miércoles, 14 de diciembre de 2011

Centauros


En verdad no creo que durante los tiempos en que la mitología griega no era mitología y esta se paseaba por los campos de la península helénica y las aguas del Caspio, los centauros o como les dicen ahora, los motorizados, pasasen tantas penumbras como las que pasan hoy en día. Eran otras épocas, argumentarán algunos, en las que se podía galopar libremente recogiendo manzanas por las praderas de Tebas y Miconos sin la vertiginosidad con la que los centauros de hoy deben sortear los mil y un contratiempos que ofrece el valle frondoso convertido esa infamia que los hombres blancos llaman Ciudad. ¡Qué incómodo hubiese sido para Quirón educar a los dioses con todo el bullicio de los autos y las busetas! ¡Qué oscura hubiese sido la suerte de Pholos al comandar sus ejércitos al servicio de Hércules por las destrozadas avenidas del centro de Caracas! Cuántas hazañas cuadrúpedas no se hubiesen visto frustradas por el atropello de una camionetica sin retrovisores, cuántas muestras de valentía y lealtad no hubiesen desaparecido en medio del smog que contamina los corazones de quienes cabalgan su ser sobre la línea blanca del peligro.

Hoy en día estos hombres “motorizados” toman las calles de la Sucursal del Cielo con los primeros rayos de luz que van calentando el valle hasta llenar de infiernos las calles de la Sultana. Ofendidos y satirizados por la cruz de la reputación, delincuentes y trabajadores comparten las desdichas de un gremio cuya maldición solo es comparable con la cantidad de miembros de su sindicato inexistente. Como avispas alborotadas fomentan el caos y el desorden en medio de los canales de todas las arterias viales de la capital; provocan en su andar todo tipo de caos sobre la línea a veces blanca, a veces imaginaria, que como hormigas transitan a un costado de los bachacos. Vistiendo siempre el parachoques, el quema-coco, los parales, la defensa trasera y las compuertas de sus vehículos, trabajadores se diferencian de delincuentes por el contenido de sus valijas y la parilla a sus espaldas.

Algunos llevan recados, cheques y paquetes para cambiarlos cada quincena por el pan piche de cada día, otros cargan a sus preparados socios de la compañía del delito, armados con pistolas de teipe o de acero, siempre listos al ataque como la torreta de un Jeep americano en los campos de Normandía. Esclavos de su nombre, continúan su camino hacia el “mañana” sobre la Bera, Empire, Susuki, Vespa, AVA etc de sus amores; fieles al aceite dos tiempos y al agua en los talones.

A merced del clima y la policía, buscan su abrigo bajo los escasos techos que la vida dispone. Cualquier parada de metrobús, cualquier banquito de plaza, cualquier árbol frondoso y cualquier puente de autopista siempre serán buenos para refugiarse de una naturaleza que a fuerza de goteras y resbaladas les recuerda cada día nuboso que no son bienvenidos como habitantes de esta tierra.

Al final del día, solo el sudor de los cascos y el recuerdo de los retrovisores rotos pueden reconfortar la jornada de un motorizado, que vuelve a su morada y se desprende de las extremidades que la industria le ha dado, para reunirse con la vida y dejar atrás su faceta de centauro moderno, hijo de la aberrada combinación de equino y hombre, para reencontrarse con la humanidad que le permite levantarse cada día para sobrevivir hoy, y quizás soñar con un mejor mañana.

jueves, 3 de noviembre de 2011

El derecho de nacer

Por allá por 1948 en la Habana, Cuba se difundió por primera vez la radionovela “El Derecho de Nacer” del maestro Felix B. Caignet a través de CMQ radio para toda la audiencia cubana. Esta primera entrega del trabajo hecho por Caignet e interpretado por un grupo de importantes “radioactores” como Maria Valero y Carlos Baldia, marcaría el comienzo de la historia de una de las más populares y reproducidas novelas destinadas al entretenimiento en la historia latinoamericana. No muchos años después de esta primera edición, “El Derecho de Nacer” sería reproducida en diferentes formatos, interpretada por diferentes actores y dirigida a las más diversas audiencias en todo lo largo y ancho de la región latinoamericana. Pasaría a ser la primera “gran superproducción” de la telenovela venezolana, alcanzaría los más altos rankings en las carteleras de los cines mexicanos y llevaría al estrellato a muchos de los insipientes actores del, también insipiente, mundo de la telenovela latinoamericana.

