Aunque popularizado localmente, debido a los
incentivos creados por la tasa de cambio bolívar/peso imperante en el mercado
no oficial de divisas, el bachaqueo se ha extendido a la frontera
colombo-venezolana, especialmente la ubicada en los estados venezolanos de
Táchira y Zulia – ambos importantes centros poblados del país – para convertirse
en lo que formalmente se denomina “contrabando de extracción”, alcanzando una
nueva dimensión, solo comparable con los beneficios subyacentes tras la
adquisición de casi cualquier bien en Venezuela por parte de tenedores de pesos
colombianos.
Por ejemplo, el precio de un kilogramo de leche pulverizada
regulada en Maracaibo (VEN) tiene un precio de 70 Bs, mientras que del otro lado
de la frontera, en Maicao (COL) el mismo kilogramo puede venderse por el
equivalente a 500 Bs, creando grandes incentivos para la extracción, sobre todo
para aquellas personas que no encuentran en el mercado laboral formal
alternativas para cubrir sus necesidades básicas.
Para detener este fenómeno, las autoridades venezolanas
han implementado diversos mecanismos para intentar restringir las posibilidades
de bachaquear y evitar los efectos
que este fenómeno tiene sobre la escasez y la dotación relativa de los
artículos objetos del arbitraje en estas zonas, como por ejemplo, la
restricción de compra según el terminal del documento de identidad, el chip
para el tanqueo de gasolina, entre otras medidas.
Sin embargo, en el estado Zulia (territorio del occidente
venezolano que limita con La Goajira colombiana), ocurre un fenómeno particular
alrededor del contrabando de extracción que
da lugar a un sistema paralelo que fija un “tipo
de cambio” a lo interno de la misma moneda venezolana.
Conocido entre los implicados como “el cambiazo”, el mecanismo consiste en la extracción de billetes
venezolanos de alta denominación hasta la ciudad fronteriza de Maicao, en la cual son adquiridos por
cambistas a cambio de una prima, que es pagada también en monedea venezolana
pero en billetes de baja denominación, convirtiendo al dinero – inicialmente
instrumento de pago- en otra mercancía atractiva para el arbitraje.
La explicación detrás de tan particular fenómeno subyace
en la demanda de dinero con fines transaccionales por parte de agentes
residenciados en Colombia que adquieren productos en Venezuela, puesto que es
más sencillo trasladar mayores sumas en billetes de alta denominación,
permitiendo adquirir un mayor volumen de bienes.
Es importante recalcar que se trata de un mercado
informal, en el cual las operaciones tienen lugar en efectivo y sin
fiscalización.
El cambiazo consiste en que, por cada billete de 100 Bs
pueden obtenerse entre 140 y 150 Bs en billetes de denominaciones menores, lo
cual daría lugar a un “tipo de cambio”
entre los billetes venezolanos de alta y baja denominación. Así pues, asumiendo
que solo se intercambian billetes de 100 por billetes de 20, cada uno de los
primeros valdría el equivalente a 7 unidades de los segundos, dando lugar a un incremento de la oferta monetaria,
equivalente a 40 bs.
Por ejemplo, una persona que lleve el equivalente a 5 mil
bolívares en billetes de 100 Bs puede obtener una ganancia de 2 mil bolívares a
través del cambiazo.
¿Por qué es posible este evento? La respuesta está las
diferencias de precios entre los bienes en Maracaibo y Maicao generada por el
tipo de cambio no oficial peso-bolívar imperante en la frontera; este
diferencial da lugar a un ahorro para
los consumidores tenedores de pesos, el cual permite financiar el interés
pagado sobre el “billete grande”.
Ante esta situación, las autoridades locales han optado
por restringir la oferta de billetes de alta denominación en el estado Zulia,
disponiendo un monto máximo para retiros en efectivo y expendio en cajeros
automáticos.
Al analizar los datos sobre la oferta de billetes según
su denominación que publica el Banco Central de Venezuela se encuentra que,
para el mes de junio, el 33% de las piezas en circulación son billetes de 100
bs, siendo esta la mayor proporción del total, mientras que la dotación de
billetes de 20 alcanza solo un 12% de participación.
Asumiendo que la
distribución inicial de piezas para la región zuliana es la misma que la
presentada por el Banco Central, la dotación de billetes de menor denominación
da lugar un número de piezas 40% mayor que el número de piezas de billetes de
100 bs, lo cual casualmente es el interés pagado por los cambistas por cada
pieza de alta denominación.
Las dimensiones de las diferencias de precios de los artículos
en ambas naciones es tal, que sigue siendo atractivo para los tenedores de
pesos adquirir una pieza de cambio (billete de bolívares) por un valor superior
al valor facial, haciendo que se genere una tasa de interés sobre un activo
(dinero) que en principio, no tiene ningún rendimiento.
Partiendo de la sustituibilidad de los activos
financieros, con este fenómeno es de esperarse que una mayor cantidad de
zulianos deseen trasladar una mayor porción de su riqueza a efectivo por encima
de otros activos financieros denominados en bolívares disponibles como cuentas
bancarias de ahorro, depósitos a plazo entre otros, puesto que el rendimiento
efectivo logrado a través del efectivo de alta denominación sería mucho más
atractivo que el de estos activos tradicionales, ya de por sí con tasas de
interés negativas como producto de los altos niveles de inflación.
El fenómeno observado es resultado del diferencial
cambiario existente entre las divisas de ambas naciones, claramente incentivado
por los controles y subsidios de los cuales gozan bienes de primera necesidad
que el Estado busca proteger para favorecer a los segmentos de la sociedad más
desfavorecidos, pero que dan lugar a actividades de arbitraje que generan
efectos no deseados sobre variables sensibles como la escasez, la informalidad
y el contrabando.