hizo notar en la gente después de la re-emisión de un reportaje hecho por un grupo de periodistas españoles que fue transmitido por la cadena CNN en español. Y digo que dicha reacción se hizo sentir notoriamente porque el inicio del facebook se llenó de comentarios alusivos al programa y algunos otros comenzaron a escribir pequeñas reflexiones y sus propias conclusiones sobre la realidad reflejada en el programa, cosa que sabemos no es común cuando se trata de temas como este. Pues bien, era evidente que esta manifestación de cordura estaba motivada porque aquel programa había mostrado una información y una realidad desconocida para (al menos la mayoría) de quienes vieron el programa, la cuál se encuentra plagada de argumentos y situaciones suficientes como para alarmarnos. Y más aún cuando esta situación es (paradójicamente) la nuestra.

Entonces fue la información el factor que sacó a la gente de su desconocimiento de una situación alarmante y los puso en un estado de preocupación y alerta que solo fue posible de esta manera. Es decir, sacó a la gente de su tranquilidad que tenía de madre a la mera ignorancia. Es en consecuencia el desconocimiento de un problema lo que produce su proliferación y la inobservancia de quien lo padece o padecerá; y es esa misma ignorancia la que genera esa falsa tranquilidad en quien no sabe lo que se le encima. Es por eso que existe aquel dicho que dice: “Ojos que no ven . . . corazón que no siente”

Venezolanos: todos, apáticos: la mayoría, conclusión: mayoría ignorante de sus propios males. Lamentablemente es así y es una realidad que va tomada de la mano con la propia idiosincrasia del venezolano, el cual históricamente ha demostrado que se le es más fácil y más cómodo meter la cabeza en el hoyo como el avestruz que hacer frente al conflicto. Es esta una franca y cruel verdad que ha sido escenificada desde siempre, y desde Bolívar cuando entregó a Miranda a los españoles hasta nosotros cuando pasamos el día sin leer noticias, es parte del día a día y del ser venezolano.

Está más que sabido que la única manera de eliminar un conflicto es enfrentándolo, y que la evasión del mismo solo permite el crecimiento del problema y hace más grande el coraje necesario para vencerlo. Una sociedad que ignora lo que sucede no tiene argumentos para luchar contra lo que le ataña, una sociedad apática a conocer las verdades es una sociedad que calla, que acepta y que otorga, o como dice el dicho: una sociedad que muere callao’. Evidentemente la ignorancia genera una falsa atmósfera de tranquilidad que es realmente más peligrosa que el tormentoso clima de la guerra, porque no hay peor asesino que el que mata sigilosamente por dentro. Es como el que llevaba una buena vida hasta que le detectaron cáncer, es como el que estaba feliz hasta que le dijeron que tenía SIDA. La delincuencia, la corrupción, el vandalismo, el abuso, la marginalidad son cánceres y sidas que padece esta sociedad porque el conformismo de su pueblo se lo permite. Acuérdese que “el guapo es guapo hasta que el cobarde se lo permite”

Lamentablemente la ideología del venezolano se hace responsable nuevamente. Y es que para todos es más fácil hacer caso omiso de la situación siempre y cuando de esta manera se mantengan resguardados sus intereses personales. Una muy cara decisión tomó esta sociedad cuando decidió la tranquilidad de la felicidad que la amargura del conocimiento. La convicción del peso de esa situación me llevó a decirme una vez: “más vale la amargura de la verdad que la alegría de la ignorancia” Meter la cabeza en el hoyo como los avestruces no conduce a ninguna parte y mientras más largas se le de al asunto más largo es el camino de vuelta. A fin de cuentas hay que tener claro, que al que cierra los ojos para no ver el sol . . . los párpados se le achicharran.

Finalmente hago un llamado a la reflexión sobre la importancia que tiene estar informado y consciente de los problemas por los que se encuentra rodeado, inclusive cuando esto cueste una rabieta en la mañana mientras escucha a César Miguel Rondón. En todos los campos, incluso en el absurdo terreno de la guerra, dicen que es mejor tener al enemigo localizado de cerca que perdido de lejos. Entienda usted que su mejor arma es su conciencia, su prevención y lo que tiene metido en su cabeza.

Dios le bendiga.

domingo, 1 de agosto de 2010

Yo soy si estoy bien orgulloso de se venezolano.


Esto va dedicado a todos los que solo asocian a Venezuela con cosas negativas y dejan de mirar el lado positivo de nuestra patria.
Todo el que ha tenido la posibilidad de salir alguna vez del país sabe lo que digo; todo el que vive o ha estado en el país sabe a lo que me refiero; todo el que sea sensato y sincero comprende el motivo de las siguientes líneas.