La trama de la novela consta de dos partes fundamentales; la primera es el génesis de la historia cuando una joven que acude con el doctor Alberto Limonta a pedir que se le practique un aborto ya que no se sentía verdaderamente decidida a dar a luz al niño que se estaba formando en sus entrañas. La segunda parte es el desarrollo de la historia que comienza a relatar el doctor Alberto Limonta. Esta parte de la novela, que es el grueso en sí, cuenta la historia del doctor Limonta y como su vida, producto de un embarazo indeseado de María Dolores del Junco (su madre), a través de una serie de coincidencias y conjeturas afortunadas logra crecer y desarrollarse a pesar de que su existencia misma, en un primer momento, fue indeseada por su abuelo, Don Rafael Limonta, quien intentó darle muerte para “proteger la imagen de la familia”. Finalmente, Alberto Limonta termina salvándole la vida a través de una transfusión de sangre a su abuelo, Rafael Limonta, el mismo que desde el comienzo de sus días intentó acabar con su vida.

Una vez dicho esto, voy a enlazar la historia del maestro Félix Caignet con una frase que pronunció Sir Winston Churchill, primer ministro británico durante la segunda guerra mundial, ganador del premio Novel de la Literatura (1953) y del premio Novel de la Paz (19XX), “El que no ha sido comunista cuando joven no tiene corazón, pero el que lo siga siendo de adulto no tiene cerebro”. He allí el dilema.

Siempre me ha parecido que de lo mejor que uno puede hablar es de aquello que uno más conoce, por ende voy a hablar de la realidad en la que vivo (porque también me parece que realidad hay más de una) y que en consecuencia conozco bien y puedo hablar con propiedad de ella.

Venezuela es un país cuyas bases se encuentran principalmente en la colonia española que tuvo lugar desde la primera mitad del siglo veinte hasta la independencia definitiva de la nación en 1824, y sin embargo. Nuestra sociedad se ha caracterizado por tener a la familia como célula, o unidad constitutiva fundamental, de la población organizada; a su vez la familia venezolana, en su mayoría, se edificó o se edifica (no estoy seguro de esto último) alrededor de los valores y principios de la iglesia cristiana, la cual, tiene y ha tenido desde la época de la colonia, una influencia muy fuerte sobre la mentalidad del venezolano. A su vez, dentro de la sociedad venezolana hay un importante componente de superchería, superstición y creencias no científicas que combinadas con los valores cristianos y los hábitos de consumo, también heredados de otro tipo de colonia, constituyen la particular manera de pensar de la mayoría de los venezolanos. Del mismo modo, dentro de las familias conservadoras y entidades públicas venezolanas existe un exacerbado respeto a la jerarquía de los miembros de una asociación, llámense papá, mamá, coronel, teniente, sargento, oficial, superintendente, encargado, ejecutivo etc. Quizá sea como consecuencia del proceder insensato y burdo con el que los españoles impartían sus órdenes a negros e indios esclavos los cuales perecieron (más como consecuencia de su ignorancia que del látigo y la espada) pero dejaron su huella muy bien marcada en los resabios de la sociedad venezolana que ya todos conocemos.

Ahora bien, los jóvenes venezolanos vivimos una situación político-económico-social sumamente polarizada y caracterizada por los grandes extremos encontrados en insanos recintos urbanos como los son las ciudades venezolanas, por citar un ejemplo. Para nadie es un secreto, y esto ya lo he hablado antes en este blog, que el clima (y con clima me refiero a la situación político-económica y social) que se respira en buena parte de Venezuela es sumamente tenso cuando a posturas políticas se refiere; es complicado mantener una conversación en buenos términos con alguien que no comparta tu postura, tu ideología política o tu filosofía de vida. Es más probable que la conversación se acabe sepultada por el tabú del “no conflicto” a que esta se derive en una golpiza, es cierto, pero también es cierto que de tragarse las palabras a más de a uno le ha dado embolia.

