sábado, 28 de agosto de 2010
Me verás volver 2.0
lunes, 9 de agosto de 2010
Ojos que no ven
Desde hace tiempo he estado diciendo que el enemigo más peligroso y terrible que puede tener un ser humano es la ignorancia y ahora que escribo con cotidianidad en este blog he dejado constancia de ello en cada una de mis notas, en las cuales he argumentado como este “sujeto” se convierte en un terrible acecino sigiloso. No en balde desde que me di cuenta de esta verdad, no he cesado en mi deseo de contribuir en la limpieza de los nublados espejos de las mentes venezolanas, empezando como en esta oportunidad, desde aquellos que tengo más cerca como lo son mis amigos y familia.
Esta vez todo comienza con la reacción que se hizo notar en la gente después de la re-emisión de un reportaje hecho por un grupo de periodistas españoles que fue transmitido por la cadena CNN en español. Y digo que dicha reacción se hizo sentir notoriamente porque el inicio del facebook se llenó de comentarios alusivos al programa y algunos otros comenzaron a escribir pequeñas reflexiones y sus propias conclusiones sobre la realidad reflejada en el programa, cosa que sabemos no es común cuando se trata de temas como este. Pues bien, era evidente que esta manifestación de cordura estaba motivada porque aquel programa había mostrado una información y una realidad desconocida para (al menos la mayoría) de quienes vieron el programa, la cuál se encuentra plagada de argumentos y situaciones suficientes como para alarmarnos. Y más aún cuando esta situación es (paradójicamente) la nuestra.
Entonces fue la información el factor que sacó a la gente de su desconocimiento de una situación alarmante y los puso en un estado de preocupación y alerta que solo fue posible de esta manera. Es decir, sacó a la gente de su tranquilidad que tenía de madre a la mera ignorancia. Es en consecuencia el desconocimiento de un problema lo que produce su proliferación y la inobservancia de quien lo padece o padecerá; y es esa misma ignorancia la que genera esa falsa tranquilidad en quien no sabe lo que se le encima. Es por eso que existe aquel dicho que dice: “Ojos que no ven . . . corazón que no siente”
Venezolanos: todos, apáticos: la mayoría, conclusión: mayoría ignorante de sus propios males. Lamentablemente es así y es una realidad que va tomada de la mano con la propia idiosincrasia del venezolano, el cual históricamente ha demostrado que se le es más fácil y más cómodo meter la cabeza en el hoyo como el avestruz que hacer frente al conflicto. Es esta una franca y cruel verdad que ha sido escenificada desde siempre, y desde Bolívar cuando entregó a Miranda a los españoles hasta nosotros cuando pasamos el día sin leer noticias, es parte del día a día y del ser venezolano.
Está más que sabido que la única manera de eliminar un conflicto es enfrentándolo, y que la evasión del mismo solo permite el crecimiento del problema y hace más grande el coraje necesario para vencerlo. Una sociedad que ignora lo que sucede no tiene argumentos para luchar contra lo que le ataña, una sociedad apática a conocer las verdades es una sociedad que calla, que acepta y que otorga, o como dice el dicho: una sociedad que muere callao’. Evidentemente la ignorancia genera una falsa atmósfera de tranquilidad que es realmente más peligrosa que el tormentoso clima de la guerra, porque no hay peor asesino que el que mata sigilosamente por dentro. Es como el que llevaba una buena vida hasta que le detectaron cáncer, es como el que estaba feliz hasta que le dijeron que tenía SIDA. La delincuencia, la corrupción, el vandalismo, el abuso, la marginalidad son cánceres y sidas que padece esta sociedad porque el conformismo de su pueblo se lo permite. Acuérdese que “el guapo es guapo hasta que el cobarde se lo permite”
Lamentablemente la ideología del venezolano se hace responsable nuevamente. Y es que para todos es más fácil hacer caso omiso de la situación siempre y cuando de esta manera se mantengan resguardados sus intereses personales. Una muy cara decisión tomó esta sociedad cuando decidió la tranquilidad de la felicidad que la amargura del conocimiento. La convicción del peso de esa situación me llevó a decirme una vez: “más vale la amargura de la verdad que la alegría de la ignorancia” Meter la cabeza en el hoyo como los avestruces no conduce a ninguna parte y mientras más largas se le de al asunto más largo es el camino de vuelta. A fin de cuentas hay que tener claro, que al que cierra los ojos para no ver el sol . . . los párpados se le achicharran.
Finalmente hago un llamado a la reflexión sobre la importancia que tiene estar informado y consciente de los problemas por los que se encuentra rodeado, inclusive cuando esto cueste una rabieta en la mañana mientras escucha a César Miguel Rondón. En todos los campos, incluso en el absurdo terreno de la guerra, dicen que es mejor tener al enemigo localizado de cerca que perdido de lejos. Entienda usted que su mejor arma es su conciencia, su prevención y lo que tiene metido en su cabeza.
