miércoles, 14 de diciembre de 2011
Centauros
jueves, 3 de noviembre de 2011
El derecho de nacer
La trama de la novela consta de dos partes fundamentales; la primera es el génesis de la historia cuando una joven que acude con el doctor Alberto Limonta a pedir que se le practique un aborto ya que no se sentía verdaderamente decidida a dar a luz al niño que se estaba formando en sus entrañas. La segunda parte es el desarrollo de la historia que comienza a relatar el doctor Alberto Limonta. Esta parte de la novela, que es el grueso en sí, cuenta la historia del doctor Limonta y como su vida, producto de un embarazo indeseado de María Dolores del Junco (su madre), a través de una serie de coincidencias y conjeturas afortunadas logra crecer y desarrollarse a pesar de que su existencia misma, en un primer momento, fue indeseada por su abuelo, Don Rafael Limonta, quien intentó darle muerte para “proteger la imagen de la familia”. Finalmente, Alberto Limonta termina salvándole la vida a través de una transfusión de sangre a su abuelo, Rafael Limonta, el mismo que desde el comienzo de sus días intentó acabar con su vida.
Una vez dicho esto, voy a enlazar la historia del maestro Félix Caignet con una frase que pronunció Sir Winston Churchill, primer ministro británico durante la segunda guerra mundial, ganador del premio Novel de la Literatura (1953) y del premio Novel de la Paz (19XX), “El que no ha sido comunista cuando joven no tiene corazón, pero el que lo siga siendo de adulto no tiene cerebro”. He allí el dilema.
Siempre me ha parecido que de lo mejor que uno puede hablar es de aquello que uno más conoce, por ende voy a hablar de la realidad en la que vivo (porque también me parece que realidad hay más de una) y que en consecuencia conozco bien y puedo hablar con propiedad de ella.
Venezuela es un país cuyas bases se encuentran principalmente en la colonia española que tuvo lugar desde la primera mitad del siglo veinte hasta la independencia definitiva de la nación en 1824, y sin embargo. Nuestra sociedad se ha caracterizado por tener a la familia como célula, o unidad constitutiva fundamental, de la población organizada; a su vez la familia venezolana, en su mayoría, se edificó o se edifica (no estoy seguro de esto último) alrededor de los valores y principios de la iglesia cristiana, la cual, tiene y ha tenido desde la época de la colonia, una influencia muy fuerte sobre la mentalidad del venezolano. A su vez, dentro de la sociedad venezolana hay un importante componente de superchería, superstición y creencias no científicas que combinadas con los valores cristianos y los hábitos de consumo, también heredados de otro tipo de colonia, constituyen la particular manera de pensar de la mayoría de los venezolanos. Del mismo modo, dentro de las familias conservadoras y entidades públicas venezolanas existe un exacerbado respeto a la jerarquía de los miembros de una asociación, llámense papá, mamá, coronel, teniente, sargento, oficial, superintendente, encargado, ejecutivo etc. Quizá sea como consecuencia del proceder insensato y burdo con el que los españoles impartían sus órdenes a negros e indios esclavos los cuales perecieron (más como consecuencia de su ignorancia que del látigo y la espada) pero dejaron su huella muy bien marcada en los resabios de la sociedad venezolana que ya todos conocemos.
Ahora bien, los jóvenes venezolanos vivimos una situación político-económico-social sumamente polarizada y caracterizada por los grandes extremos encontrados en insanos recintos urbanos como los son las ciudades venezolanas, por citar un ejemplo. Para nadie es un secreto, y esto ya lo he hablado antes en este blog, que el clima (y con clima me refiero a la situación político-económica y social) que se respira en buena parte de Venezuela es sumamente tenso cuando a posturas políticas se refiere; es complicado mantener una conversación en buenos términos con alguien que no comparta tu postura, tu ideología política o tu filosofía de vida. Es más probable que la conversación se acabe sepultada por el tabú del “no conflicto” a que esta se derive en una golpiza, es cierto, pero también es cierto que de tragarse las palabras a más de a uno le ha dado embolia.