Históricamente, los grandes cambios que suceden en cualquier medio de manera abrupta son conocidos como revoluciones; a su vez las revoluciones de corte político y más aún, de corte social, han sido ideadas, promulgadas, lideradas y ejecutadas por la facción más joven de la población. Es ese ejército que posee una voluntad inquebrantable para defender los ideales más puros y más sensatos, dispuesto a arriesgar lo más grande y más valioso como es la vida para procurarle de la manera más desinteresada el bien a la colectividad. Es el clamor del pueblo bajo un solo nombre y un solo rostro casi siempre barbudo llamado: Juventud. Jóvenes que después se convirtieron en hombres como Fidel Castro, Simón Bolívar, Alí Primera, Martin Luther King Jr, Ernesto “Ché” Guevara entre otros, son el recordatorio histórico del peso que tienen los jóvenes, de la responsabilidad que tienen de luchar por condiciones que les prometan un mañana mejor, que les permitan soñar que su juventud (La juventud es todo el tiempo que nos queda por delante”) pueda transcurrir mañana en un mejor clima que en el que transcurre en el presente. Es su función, es su naturaleza creer y luchar por ello. Es derecho natural de la juventud luchar por un mejor futuro; es derecho natural de la juventud hacer revoluciones que conlleven a sacar los errores del pasado para dar lugar a los aciertos del mañana. Es así, es un ciclo natural. Es un derecho, como el derecho de nacer que tiene cada ciudadano aun no nacido.

Ahora una buena pregunta sería: ¿A dónde quiero llegar con todo esto? Y la respuesta sería la siguiente: En el clima polarizado en que vivimos, fruto de la labor de ciertos sectores radicales que así lo han propiciado, es condenado el tener ideas divergentes con la que impera en una asociación, llámese familia, llámese empresa, oficina etc. A todos los venezolanos, pero en especial a los jóvenes, por su condición de sub-alternos dentro de la estructura jerárquica de la cuál hablé antes, se nos ha cuarteado el derecho a disentir porque la sociedad considera este acto como desleal, casi como una traición, y la propia sociedad se encarga de enjuiciar, castigar y segregar a aquellos que hozan pensar distinto.

Los jóvenes, indistintamente de su condición económica o social están unidos por su aspiración común a un futuro mejor. Esta parcialización brutal y absurda que existe en el país ha disminuido las fuerzas de la juventud e inclusive los sectores más radicales han pretendido, y en algunos casos lo han conseguido, utilizar la bandera de la juventud para beneficio de su causa particular. Estas infames condiciones desestimulan y afectan la capacidad del joven de revolucionar (“Revolución es cambiar lo que debe ser cambiado” Bian Oscar Rodriguez Galá) y en consecuencia el país entero pierde perspectivas de progresar. No es justo que por hablar de revolución, de cambio, de progreso, de hambre, de miseria, de empresas, de paz se quiera juzgar o censurar la voz de quienes claman por una Venezuela mejor. No es justo que se quieran apilar las mentes en bloques según su pensamiento, y lo que es aun más infame, que este juicio venga dado por el entendimiento que tenga un macaco (que son todos los que practican esta infamia) tenga de tal o cual palabra. No es justo y mucho menos permisible que la juventud deba callar y obedecer a la opresión de las generaciones pasadas que los colocaron en el atolladero en el cual hoy se encuentran y del que hoy no les quieren dejar salir.

Luchar es para los jóvenes un derecho, es un deber que tenemos todos los jóvenes. Es como El Derecho de Nacer del maestro Caignet; cuartearlo es impedir que la coincidencia y el azar, en unas ocasiones, y la determinación, la constancia y la pasión, en otras, se hagan presentes para cambiar con las imberbes manos de la juventud el quebrantado esqueleto de un país. Como jóvenes es nuestro deber hacer cumplir nuestros derechos. Pero más importante aún, es no permitir que se borre de nuestras mentes el derecho a luchar, que es para cualquiera que aprecie su vida y su futuro, independientemente de su condición, como el derecho de nacer.


