viernes, 21 de abril de 2017

En solidaridad con José Guerra.



"Lo que el maestro es, es más importante que lo que enseña"  Karl Menninger 

Dos de las cosas que más me sorprendieron de él cuando le conocí fueron su dicción y los ejemplos que utilizaba para explicarse. Hablaba muy rápido, y a veces era hasta difícil comprender lo que decía porque su pronunciación era muy particular. Sabía que era oriental, eso explicaba bien por qué hablaba así. Para entonces yo tenía una novia cumanesa y tenía afinado el oído para el acento de la gente de aquellos lares, lo cual me ayudó bastante en clases. Lo otro eran sus ejemplos. Cuando yo entré a la universidad, hace cinco años, lo hice imaginándome que había puesto un pie en el Olimpo, en un lugar glorioso, aristotélico, casi místico, donde todo eran tecnicismos y palabras complicadas, típicas de la soberbia académica. Pero este señor explicaba la ley de la demanda hablando de leche infantil y viajes en peñero. Y así con todo. Cuando nos tocaba hablar de la racionalidad de los consumidores, entonces las situaciones hipotéticas eran en un cafetín o una venta de pescado; o como cuando nos enseñó sobre los activos financieros, que nos dijo que los activos líquidos servían para financiar consumo rápidamente, y que el problema con los profesores universitarios era que tenían muchos activos intangibles pero pocos líquidos, a lo que nos mostró su billetera con un billete de 2 bolívares dentro. 

Ya con eso no se compraba nada. 

Yo sabía quien era desde ver la primera clase de "Introducción a la Economía I" en el primer semestre. Lo pasaban con frecuencia en la radio y la televisión y para un adolescente la idea de ver clases con alguien así es muy emocionante. Por lo menos para mí lo era. Yo quería ser el mejor de la clase, entonces me puse a leer el periódico todos los días, especialmente la sección de economía del "Tal Cual" donde él tenía una columna. Me interesé mucho por los temas de actualidad, y empecé a hacerle muchas preguntas sobre cosas que nada tenían que ver con la clase y que seguramente nadie entendía, porque solo llevábamos dos semanas de clases. Yo era ese estudiante intenso y fastidioso. 

Esa materia fue mi primera buena nota de la carrera. En sus clases, siempre nos hacía énfasis en que los buenos estudiantes de economía debían tener actitud, actitud de economista, y que un buen economista era un tipo aplicado, responsable, pero fundamentalmente: humano. Recuerdo que en una clase nos dijo que el error de muchos profesionales es pensar que quienes pagan las medidas de ajuste son números y no personas, como si no hubiesen rostros detrás de esas familias que sufren. 

Con el tiempo llegué a conocerlo mejor. Supe que era oriundo de Río Caribe, un pueblito más allá de Carúpano, en el Estado Sucre, al oriente del oriente, de orígenes doblemente humildes: uno por lo económico y otro por lo buena gente del oriental.

Después yo avancé en la carrera, y tuve la oportunidad de colaborar con él como asistente académico. Luego entré al Club de Macroecomía y allí hicimos varias denuncias a la entonces nobel política de Nelson Merentes de esconder las cifras económicas que el Banco Central producía, y produce, para la nación. Fue así como entendí que ser un buen estudiante es mucho más que sacar buenas notas, más aún si se es ucvista, es necesario levantarse contra lo vil, contra lo injusto, alzando la voz de protesta parado firme en las bases del conocimiento.

Cuando nos fuimos a la calle a exigir un presupuesto justo para nuestra universidad, uno de los pocos que nos acompañó fue él. Ahí fue donde me enteré que era un veterano en esto de las luchas sociales. Siempre nos apoyó en nuestras iniciativas, y nos instó a no tenerle miedo al gobierno, porque como decía Roosevelt, a lo que hay que tenerle miedo.. es al miedo mismo. 

Ya estoy en mi último semestre de carrera. En lo que espabila un mono, como nos dijo una vez, llegamos al fin de esta primera parte del camino. 

Hoy los esbirros del régimen de Maduro lo persiguen por hacer lo que nos enseñó: defender la justicia con las armas del conocimiento. El aquelarre que hoy tiene secuestrada a la República pretende imputarle delitos terribles, en retaliación a las innumerables denuncias que ha hecho sobre el manejo ladino e irresponsable que han hecho de las arcas nacionales, usando como arma el conocimiento... la única arma que esgrimimos los hombres justos. 

Todos los que lo conocemos sabemos que todas estas injurias son falsas y que lo que buscan es silenciar una voz que por años ha denunciado la ineptitud y la injusticia, precisamente, porque hoy son esos ineptos e injustos quienes le causan el mayor sufrimiento a los conciudadanos más necesitados. 

Pero es tarde ya para silenciar esa consigna, hay varias generaciones de profesionales que nos hemos formado con ella y nos encargaremos de hacer que perdure y se respete, a pesar de la infamia que hoy nos oprima. 

Yo soy un estudiante más, pero allá afuera hay cientos más que pensamos igual y estamos agradecidos por la formación que recibimos y nos solidarizamos contigo en esta hora. 


Gracias por tanto Guerra,

Seguimos en la lucha.