Entre el
catálogo de insensateces que puede cometer un político venezolano hoy en día -
y especialmente uno de oposición - la mayor de todas ellas es, sin lugar a
dudas, desplegar un discurso complaciente que le diga a la masa lo que quiere
oír aun cuando el mensaje discorde con la forma coherente de la realidad. Es
esa instrumentación discursiva infame la que los politólogos denominan populismo y que tantos réditos ha pagado
al chavismo en casi dos décadas de proselitismo y complacencia desmedida. Pero
también es la misma receta que recientemente han aplicado los dirigentes
Leopoldo López /MCM al dirigirse a la sociedad antichavista y proponerles La Salida al gobierno necrosado de
Nicolás Maduro a través de mecanismos difusos, los cuales gozan de receptividad
en la masa dado el contexto de obstinación y desespero en el cual se presentan,
pero que a la postre terminan siendo estériles dada su naturaleza desordenada,
inconexa, desorientada y excluyente de
cara al Gobierno (actor principal), el pueblo antichavista y muchísimo más
importante, de cara al pueblo chavista (además de otras
razones que ya he explicado en publicaciones anteriores). Todo esto en el marco
de una crisis económica diagnosticada como crónica y autoinmune, que empezaba –
y continúa – a recrudecerse y hacer mella en ese electorado tradicionalmente
oficialista pero que cada vez miraba con mayor recelo a Maduro, dado el impacto
negativo ineludible que causan la escasez y la inflación, y que cuando volteó
al otro lado de la verja para buscar una alternativa, se consiguió con basura y
escombros ardiendo en medio de unas barricadas.
El tema de
la crisis económica no es cuento. Como es del dominio público los dos índices
con mayor impacto en la sociedad – y principalmente en los segmentos de más
escasos recursos – han evolucionado de forma meteórica en los últimos 6 meses
alcanzando cifras record que se evidencian en anaqueles vacíos, colas
humillantes para adquirir productos regulados, centros comerciales desiertos
desde diciembre, contracción drástica del poder adquisitivo y descontento,
mucho descontento. Es un error garrafal
pensar que al chavista le gusta hacer colas afuera de los Mercales y pdvales para
comprar una bolsa de leche, o que no se siente más pobre cada vez que pone un
pie en la calle para ir a trabajar; es cierto, hay muchos que se creen la
cháchara de la guerra económica – y todas las guerras clónicas que inventan en
el laboratorio comunicacional del Gob. – pero hay una porción importante que
no, creciente en la medida en que la situación se agrava, formando un mosto
político que de no haber incurrido en desenfrenos impulsivos como La Salida, hubiesen significado una
capitalización estratégicamente determinante para la oposición.
Aunado a ese
caldo de cultivo para el malestar creado y atizado por Giordani, Ramírez,
Merentes y su séquito, se encuentra la horizontalidad política que supone un
receso electoral de casi dos años, de aquí hasta diciembre de 2015 cuando sean las
elecciones parlamentarias. Un receso electoral se traduce en una oportunidad
para los partidos políticos – que son las agrupaciones sobre las cuales, en
últimas, se fundamenta la democracia – de hacer lo que se conoce como trabajo de base, lo cual no es otra cosa
que dedicarse a fortalecer la ascendencia discursiva en los grupos organizados
de la sociedad (universidades, sindicatos, juntas vecinales, consejos comunales,
asociaciones civiles etc…) principalmente en aquellos sectores donde se tiene
menor influencia, es decir en los barrios. La importancia de este trabajo es
inmensurable y además ya ha demostrado dar réditos a quienes la han practicado,
Ocariz en Petare, Henri Falcón en Lara, Machín en Barinas, son algunos de los escasísimos ejemplos en los que la
oposición ha hecho trabajo de base y ha conquistado espacios electorales que
antes tenía fuera de su espectro. ¿Cuántas personas cree usted que aportan los
sindicatos y los consejos comunales – por mencionar solo dos tipos de
organizaciones sociales – a las concentraciones del chavismo?, motus proprio o no, tenga la seguridad
de que son muchas y a través de ellas se consiguen muchos votos en las
elecciones; lo mismo pasa con los partidos políticos y su capacidad de acción,
la cual se nutre del trabajo y capacitación de sus activistas. Hoy por hoy la
oposición no tiene una maquinaria
comparable ni en los más idílicos sueños a la del chavismo, la cual le permita
articular esfuerzos para la consecución de objetivos (marchas, elecciones,
concentraciones etc), y por eso es incapaz de penetrar con eficiencia en los
fortines rojos los cuales han sido blindados sin descanso durante 15 años. Y
como si todas estas desventajas estratégicas
fueran poco, está el resultado de las elecciones municipales del 8D, que fueron
planteadas por iniciativa propia de la oposición como un plebiscito y que
significaron una derrota electoral además de una legitimación del gobierno de
Maduro, quiérase o no, que termina por restar más fuerzas al argumento sobre el
que se plantea La Salida, de que la
mayoría del país desaprueba la gestión de Maduro. Es en este contexto donde
López y Machado emprenden su aventura de insurreccionar al pueblo ante el mal
gobierno y los abusos para que, como una aplanadora, este imponga su voluntad
soberana a los excesos de la partidización del Estado y se reestablezca el
estado de derecho en la nación.