miércoles, 26 de octubre de 2011

La guanábana podrida


Hay que ser una persona obtusa, ofuscada, fanática y en consecuencia, cerrada, para afirmar que algo puede tener un solo sentido o significado a plenitud. En otras palabras, hay que ser bien terco para decir que tal o cual cosa es exclusivamente bueno o exclusivamente malo. A mi parecer alguien que haga tal afirmación no sabe del principio de acción y reacción o de la dualidad onda partícula de los electrones. Diariamente vemos los titulares de los diarios (medianamente) serios cantidades abrumadoras de noticias negativas, de sucesos espantosos, de las acusaciones, las disputas, las invasiones, las peleas y toda esa infamia que, si nos dejásemos llevar solo por lo que leemos en los periódicos, el Metro de Caracas tendría más baches que la vía a oriente por la cantidad de gente que en sus rieles se lanzase. En fin, con todo esto lo que quiero resaltar es que todo, absolutamente todo, por ley de la naturaleza, tiene un lado negativo y uno positivo – o bueno, un lado negativo y otro no tan malo- .
Si algo le debemos todos los venezolanos nacidos de 1986 en adelante al gobierno, o mejor dicho, a la figura de Hugo Chávez es el que nos haya obligado – por supuesto, con ayuda de los medios de comunicación difamadores, difamados y demás- a inmiscuirnos y curtirnos del tema político de la nación. Y digo esto porque al hablar con personas mayores de 30-35 años y preguntarles por ¿Qué hacían ustedes cuando habían elecciones? Las respuestas más populares no corresponderán precisamente a las palabras: VOTO, SUFRAGIO, COPEI, AD, MAS, ELECCIÓN, POPULAR etc.… sino más bien a otros nombres más pintorescos como: PLAYA, HIGUEROTE, LA GUAIRA, MORROCOY, TELEVISIÓN, CANHA, COLA (pero no frente a un centro de votación sino a la salida de uno de esos pueblos playeros de la costa), etc.… O si no basta con revisar los índices de abstinencia que se registraban por aquellos años 70’s, 80’s y principios de los 90’s, épocas en las que estaba en su auge la ahora tan defendida y epopéyicamente recordada Democracia Venezolana. Quizá este fenómeno era el resultado de una combinación de factores tales como la naturaleza fiestera y vivalapepa del venezolano y el simbólico significado que tenía la transición, o mejor dicho, el cambio de un gobierno a otro; no en balde a esa fracción de la historia política venezolana la llaman – esta vez bien llamada- La Guanábana en alusión al monótono cambio que había en los colores del congreso de blanco (AD) a verde (COPEI) y de verde a blanco. Todo esto – salvo quizá el primer periodo de Carlos Andrés Pérez y el famoso viernes negro transcurrido durante el mandato de Luis Herrera Campins- sin que ocurriese mayor cambio o mayor repercusión en la vida de los ciudadanos. Hablando en cristiano, era la misma vaina el que mandaran los adecos o los copellanos, igualmente aquí la gente no iba a dejar de estar más o menos jodída por un cambio de gobierno, de modo que el interés que podía causar en la población la elección de un mandatario, paradójicamente, era poco.
Hoy en día las cosas han cambiado y mucho. Todos aquellos que crecimos escuchando la comparsa de “Uh! Ah! Chávez no se va!”, y a los que apenas nos alcanza la memoria para recordar las fugaces cadenas de Caldera y su incomprensible manera de hablar en baja resolución televisiva, hemos estado desde siempre sumergidos en un clima arduamente político, sumamente polarizado y sumamente violento y excluyente. A todos los que nos ha tocado ver – y en caso de algunos padres irresponsables que llevaban a sus hijos de 11 años a las marchas de oposición en el 2001 – ser parte de esta película, o de este capítulo de la épica griegamente infame de la política venezolana y de la historia venezolana. No hay hogar en Venezuela en el que al menos por una vez, en una ocasión, no hubo una disputa entre familiares por diferencias en las dizque creencias políticas de cada quién. No hay un solo hogar en Venezuela en el que no se hayan caldeado las aguas por andar hablando de política; la incidencia del tema político en la familia venezolana ha sido tal, que resulta – o quizás ya es parte del pasado- mejor hablar de religión entre musulmanes, cristianos, mormones y judíos que hablar de política entre chavistas y anti-chavistas.
Yo tengo la firme creencia de que la gente – aparte de lo que come y lo que hace – es el resultado de lo que le dicen. Todos los que pertenecemos a esta generación, algunos en un grado mayor o menor que otros todo depende del entorno de cada quién y las neuronas que le dio la Divina Providencia a cada uno, nos hemos criado entre la eterna pugna, la eterna tertulia, el eterno debate entre una postura política, social-moral y la otra. Todos hemos sido testigos de la peleíta entre La Hojilla y Aló Ciudadano por la sintonía del Prime Time de la ya infame televisión venezolana ­– aunque no hay duda de que el premio honorífico a la infamia se lo llevan Mario Silva y su Hojilla, y media cabeza atrás está el viejito ese soez e infame de “Los papeles de Mandinga”-
La necesidad – que es la madre de todas las ideas – nos ha puesto en la obligación de aprender, de entender, o mejor dicho de descubrir, como es que se mueve la política en Venezuela, y en consecuencia, como es que se mueve la cosa en las esferas del gobierno. Es decir chico, las circunstancias nos han puesto en una situación en que las características (deplorables casi todas) de la manera en que se hace política y en que se llevan las riendas de la nación venezolana son tan, pero tan fácilmente evidenciadles, que para no verlas hace falta quizá un poco más que ser ciego, sordo y mudo, - bueno, ese “poco más” es ser idiota, y tengo mis razones para pensar que no es una posibilidad demasiado descabellada-.
En definitivas cuentas, Venezuela es un país que nunca ha tenido que sortear situaciones prolongadas demasiado difíciles; quizá la situación – llámese como se llame, bien sea Revolución, Crisis o alguna otra de esas ridiculeces que dicen los comunicadores sociales – que se nos presenta hoy en día sea una oportunidad para que el pueblo venezolano crezca a partir del sufrimiento, del ensayo y del error, de la memoria indefectible que generan las cicatrices, y aprenda de una vez por todas que los errores se pagan caros, que los actos tienen siempre sus consecuencias y que las mismas son directamente proporcionales a la magnitud de los mismos; pero principalmente que aprendamos de una vez por todas que nada es demasiado malo como para que dure tanto y que nada es demasiado bueno como para que siempre sea verdad.