Históricamente, los grandes cambios que suceden en cualquier medio de manera abrupta son conocidos como revoluciones; a su vez las revoluciones de corte político y más aún, de corte social, han sido ideadas, promulgadas, lideradas y ejecutadas por la facción más joven de la población. Es ese ejército que posee una voluntad inquebrantable para defender los ideales más puros y más sensatos, dispuesto a arriesgar lo más grande y más valioso como es la vida para procurarle de la manera más desinteresada el bien a la colectividad. Es el clamor del pueblo bajo un solo nombre y un solo rostro casi siempre barbudo llamado: Juventud. Jóvenes que después se convirtieron en hombres como Fidel Castro, Simón Bolívar, Alí Primera, Martin Luther King Jr, Ernesto “Ché” Guevara entre otros, son el recordatorio histórico del peso que tienen los jóvenes, de la responsabilidad que tienen de luchar por condiciones que les prometan un mañana mejor, que les permitan soñar que su juventud (“La juventud es todo el tiempo que nos queda por delante”) pueda transcurrir mañana en un mejor clima que en el que transcurre en el presente. Es su función, es su naturaleza creer y luchar por ello. Es derecho natural de la juventud luchar por un mejor futuro; es derecho natural de la juventud hacer revoluciones que conlleven a sacar los errores del pasado para dar lugar a los aciertos del mañana. Es así, es un ciclo natural. Es un derecho, como el derecho de nacer que tiene cada ciudadano aun no nacido.
Ahora una buena pregunta sería: ¿A dónde quiero llegar con todo esto? Y la respuesta sería la siguiente: En el clima polarizado en que vivimos, fruto de la labor de ciertos sectores radicales que así lo han propiciado, es condenado el tener ideas divergentes con la que impera en una asociación, llámese familia, llámese empresa, oficina etc. A todos los venezolanos, pero en especial a los jóvenes, por su condición de sub-alternos dentro de la estructura jerárquica de la cuál hablé antes, se nos ha cuarteado el derecho a disentir porque la sociedad considera este acto como desleal, casi como una traición, y la propia sociedad se encarga de enjuiciar, castigar y segregar a aquellos que hozan pensar distinto.
Los jóvenes, indistintamente de su condición económica o social están unidos por su aspiración común a un futuro mejor. Esta parcialización brutal y absurda que existe en el país ha disminuido las fuerzas de la juventud e inclusive los sectores más radicales han pretendido, y en algunos casos lo han conseguido, utilizar la bandera de la juventud para beneficio de su causa particular. Estas infames condiciones desestimulan y afectan la capacidad del joven de revolucionar (“Revolución es cambiar lo que debe ser cambiado” Bian Oscar Rodriguez Galá) y en consecuencia el país entero pierde perspectivas de progresar. No es justo que por hablar de revolución, de cambio, de progreso, de hambre, de miseria, de empresas, de paz se quiera juzgar o censurar la voz de quienes claman por una Venezuela mejor. No es justo que se quieran apilar las mentes en bloques según su pensamiento, y lo que es aun más infame, que este juicio venga dado por el entendimiento que tenga un macaco (que son todos los que practican esta infamia) tenga de tal o cual palabra. No es justo y mucho menos permisible que la juventud deba callar y obedecer a la opresión de las generaciones pasadas que los colocaron en el atolladero en el cual hoy se encuentran y del que hoy no les quieren dejar salir.
Luchar es para los jóvenes un derecho, es un deber que tenemos todos los jóvenes. Es como El Derecho de Nacer del maestro Caignet; cuartearlo es impedir que la coincidencia y el azar, en unas ocasiones, y la determinación, la constancia y la pasión, en otras, se hagan presentes para cambiar con las imberbes manos de la juventud el quebrantado esqueleto de un país. Como jóvenes es nuestro deber hacer cumplir nuestros derechos. Pero más importante aún, es no permitir que se borre de nuestras mentes el derecho a luchar, que es para cualquiera que aprecie su vida y su futuro, independientemente de su condición, como el derecho de nacer.