Dios le bendiga.
domingo, 1 de agosto de 2010
Yo soy si estoy bien orgulloso de se venezolano.
Todo el que ha tenido la posibilidad de salir alguna vez del país sabe lo que digo; todo el que vive o ha estado en el país sabe a lo que me refiero; todo el que sea sensato y sincero comprende el motivo de las siguientes líneas.
Cada vez que uno se pone a hablar de la actualidad del país o del gentilicio venezolano como tal, termina recogiendo solo malas impresiones, quejas, molestias, improperios y desgano de la gente para con Venezuela y los venezolanos. Cada vez que uno se encuentra en otro país y menciona el nombre de la patria de la que venimos solo encuentra preguntas insidiosas e incisivas sobre Chávez o si ¿Cómo se siente vivir en una dictadura? Cada vez que uno menciona el gentilicio que llevamos en la cédula solo se encuentra con miradas y sentimientos negativos, que te tratan y te miran como algún preso político o refugiado en Gaza. Hoy me acosté en la cama con ese sentimiento y con un incontenible grito de revancha me levanté a escribir esto porque así, así no pretendía dormir.
Eso de que siempre le estén recordando y recalcando a uno las cosas malas y negativas no es correcto, ni es justo. Y no es porque uno sea mediocre ni “hipersensible” como para no aceptar que existen dentro de lo nuestro cosas que no están funcionando y deben ser cambiadas, no es por eso. Es porque no se vale que un puñado de imperfecciones opaquen completamente tanta luz que brilla en todos los objetos de admiración que ha dado esta patria, y que mucho menos es justo y permisible que nosotros mismos, los venezolanos ignoremos todo eso. Una vez mi papá me dijo que la gente estaba acostumbrada a solo recordar y darle importancia a lo malo, y que se tenía la pésima costumbre de creer que 100 – 1 era igual a 0. Es obvio que mi papá ha estado en lo cierto y que 100 – 1 no da 0 , da 99.
Estoy harto de que cuando se piense en Venezuela se piense en petróleo sucio y un tirano con verruga y boina roja ¡Basta! ¿Por qué cuando un extranjero me pregunta que soy y le digo venezolano, no piensa en Miguel Cabrera el mejor impulsor de carreras de la liga Americana? O ¿por qué cuando digo que nací en Venezuela nadie se acuerda del maestro Andrés Bello que amoldó toda la gramática a nuestras características para que la pudiésemos usar con esa facilidad que la usan para desdeñarnos? ¿Por qué cuando se refieren a Venezuela no lo asocian con Jhony Cecotto, 2 veces campeón mundial de Moto GP? ¿O con Alfonzo Carrasquel, primer latino en un juego de estrellas? ¿O con Simón Bolívar, el único que tuvo guáramo para libertar a América de los españoles? ¿Y es que acaso no es también venezolano el gran Jacinto Convit, inventor del tratamiento contra varios tipos de cáncer? ¿Es que ya nadie recuerda a Juan Pablo Pérez Alfonzo, fundador de la OPEP, o a Alfredo Sadel uno de los más grandes tenores que ha dado el continente? O ¿acaso fue borrado de la historia “el morocho” Hernández, tricampeón mundial de boxeo? Y ¿Qué opinión les merece el Dr. Fernández Morán? Inventor del bisturí de diamante que le salvó la vida a tantos que se morían porque no había como hacer una operación de corazón abierto, o facilito el trabajo a tantos científicos que no hallaban como picar a la mitad una célula. Ah! ¿Qué pasó con todos ellos?! ¿Dónde están sus memorias? Es que acaso los logros de estos personajes y tantos otros ya no pesan porque un imbécil se dedicó a mancharnos la bandera! Señores, la bandera podrá estar sucia, pero no acabada.
Pues yo si me acuerdo de todo aquello y si lo llevo presente al evocar sus nombres. ¡Yo si estoy orgulloso del país del que vengo, de su historia, de sus costumbres, de sus arepas, cachapas y toda la verga que comemos aquí! Yo si alzo la voz cuando me quieren venir a tildar de comunista por venir de Venezuela. Yo si abrazo a un paisano si lo consigo en el rincón más lejano del planeta. Yo si lloro cuando escucho el himno mientras que con respeto se iza la bandera, a mi si se me salieron las lágrimas cuando en Egipto sonaron el “Gloria al bravo pueblo”.
Con todos nuestros problemas, defectos, escándalos, incoherencias y demás. Con nuestras 8,7,6 estrellas las que sean. Con nuestro mono, nuestra PDVSA, nuestras costas y montañas . . . con todo eso. ¡YO SI ESTOY BIEN ORGUYOSO DE SER VENEZOLANO!