jueves, 15 de septiembre de 2011

El sol estaba apunto de caer

El sol ya estaba a punto de caer sobre los tejados de la triste Sarajevo. Los rayos de luz que huían prófugos de la noche se internaban en lo más profundo de las viejas habitaciones dejando al descubierto la sencillez del mobiliario y el solemne caer del polvo. Aquella triste imagen recordaba un poco a los cuadros de Henry Matisse o alguno de Armando Reverón; era un recordatorio casi perfecto de la tristeza y la nostalgia, no solo de las pinturas plasmadas en aquellos lienzos, sino también de las circunstancias en las que fueron hechas.

El sol siguió cayendo y comenzó a rozar la cuchilla que parte en 2 al horizonte. Eran ya como las 7 y media de la tarde, la señora Navratilova se disponía a preparar la cena. Las ollas ya tiznadas por el inclemente fuego de la hornilla de kerosene, que las había hostigado ya por dos décadas de dictadura y matrimonio revoloteaban junto con el agua que hervía esperando por la sal. El menú no variaría aquella noche, como tampoco había variado desde hace 4 meses cuando terminó la última primavera en Bosnia. Un viejo sartén de cobre, veterano de guerra con miles de cocciones en su espalda, freía como siempre unos filetes de carne no demasiado jugosos que la señora Navratilova había adquirido en la mañana. No eran todavía las 8 menos cuarto cuando entraron los niños al apartamento con los pantalones sucios y los zapatos hartos de barro. Traían consigo una pelota de hule y venían haciendo inentendibles comentarios sobre algún asunto que al parecer les causaba, o les causó, mucha gracia. Cabe destacar que los niños, al igual que todos los otros niños de Sarajevo, utilizaban una jerga que para los adultos resultaba casi indescifrable. De cualquier modo fuera lo que fuera que dijeran con seguridad tenía muy poca importancia. Como era de costumbre, la señora Navratilova les hizo quitarse los botines sucios y cambiarse los pantalones por unos enteritos rojos de lana de oveja un familiar les había traído de Praga años atrás. Luego, sin que la señora Navratilova dijese nada, los niños procedieron a poner la mesa y a asearse la cara y los dientes para comer. Primero colocaron los mantelitos individuales de seda verde tejidos a mano, luego pusieron los platos de cerámica y las tazas de peltre, finalmente colocaron los cubiertos de plata que tenían la “R” en el medio del mango y debajo de ellos las telas para limpiarse la boca. Luego se asearon y se sentaron en la mesa a esperar.