miércoles, 26 de octubre de 2011
La guanábana podrida
jueves, 15 de septiembre de 2011
El sol estaba apunto de caer
El sol siguió cayendo y comenzó a rozar la cuchilla que parte en 2 al horizonte. Eran ya como las 7 y media de la tarde, la señora Navratilova se disponía a preparar la cena. Las ollas ya tiznadas por el inclemente fuego de la hornilla de kerosene, que las había hostigado ya por dos décadas de dictadura y matrimonio revoloteaban junto con el agua que hervía esperando por la sal. El menú no variaría aquella noche, como tampoco había variado desde hace 4 meses cuando terminó la última primavera en Bosnia. Un viejo sartén de cobre, veterano de guerra con miles de cocciones en su espalda, freía como siempre unos filetes de carne no demasiado jugosos que la señora Navratilova había adquirido en la mañana. No eran todavía las 8 menos cuarto cuando entraron los niños al apartamento con los pantalones sucios y los zapatos hartos de barro. Traían consigo una pelota de hule y venían haciendo inentendibles comentarios sobre algún asunto que al parecer les causaba, o les causó, mucha gracia. Cabe destacar que los niños, al igual que todos los otros niños de Sarajevo, utilizaban una jerga que para los adultos resultaba casi indescifrable. De cualquier modo fuera lo que fuera que dijeran con seguridad tenía muy poca importancia. Como era de costumbre, la señora Navratilova les hizo quitarse los botines sucios y cambiarse los pantalones por unos enteritos rojos de lana de oveja un familiar les había traído de Praga años atrás. Luego, sin que la señora Navratilova dijese nada, los niños procedieron a poner la mesa y a asearse la cara y los dientes para comer. Primero colocaron los mantelitos individuales de seda verde tejidos a mano, luego pusieron los platos de cerámica y las tazas de peltre, finalmente colocaron los cubiertos de plata que tenían la “R” en el medio del mango y debajo de ellos las telas para limpiarse la boca. Luego se asearon y se sentaron en la mesa a esperar.
Ya eran las 8 y cinco cuándo entró el señor Karl Martelev. Se sacudió el fango de los zapatos en la alfombra y colgó el sobretodo negro en el perchero que estaba a la derecha de la puerta junto a una silla de madera y una vieja bicicleta oxidada. La señora Navratilova que ya tenía las papas y la carne listas para servir, se apuró en recibirlo y saludarlo diciéndole – “Como estás? Como te fue hoy?” a lo que el señor Martelev respondió como de costumbre – “Bien, todo bien.” La señora Navratilova sorpresivamente decidió ahondar en el diálogo diciendo: - Y como está todo en la fábrica? No ha pasado nada más?” El señor Martelev se sorprendió al ver aquella inusual insistencia; hubo un silencio y una mirada de reojo desde la visera del gorro gris de paño que llevaba puesto, luego contestó usando el mismo tono que antes: - “Nada, todo igual”. La señora Navratilova se sentó a la mesa junto a los niños a esperar que el señor Martelev se lavase la grasa de las manos y se sentara a la mesa. Una vez sentado procedieron a servirse las papas y la carne en su plato, en el mismo orden y proporción que todas las noches; primero el señor Martelev quien tomaba una ración modesta para lo que podría ingerir un hombre de su talla y que realizase tareas forzosas durante todo el día; la señora Navratilova siempre vió aquella costumbre como un gesto de solidaridad y consideración hacia ellos, aunque nunca tuvo el coraje como para preguntárselo y cerciorarse de ello. Luego se le servía a los niños, que eran muy pequeños como para alcanzar con sus manos el asa del sartén o la cacerola de las papas, siempre se les servía una porción suficiente como para satisfacer el hambre de un niño en crecimiento así como lo indicaba el Manual de Alimentación Familiar. Finalmente la señora Navratilova se servía la porción restante y era entonces cuando todos procedían a comer.