La
insurrección popular es el mecanismo último de restitución de la voluntad
nacional cuando el Estado ha sido secuestrado por un grupo de poder, impidiendo
que los mecanismos de alternancia y cambio previstos dentro de sí mismo (la
Constitución) sean valederos para cesar la opresión del pueblo representado por
su gran mayoría, si el sistema fuese democrático. Mayoría, esa es la palabra
clave para comprender la inconveniencia del emprendimiento
de López/Machado en el contexto descrito anteriormente. Existe un consenso
entre los venezolanos sensatos (descarte de una vez a la cúpula chavista) sobre
la fractura casi simétrica de la población en dos partes que se contraponen la
una a la otra en un incesante juego de destrucción que impide, además del
progreso y el desarrollo idóneo del país como Nación, la imposición de la
voluntad absoluta de una facción sobre la otra, al menos sin que eso signifique
una resistencia sensible que genere un clima de tensión y separación social
funesto al tanto que propicio para la proliferación del radicalismo y la
violencia. Es precisamente esa suerte de ambivalencia política de la sociedad
lo que hace inviable una maniobra como La
Salida, que nuevamente, supone el cese del gobierno chavista como respuesta
a la demanda de – en el más ideal de los casos – la mitad de la sociedad
venezolana activamente en la calle. Es
imposible, léaseme bien, imposible
imponer la voluntad soberana del pueblo, aun en una situación de absoluto
secuestro del Estado por parte del chavismo, cuando no existe una gran mayoría
nacional que represente el inmenso e irrevocable deseo de la población en
cuanto a la permanencia o no de un grupo político en el gobierno, bajo los
preceptos que rigen la democracia aun en desobediencia civil y sin que ello
signifique un golpe de Estado. Es contradictorio el discurso de La Salida
cuando se reconoce la división igualitaria de la población (que no es lo mismo
que del país, el país también contempla al Gobierno, la fuerza armada y dentro
de la misma población ese segmento que está armado y organizado para defender
su cuota de poder) pero a la vez propone la imposición de una Voluntad Popular que ni siquiera está
definida; es decir, le dice al pueblo opositor que es posible deponer el mal
gobierno de Maduro sin hacer previamente un trabajo de captación del sector
inconforme del chavismo y su posterior articulación para la consecución
efectiva de objetivos, a través de la participación activa de la ciudadanía en
los sectores marginales, lo que en
criollo se denomina: vender humo.
Las
expectativas sobredimensionadas que crea el discurso populista generan una
reacción impulsiva y desordenada de quienes reciben el mensaje. Este impulso, tan
brusco como vigoroso, ciertamente puede ser útil para arrancar otros procesos
que de forma indirecta desaten una cadena de eventos favorables que terminen
por cristalizar los objetivos primarios, y en eso le doy la razón a
López/Machado. Pero para que eso ocurra tiene que existir una dirigencia
política apta que canalice y ordene ese impulso de forma tal que no se diluya
producto de la ineficacia y que por el contrario, su acción se focalice en
aquellos medios donde puede desatar otros acontecimientos deseables. Pero
también en ese sentido hemos fallado (y aquí comparto la culpa porque reconozco
no haber hecho nada por ser parte de esa dirigencia en mi entorno, en mí caso,
estudiantil) al dejar a la libre interpretación de la población que compró el
discurso la forma de protestar, los horarios y los sitios, lo que ha terminado
por generar este desorden de barricadas y guarimbas en puntos históricamente
opositores de las ciudades históricamente opositoras, encerrándonos en nuestras
propias calles, tragando nuestro propio humo, durante las noches cuando la
guardia y los colectivos vienen a masacrar. No es que la barricada esté
completamente mal, pues sirve para mantener vivo el movimiento mientras que en
la Mesa de la Unidad se acaban los puñales y se decantan por una u otra
postura, pero es a todas luces una protesta estéril e infructuosa que por demás
se alimenta del abuso Guber-y Paraguber-namental puesto que, y en ese sentido
dejémonos de formalismos, es la represión lo que hace interesante a la rebelión.