Cada vez que uno se pone a hablar de la actualidad del país o del gentilicio venezolano como tal, termina recogiendo solo malas impresiones, quejas, molestias, improperios y desgano de la gente para con Venezuela y los venezolanos. Cada vez que uno se encuentra en otro país y menciona el nombre de la patria de la que venimos solo encuentra preguntas insidiosas e incisivas sobre Chávez o si ¿Cómo se siente vivir en una dictadura? Cada vez que uno menciona el gentilicio que llevamos en la cédula solo se encuentra con miradas y sentimientos negativos, que te tratan y te miran como algún preso político o refugiado en Gaza. Hoy me acosté en la cama con ese sentimiento y con un incontenible grito de revancha me levanté a escribir esto porque así, así no pretendía dormir.


Eso de que siempre le estén recordando y recalcando a uno las cosas malas y negativas no es correcto, ni es justo. Y no es porque uno sea mediocre ni “hipersensible” como para no aceptar que existen dentro de lo nuestro cosas que no están funcionando y deben ser cambiadas, no es por eso. Es porque no se vale que un puñado de imperfecciones opaquen completamente tanta luz que brilla en todos los objetos de admiración que ha dado esta patria, y que mucho menos es justo y permisible que nosotros mismos, los venezolanos ignoremos todo eso. Una vez mi papá me dijo que la gente estaba acostumbrada a solo recordar y darle importancia a lo malo, y que se tenía la pésima costumbre de creer que 100 – 1 era igual a 0. Es obvio que mi papá ha estado en lo cierto y que 100 – 1 no da 0 , da 99.


Estoy harto de que cuando se piense en Venezuela se piense en petróleo sucio y un tirano con verruga y boina roja ¡Basta! ¿Por qué cuando un extranjero me pregunta que soy y le digo venezolano, no piensa en Miguel Cabrera el mejor impulsor de carreras de la liga Americana? O ¿por qué cuando digo que nací en Venezuela nadie se acuerda del maestro Andrés Bello que amoldó toda la gramática a nuestras características para que la pudiésemos usar con esa facilidad que la usan para desdeñarnos? ¿Por qué cuando se refieren a Venezuela no lo asocian con Jhony Cecotto, 2 veces campeón mundial de Moto GP? ¿O con Alfonzo Carrasquel, primer latino en un juego de estrellas? ¿O con Simón Bolívar, el único que tuvo guáramo para libertar a América de los españoles? ¿Y es que acaso no es también venezolano el gran Jacinto Convit, inventor del tratamiento contra varios tipos de cáncer? ¿Es que ya nadie recuerda a Juan Pablo Pérez Alfonzo, fundador de la OPEP, o a Alfredo Sadel uno de los más grandes tenores que ha dado el continente? O ¿acaso fue borrado de la historia “el morocho” Hernández, tricampeón mundial de boxeo? Y ¿Qué opinión les merece el Dr. Fernández Morán? Inventor del bisturí de diamante que le salvó la vida a tantos que se morían porque no había como hacer una operación de corazón abierto, o facilito el trabajo a tantos científicos que no hallaban como picar a la mitad una célula. Ah! ¿Qué pasó con todos ellos?! ¿Dónde están sus memorias? Es que acaso los logros de estos personajes y tantos otros ya no pesan porque un imbécil se dedicó a mancharnos la bandera! Señores, la bandera podrá estar sucia, pero no acabada.


Pues yo si me acuerdo de todo aquello y si lo llevo presente al evocar sus nombres. ¡Yo si estoy orgulloso del país del que vengo, de su historia, de sus costumbres, de sus arepas, cachapas y toda la verga que comemos aquí! Yo si alzo la voz cuando me quieren venir a tildar de comunista por venir de Venezuela. Yo si abrazo a un paisano si lo consigo en el rincón más lejano del planeta. Yo si lloro cuando escucho el himno mientras que con respeto se iza la bandera, a mi si se me salieron las lágrimas cuando en Egipto sonaron el “Gloria al bravo pueblo”.
Con todos nuestros problemas, defectos, escándalos, incoherencias y demás. Con nuestras 8,7,6 estrellas las que sean. Con nuestro mono, nuestra PDVSA, nuestras costas y montañas . . . con todo eso. ¡YO SI ESTOY BIEN ORGUYOSO DE SER VENEZOLANO!