Todos finalizaron de cenar y se fueron levantando uno a uno en silencio. Los niños, que siempre se levantaban a la misma vez, fueron a lavarse los dientes y la cara y luego fueron hasta su alcoba a limpiar sus botines y a seguir conversando en su jerga inteligible para los adultos. La señora Navratilova recogió los platos y fue hasta el lavandero a fregarlos, en el mismo orden que siempre, empezando por los cubiertos de plata con la “R’’ en el mango, luego las tazas de peltre y los platos de cerámica y finalmente las ollas, las cacerolas y el sartén de cobre. El señor Martelev permaneció sentado durante varios minutos contemplando los mantelitos de seda verde del mismo modo en que lo hacía con su comida, con los ojos igual que el cielo de Sarajevo, grises y nublados. Permaneció cierto tiempo en la misma postura, guardando un silencio casi sepulcral y casi sin pestañear. De pronto minutos antes de levantarse por última vez se le escuchó decir estas palabras las cuales pronunció en el mismo tono que había usado para contestar las preguntas de Navratilova - “La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad; por consiguiente nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas: doblan por ti” luego se levantó y se fue. Navratilova permaneció atónita durante varios minutos, nunca supo si aquellos que sus oídos habían escuchado fueron palabras ciertas emanadas de la boca del señor Martelev o si en verdad eran producto de algún delirio de su desgastada mente. Nunca se supo si su inexistente reacción fue producto del desconcierto o si solo fue que no prestó importancia a aquella sentencia de Martelev. Lo cierto es que continuó lavando las ollas tratando de despegar la inquebrantable mancha de grasa en el sartén de cobre y las incombustibles marcas de tizne negro. Entró por la ventana de marco blanco un viento gélido que estremeció su cuerpo, luego volteó hacia ella y miró hacia afuera. Así permaneció unos 20 segundos contemplando la noche en las calles de Sarajevo mientras que se consumían los últimos faroles de luz y caía la última fábrica de la Revolución.
domingo, 27 de febrero de 2011
Yo Punto Com
No es complejo pero si extenso explicar como el Photoshop, Internet, los chinos y una serie de cambios nos condujeron a lo que hoy llamamos, la Red Social ; ese es un esfuerzo que no voy a realizar pero si desviaré mi atención hacia el fenómeno en sí, es decir, hacia las redes sociales. Bienvenido pues a ese mundo cuasi cibernético solo concebible en la imaginación por hombres como Borges, Hemingway, Julio Verne, Walt Disney y quizá algún otro soñador que haya sido capaz de crear un estado donde las ficciones cobran carácter de realidad, donde las realidades pueden o no ser reales y donde cada quien es dueño de su espacio, intangible, maleable e incuestionablemente único. Este limbo suele cobrar distintos nombres en la vida de cada individuo pero por lo generar suele llamarse Facebook, Twitter, Blogger, My Space, Friendster y amalgamados en la internet son el pan nuestro de cada día del 23% de la población mundial, es decir cerca de 130800000 millones de personas. Bastante ¿no? Este fenómeno masivo ha permitido que a través de las herramientas que la tecnología ofrece los usuarios puedan crear una versión de si mismos adecuada a sus deseos y aspiraciones, permitiéndoles exaltar el ego al siguiente nivel de energía en una suerte de Vudú donde hacemos con los muñequitos lo que nos da la gana. Aquí cobra fuerza la idea de Borges de que mis mentiras son mías y las cuento como yo quiera, pero el detalle está en que dentro de la red esas mentiras te permiten acceder a una realidad difusa y empírica como lo son la popularidad y la fama.
Andy Warhol dijo alguna vez que "En el futuro, todos tendremos 15 minutos de fama" A mi parecer, el padre del pop art se quedó corto ya que ignoraba la capacidad que tendría la herramienta que Mark Zuckerberg crearía 38 años después. Facebook fue el primero en masificar el entorno red social en el mundo entero, desarrollando una plataforma completa, gratuita y sencilla para todo el que tuviese acceso a internet. Facebook, le permite al hombre exaltar ese lado exhibicionista o antropocéntrica donde el yo es el centro del universo y por lo tanto, yo debe estar cercano a la perfección y a demás ser conocido por todos. La explicación de este fenómeno puede tener varias razones; los más optimistas argumentan que el mundo en que vivimos ahora es un lugar mucho más peligroso, congestionado y físicamente limitado que el que había 20 años atrás, de modo que las personas ante la imposibilidad de o las dificultades que implica el encontrarse físicamente recurren a la comodidad y funcionalidad que les ofrece la tecnología. Por otro lado, están quienes son un poco más radicales a la hora de explicar el por qué de este fenómeno, y entre ellos me incluyo, que afirman que la meticulosidad que caracteriza el uso de las redes sociales viene dado por la teoría psiquoanalista de Freud que indica que todas las acciones humanas en algún punto están motivadas por la búsqueda de placer o el sexo; y lo digo por lo siguiente. Todos los usuarios de las redes sociales, en mayor o menor medida, procurar mostrar una imagen que sea sustanciancialmente atractiva para el resto de los usuarios y su entorno; aquí es donde entra la capacidad de moldear nuestra imagen a lo que queremos y así satisfacer el deseo de mostrar la mejor faceta de si mismo por falsa o quimérica que esta sea. Si lo piensas bien, el hecho de que en el formulario de información personal se incluyan las preguntas: orientación sexual, intereses y estado sentimental es un claro indicio que detrás de todo eso lo que hay es una búsqueda (consciente o inconsciente) de alguien capaz de otorgar placer, sea cual sea el grado o expresión de placer que se esté buscando, todo usuario alberga la posibilidad de que en medio de la tumultuaria de amigos o followes que posee exista alguno capaz de hacerlo sentir bien, sea a través de una charla, un beso, una salida o un orgasmo. De aquí la necesidad de saber mercadearse bien dentro de la red, ya que como en todos los mercados de libre competencia, para poder hacerse de una venta hay que ofrecer un buen producto. En el caso de las redes sociales el producto eres tú, son tus fotos, tus estados, tus comentarios y la ganancia puede ser un desde un retweet, un like o un comentario hasta un e-mail, una foto y en el mejor y paradójicamente menos deseado de los casos, una relación real.