Además de todo cuando López se hace apresar – porque era obvio que el gobierno
iba inventar algún pretexto para encarcelarlo – le echa leña a esa hoguera que
es el ánimo de la gente harta de esta miseria en la que la Revolución ha
convertido al país y que está dispuesta a fajarse con quien sea para sacar al
gobierno y, ahora con renovados vigores, sacar a su líder de la cárcel. No hay
nada más romántico que un
encarcelamiento injusto y la subsecuente tragedia de su rescate, eso lo sabía
López y con ello se logró posicionar cuidado y si no como líder absoluto de la
oposición – todo esto en desmedro de Capriles, que no hace falta decir cuánto
ha hecho por la democracia – con la mira puesta, quizás no en el corto plazo,
pero si definitivamente en Miraflores.
Toda esta
zambumbia política-social-económica, tristemente acompañada de jóvenes muertos,
heridos, torturados, violados y desaparecidos; con un desbordamiento del uso
infame y represivo de la fuerza bruta de las manos armadas (militares y
colectivos), que no hace otra cosa más que desenmascarar ante el mundo – aunque
a los efectos internos eso es de poca y ninguna ayuda – el carácter abusivo,
estalinista y dictatorial de este régimen; todo este caos le viene como anillo
al dedo al gobierno para zafarse una vez más de la responsabilidad de su
ineptitud ante su parcialidad. Como una piedra de pelar ajos, el chavismo ha
empleado la misma táctica de desviación de atención desde que llegaron al poder
y la oposición, sistemáticamente y de forma absurda, le ha comprado la pólvora.
Las guarimbas y barricadas, todas atribuibles a La Salida, son insumos de excusas para justificar los males que
ellos mismos crearon – sobre todo la escasez que es el fenómeno con mayor costo
político asociado – por su ineptitud en el manejo del país. No van a demorar,
si es que ya no lo están haciendo, los funcionarios que salgan a declarar que
la escasez es porque los camiones no pueden circular por las barricadas, o que
el racionamiento de comida en PDVAL es por saqueos y problemas en el transporte
fruto de los “grupúsculos violentos
fascistas, mil veces fascistas” como ahora se han empeñado en llamar a los
manifestantes estos tipos fachos del
gobierno.
La
incapacidad de rebatir el discurso adoctrinador y el flujo de información
manipulada que emana del sistema gobbeliano y hegemónico de información oficial, estratégicamente
elaborado para dar vida de forma masiva a cualquier fantasía retorcida que
fecunden las mentes castrenses, castradas y castro-comunistas de la élite revolucionaria, representa una
desventaja abismal. Tal será el poder
de distorsión de ese aparato que fue capaz de hacer invisible en la redoma de
Petare una concentración de 9 cuadras en la av. Francisco de Miranda a la
altura de La California a solo un kilómetro de distancia. Olvídese de que con Twitter
y Facebook será posible ni siquiera acercarse al poder de una cadena nacional,
menos repetida sistemáticamente, con un discurso manipulado y estructurado para
aniquilar cualquier posible consideración de la oposición como alternativa
política no violenta en la mente de un chavista.
¿Cuáles son
las alternativas para la oposición? ¿Mantenerse quemando cauchos y haciendo
barricadas? Por sí solo es estéril y muy costoso socialmente ¿Una guerra civil?
Imposible, además de ser una infamia no hay posibilidad de combate cuando se
enfrenta al ejército regular, al irregular, a los colectivos armados, la
milicia y el pueblo chavista. Una guerra civil es imposible, una masacre suena
más factible. ¿Asumir la conducción absoluta de la protesta? Es lo más
razonable, pero implica definir una línea clara que no es popular en estos
momentos. Es necesario que alguien (Capriles está llamado a hacerlo) haga una
exposición sin pelos en la lengua de la situación, le diga a la gente que se
deje de esa pendejada de estar quemando calles y que se active a marchar
masivamente y a patear calle en los
barrios y caseríos. Cada vez que hay una cadena, cada vez que un chavista pasa
por una calle trancada, cada vez que se produce una situación anárquica, cada
vez que eso pasa y pasa por la mente de un chavista descontento, la oposición
se debilita; no porque pierda adeptos sino porque se cierra las puertas para
ganarlos, es una especie de auto-campaña de descrédito. Piénselo así, si usted
está incómodo con su líder y está buscando una nueva propuesta, no va a optar
por la de los cauchos en llamas y los tipos con capuchas.
Ojalá yo
esté equivocado en todo lo que dije, y más aún, ojalá aún no sea demasiado
tarde.
RL