Ya eran las 8 y cinco cuándo entró el señor Karl Martelev. Se sacudió el fango de los zapatos en la alfombra y colgó el sobretodo negro en el perchero que estaba a la derecha de la puerta junto a una silla de madera y una vieja bicicleta oxidada. La señora Navratilova que ya tenía las papas y la carne listas para servir, se apuró en recibirlo y saludarlo diciéndole – “Como estás? Como te fue hoy?” a lo que el señor Martelev respondió como de costumbre – “Bien, todo bien.” La señora Navratilova sorpresivamente decidió ahondar en el diálogo diciendo: - Y como está todo en la fábrica? No ha pasado nada más?” El señor Martelev se sorprendió al ver aquella inusual insistencia; hubo un silencio y una mirada de reojo desde la visera del gorro gris de paño que llevaba puesto, luego contestó usando el mismo tono que antes: - “Nada, todo igual”. La señora Navratilova se sentó a la mesa junto a los niños a esperar que el señor Martelev se lavase la grasa de las manos y se sentara a la mesa. Una vez sentado procedieron a servirse las papas y la carne en su plato, en el mismo orden y proporción que todas las noches; primero el señor Martelev quien tomaba una ración modesta para lo que podría ingerir un hombre de su talla y que realizase tareas forzosas durante todo el día; la señora Navratilova siempre vió aquella costumbre como un gesto de solidaridad y consideración hacia ellos, aunque nunca tuvo el coraje como para preguntárselo y cerciorarse de ello. Luego se le servía a los niños, que eran muy pequeños como para alcanzar con sus manos el asa del sartén o la cacerola de las papas, siempre se les servía una porción suficiente como para satisfacer el hambre de un niño en crecimiento así como lo indicaba el Manual de Alimentación Familiar. Finalmente la señora Navratilova se servía la porción restante y era entonces cuando todos procedían a comer.

Permanecieron toda la comida en silencio. Los niños solían distraerse mientras comían contando el número de marcas violáceas que habían dejado las goteras en el techo durante el otoño, solían hacerlo chocándose los pies el uno al otro cada vez que divisaban una. Llevaban la cuenta de cuántas marcas habían en el techo mientras masticaban en igual número de veces. Por esta razón siempre terminaban de comer a la vez, ya que masticaban en igual número de veces en igual espacio de tiempo. El señor Martelev contemplaba aquel plato de comida como mirando el cosmos a través de las marcas de las papas, como si estuviese mirando los riachuelos que descendían desde las calles hasta el Miljacka en los surcos que atravesaban el filete de carne. Sus ojos eran del mismo color del cielo de Sarajevo, grises y nublados por la cotidianidad. Sus manos estaban matizadas por esos riachuelos que en su cuerpo ya se habían secado. Mientras que terminaba su ración de papas, la cual siempre comía aparte de la carne, la señora Navratilova recordó que aquella había consumido el último boleto correspondiente a la ración de carnes de la libreta alimenticia de ese mes, lo que la llevó a pensar en qué combinación tendría que hacer para la cena del día siguiente; Navratilova solía encontrar siempre alguna solución para situaciones como esta, por necesidad siempre tuvo que encontrar una manera aunque por necesidad casi rara vez podía materializarlas.

Todos finalizaron de cenar y se fueron levantando uno a uno en silencio. Los niños, que siempre se levantaban a la misma vez, fueron a lavarse los dientes y la cara y luego fueron hasta su alcoba a limpiar sus botines y a seguir conversando en su jerga inteligible para los adultos. La señora Navratilova recogió los platos y fue hasta el lavandero a fregarlos, en el mismo orden que siempre, empezando por los cubiertos de plata con la “R’’ en el mango, luego las tazas de peltre y los platos de cerámica y finalmente las ollas, las cacerolas y el sartén de cobre. El señor Martelev permaneció sentado durante varios minutos contemplando los mantelitos de seda verde del mismo modo en que lo hacía con su comida, con los ojos igual que el cielo de Sarajevo, grises y nublados. Permaneció cierto tiempo en la misma postura, guardando un silencio casi sepulcral y casi sin pestañear. De pronto minutos antes de levantarse por última vez se le escuchó decir estas palabras las cuales pronunció en el mismo tono que había usado para contestar las preguntas de Navratilova - “La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad; por consiguiente nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas: doblan por tiluego se levantó y se fue. Navratilova permaneció atónita durante varios minutos, nunca supo si aquellos que sus oídos habían escuchado fueron palabras ciertas emanadas de la boca del señor Martelev o si en verdad eran producto de algún delirio de su desgastada mente. Nunca se supo si su inexistente reacción fue producto del desconcierto o si solo fue que no prestó importancia a aquella sentencia de Martelev. Lo cierto es que continuó lavando las ollas tratando de despegar la inquebrantable mancha de grasa en el sartén de cobre y las incombustibles marcas de tizne negro. Entró por la ventana de marco blanco un viento gélido que estremeció su cuerpo, luego volteó hacia ella y miró hacia afuera. Así permaneció unos 20 segundos contemplando la noche en las calles de Sarajevo mientras que se consumían los últimos faroles de luz y caía la última fábrica de la Revolución.