Yo lo veo así, las redes sociales terminan por ser una suerte de Bolsa de Valores donde cada quien se introduce al mercado buscando aumentar sus ganancias, expresarse con la soltura que se le es imposible estando cara a cara con alguien, buscando la atención que no recibe cotidianamente, encontrar una mina para aumentar su estima o su vanidad o sencillamente vivir la experiencia de un mundo nuevo que solo puede existir gracias a la tecnología. En esta versión de Wall Street las acciones se cotizan en amigos y followers y la importancia se gana según tu capacidad de atraer al entorno o de volverte el entorno mismo; todo depende de quienes te rodees, de allí aquello de “dime de que cacareas y te diré de qué careces” En definitivas cuentas, cada quien tiene la potestad de decidir que hacer con las posibilidades que esta nueva ventana ofrece, pero indiferentemente del camino que tomes, al final del túnel siempre habrá el mismo ser confinado y solitario, ese seré Yo y punto.com.
Hace mucho tiempo que no escribo nada sobre mi o sobre mis pensamientos, supongo que viene dado por mi obstinada fijación en hacer de todo algo productivo y de no callar una sola palabra que considere valiosa, porque he llegado a pensar, que callarme un pensamiento brillante es como opacar la luz de una esfera, despojándola de ese brillo que mis palabras pueden darle. Es un acto vehemente de egocentrismo, si, pero a fin de cuentas mi vida, y sobre todo mi mente, es mía y yo la vivo y la pienso como a mi me de la gana.
Me he negado, y me seguiré negando, a escribir sobre mis intimidades y mis sentimientos porque mi privacidad no es un producto en mi anaquel, de mi boca y mi teclado podrán salir mil ideas, pensamientos, besos, regaños, caricias y entelequias pero definitivamente nunca prestaré mi vida para darle de comer a esos devoradores de identidad que pasan sentados las horas frente a un computador.
Yo mismo me he dado a la tarea de crear mi propia “Línea editorial” dentro de un espacio que es mío y que en efecto, solo yo puedo restringirme. Así pues, como dije antes, he restringido mi blog para hablar con caracteres a través de tus labios sobre esas inquietudes mías que con demagogia he hecho tuyas y te enseñado a aprender de ti mismo. Esto seguramente algo tiene que ver con el que mi papá sea profesor y que esté empecinado con siempre dar una clase; o tal vez porque me he dado cuenta que en la vida solo cuando se ha perdido tiempo, ya no hay más tiempo que perder.
Mostrarme aquí, en un mapa de bits con caracteres digitales que mucho distan de la realidad es eso, una obra de teatro escrita por mí, sobre mí, actuada por mí pero que dista de ser mi imagen, porque para conocerme no basta leer mis líneas, no basta recordar mi nombre; para conocerme tienes que hacerlo, tienes que respirar mi aire, tienes que escuchar mi voz, tienes que vibrar con mi voz que te habla y que te dice, que aunque no te importe, este soy yo y así vivo y escribo, así. Yo y punto.com