domingo, 27 de febrero de 2011

Yo Punto Com

Recuerdo bien el alboroto que se armó cuando apareció en el mundo de las computadoras un programa llamado Photoshop Editor que permitía a sus usuarios cambiar a placer la imagen reflejada en una foto digital. A partir de ese momento, una sombra de incredulidad caería bajo cada foto de lugar paradisíaco o mujer soñada ya que el público sabía de la posibilidad real de que detrás de ese mar cristalino o esas indescriptibles curvas se escondiese algún parapeto tecnológico. Hoy en día Photoshop 1.0 ha quedado en el pasado y se ha integrado a ese mundo al que nos abrió las puertas, ese mundo difuso como un cuento de Borges o de Cortázar donde lo único cierto es, que no se sabe donde comienza la fantasía y donde acaba la realidad.

No es complejo pero si extenso explicar como el Photoshop, Internet, los chinos y una serie de cambios nos condujeron a lo que hoy llamamos, la Red Social ; ese es un esfuerzo que no voy a realizar pero si desviaré mi atención hacia el fenómeno en sí, es decir, hacia las redes sociales. Bienvenido pues a ese mundo cuasi cibernético solo concebible en la imaginación por hombres como Borges, Hemingway, Julio Verne, Walt Disney y quizá algún otro soñador que haya sido capaz de crear un estado donde las ficciones cobran carácter de realidad, donde las realidades pueden o no ser reales y donde cada quien es dueño de su espacio, intangible, maleable e incuestionablemente único. Este limbo suele cobrar distintos nombres en la vida de cada individuo pero por lo generar suele llamarse Facebook, Twitter, Blogger, My Space, Friendster y amalgamados en la internet son el pan nuestro de cada día del 23% de la población mundial, es decir cerca de 130800000 millones de personas. Bastante ¿no? Este fenómeno masivo ha permitido que a través de las herramientas que la tecnología ofrece los usuarios puedan crear una versión de si mismos adecuada a sus deseos y aspiraciones, permitiéndoles exaltar el ego al siguiente nivel de energía en una suerte de Vudú donde hacemos con los muñequitos lo que nos da la gana. Aquí cobra fuerza la idea de Borges de que mis mentiras son mías y las cuento como yo quiera, pero el detalle está en que dentro de la red esas mentiras te permiten acceder a una realidad difusa y empírica como lo son la popularidad y la fama.

Andy Warhol dijo alguna vez que "En el futuro, todos tendremos 15 minutos de fama" A mi parecer, el padre del pop art se quedó corto ya que ignoraba la capacidad que tendría la herramienta que Mark Zuckerberg crearía 38 años después. Facebook fue el primero en masificar el entorno red social en el mundo entero, desarrollando una plataforma completa, gratuita y sencilla para todo el que tuviese acceso a internet. Facebook, le permite al hombre exaltar ese lado exhibicionista o antropocéntrica donde el yo es el centro del universo y por lo tanto, yo debe estar cercano a la perfección y a demás ser conocido por todos. La explicación de este fenómeno puede tener varias razones; los más optimistas argumentan que el mundo en que vivimos ahora es un lugar mucho más peligroso, congestionado y físicamente limitado que el que había 20 años atrás, de modo que las personas ante la imposibilidad de o las dificultades que implica el encontrarse físicamente recurren a la comodidad y funcionalidad que les ofrece la tecnología. Por otro lado, están quienes son un poco más radicales a la hora de explicar el por qué de este fenómeno, y entre ellos me incluyo, que afirman que la meticulosidad que caracteriza el uso de las redes sociales viene dado por la teoría psiquoanalista de Freud que indica que todas las acciones humanas en algún punto están motivadas por la búsqueda de placer o el sexo; y lo digo por lo siguiente. Todos los usuarios de las redes sociales, en mayor o menor medida, procurar mostrar una imagen que sea sustanciancialmente atractiva para el resto de los usuarios y su entorno; aquí es donde entra la capacidad de moldear nuestra imagen a lo que queremos y así satisfacer el deseo de mostrar la mejor faceta de si mismo por falsa o quimérica que esta sea. Si lo piensas bien, el hecho de que en el formulario de información personal se incluyan las preguntas: orientación sexual, intereses y estado sentimental es un claro indicio que detrás de todo eso lo que hay es una búsqueda (consciente o inconsciente) de alguien capaz de otorgar placer, sea cual sea el grado o expresión de placer que se esté buscando, todo usuario alberga la posibilidad de que en medio de la tumultuaria de amigos o followes que posee exista alguno capaz de hacerlo sentir bien, sea a través de una charla, un beso, una salida o un orgasmo. De aquí la necesidad de saber mercadearse bien dentro de la red, ya que como en todos los mercados de libre competencia, para poder hacerse de una venta hay que ofrecer un buen producto. En el caso de las redes sociales el producto eres tú, son tus fotos, tus estados, tus comentarios y la ganancia puede ser un desde un retweet, un like o un comentario hasta un e-mail, una foto y en el mejor y paradójicamente menos deseado de los casos, una relación real.

Yo lo veo así, las redes sociales terminan por ser una suerte de Bolsa de Valores donde cada quien se introduce al mercado buscando aumentar sus ganancias, expresarse con la soltura que se le es imposible estando cara a cara con alguien, buscando la atención que no recibe cotidianamente, encontrar una mina para aumentar su estima o su vanidad o sencillamente vivir la experiencia de un mundo nuevo que solo puede existir gracias a la tecnología. En esta versión de Wall Street las acciones se cotizan en amigos y followers y la importancia se gana según tu capacidad de atraer al entorno o de volverte el entorno mismo; todo depende de quienes te rodees, de allí aquello de “dime de que cacareas y te diré de qué careces” En definitivas cuentas, cada quien tiene la potestad de decidir que hacer con las posibilidades que esta nueva ventana ofrece, pero indiferentemente del camino que tomes, al final del túnel siempre habrá el mismo ser confinado y solitario, ese seré Yo y punto.com.

Hace mucho tiempo que no escribo nada sobre mi o sobre mis pensamientos, supongo que viene dado por mi obstinada fijación en hacer de todo algo productivo y de no callar una sola palabra que considere valiosa, porque he llegado a pensar, que callarme un pensamiento brillante es como opacar la luz de una esfera, despojándola de ese brillo que mis palabras pueden darle. Es un acto vehemente de egocentrismo, si, pero a fin de cuentas mi vida, y sobre todo mi mente, es mía y yo la vivo y la pienso como a mi me de la gana.

Me he negado, y me seguiré negando, a escribir sobre mis intimidades y mis sentimientos porque mi privacidad no es un producto en mi anaquel, de mi boca y mi teclado podrán salir mil ideas, pensamientos, besos, regaños, caricias y entelequias pero definitivamente nunca prestaré mi vida para darle de comer a esos devoradores de identidad que pasan sentados las horas frente a un computador.

Yo mismo me he dado a la tarea de crear mi propia “Línea editorial” dentro de un espacio que es mío y que en efecto, solo yo puedo restringirme. Así pues, como dije antes, he restringido mi blog para hablar con caracteres a través de tus labios sobre esas inquietudes mías que con demagogia he hecho tuyas y te enseñado a aprender de ti mismo. Esto seguramente algo tiene que ver con el que mi papá sea profesor y que esté empecinado con siempre dar una clase; o tal vez porque me he dado cuenta que en la vida solo cuando se ha perdido tiempo, ya no hay más tiempo que perder.

Mostrarme aquí, en un mapa de bits con caracteres digitales que mucho distan de la realidad es eso, una obra de teatro escrita por mí, sobre mí, actuada por mí pero que dista de ser mi imagen, porque para conocerme no basta leer mis líneas, no basta recordar mi nombre; para conocerme tienes que hacerlo, tienes que respirar mi aire, tienes que escuchar mi voz, tienes que vibrar con mi voz que te habla y que te dice, que aunque no te importe, este soy yo y así vivo y escribo, así. Yo y punto.com