El pasado miércoles 22 la Asamblea Nacional aprobó en
primera discusión el proyecto de Ley para
revertir el Desgaste del Salario, presentada por el diputado de Primero
Justicia Tomás Guanipa.
Esta ley hace su aparición en la coyuntura local como un caballo de Troya, justo después de que
el TSJ en otra de sus borracheras jurídicas decidiera dejar sin efecto la ley
que obliga al Banco Central a consultar a la AN para contraer obligaciones en
moneda extranjera (http://bit.ly/2ajarx0).
Aunque se sabe poco, se dio a conocer que la ley propone la
formación de una comisión especial en la AN que revise trimestralmente la
escala salarial para luego realizar su indexación de acuerdo a la depreciación
del tipo de cambio nominal, (http://bit.ly/29QV22T)
con miras a mantener su valor real ante las altas tasas de inflación. Una maravilla chico.
Para el mes de mayo, la inflación en alimentos (registrada a
través de la canasta alimentaria del CENDAS) fue del 22,6% (mayo-junio),
arribando a los 226.462,17 Bs, esto es
6.73 salarios mínimos, en un país donde el ingreso promedio por hogar
era tan solo de 3 según cifras oficiales (http://bit.ly/1KFJ34U).
Esta realidad ha generado un empobrecimiento titánico de la población, el cual se ve
reflejado en una contracción del 10% del PIB en el primer trimestre del año según
una fuente cercana al BCV. Ante tan grave situación, el Gobierno Bolivariano no solo ha destinado sus energías a justificar
esta debacle a través de la retórica de la guerra
económica mundial y el fin del superciclo
de las materias primas en 2012, sino que la respuesta más brillante que ha dado
a la población es poner a sus cuadrillas políticas a repartir bolsas de comida
casa por casa, cobradas en efectivo, sin factura, sin control y de vez en
cuando. ¡Pero ya va a funcionar, aguanten!
El proyecto de ley introducido por Guanipa es una respuesta
a esta problemática y una concreción de lo que fue su principal slogan de
campaña electoral (http://bit.ly/29YSUEY). El problema con la propuesta es que es un absurdo.
Un absurdo que tiene sus raíces hermanadas con la tradición chavista de
aumentos salariales, que termina atacando las consecuencias y no las causas de
los problemas que busca solucionar.
Indexar los salarios a partir de un índice del tipo de
cambio nominal es, más temprano que tarde, dolarizar la economía. ¿Por qué?
Porque si la variación de los salarios es compensada en una suma equivalente a
la depreciación del tipo de cambio nominal, lo que estás haciendo es que los
salarios se aten a un valor constante en dólares ¿cierto? Ahora bien, en el
proceso de negociación laboral, digamos de un nuevo contrato, los trabajadores
conscientes de la indexación negociarían directamente en términos de un valor “real” (o sea en dólares), el cual iría
variando en términos nominales (cantidad de bolívares) conforme se va
depreciando la moneda. Siendo los salarios un componente fundamental de los
costos de producción, los contratos entre las empresas empezarían a reflejar
esta nueva modalidad celebrando sus acuerdos también en términos de un valor
constante (o “real”), esto es, en
dólares.
Pero cuando todos los contratos se realicen en términos de
un valor en dólares ¿para qué alguien querría usar los bolívares? Es de
esperarse que paulatinamente las transacciones comiencen a realizarse en moneda
estadounidense hasta abandonarse completamente la moneda, y con ello, eliminar
la inflación. Hasta aquí tiene sentido ¿no? El problema con esto (además de las
discusiones sobre el valor social que tiene la autodeterminación monetaria) es
que para dolarizar hacen falta dólares. Consciente de este requerimiento,
Guanipa presupuesta 2 mil millones de dólares para llevar a cabo el
experimento, una vainita. Solo para
hacer un ejercicio sobre el valor que ese monto representa en este momento,
bastará con decir que para el día 18 de julio las Reservas Internacionales en
posesión del BCV fueron de $ 11.943
millones y que de ese monto hay una inmensa mayoría en oro, derechos especiales
de giro y magia negra contable. Y ni hablar de eso en términos de importaciones
de medicinas y alimentos; todo esto aparte de los $ 10.032 millones de
deuda externa que la república debe pagar en 2017.
Lo que parece es que la dolarización “salarial” es en este momento una solución demasiado costosa y poco
viable. Más aún si partimos de la premisa que para un nuevo gobierno – que desde
su posición como dirigente de PJ le convendría convencernos de que está pronto
a llegar – tener disciplina fiscal y objetivos de tasas no tendría por qué ser
una misión imposible. La inestabilidad
de precios es una prueba superada por el mundo hace muchos años, y las reglas
fiscales y monetarias necesarias para lograrlo cuentan con un extenso soporte
para alcanzar su aplicabilidad en presencia de un gobierno serio ¿Somos los
venezolanos incapaces de administrar nuestra propia moneda? ¿Es mejor renunciar
a ese derecho? Yo creo que no. Dolarizar para acabar con la inflación es como
usar un rifle para matar una mosca.
Pero hay otro problema con indexación. Los aumentos
salariales generan incrementos de precios por una razón muy simple: estás
poniendo a una mayor cantidad de bolívares tras la misma cantidad de bienes,
por lo que necesariamente los precios deben subir. Al final del día, el aumento
no tiene ningún efecto real e incluso puede resultar hasta contraproducente.
Adicionalmente, a través de los costos los salarios afectan
la competitividad de las empresas locales, lo que necesariamente debe ser
compensado con un aumento del tipo de cambio. Pensemos por un momento en Mcdonalds.
Si los salarios de los empleados en Caracas se elevan, para asegurar que el Big
Mac siga costando lo mismo que en Nueva York el tipo de cambio debe aumentar
para compensar el efecto. Esto ocurre en mayor o menor medida en toda la
economía (dependiendo de cuan afilado esté el sable de la SUNDDE) y es un
resultado natural del comercio internacional.
En el apéndice al final del texto se puede evidenciar, utilizando
un modelo simple, cómo la indexación bajo el marco propuesto por Guanipa
aceleraría la escalada de los precios ad
infinitum. La razón se encuentra en varios años de protagonismo del “dólar paralelo” como referente en el
mercado cambiario, el carácter especulativo inherente a un mercado poco
organizado y la alta participación que tienen las importaciones sobre la
canasta de consumo final de los venezolanos.
Este caso es un buen ejemplo de como la legislatura, en los
últimos años ha apuntado a imponer de jure
una forma a los hechos, sin considerar la relación bidireccional entre la
economía y la política, como si se tratara de un acto de magia. En la ley está
prohibido matar y robar ¿me explico?
La preocupación del diputado Guanipa es comprensible,
totalmente válida y común a todos los venezolanos. Sin embargo, las soluciones
no pueden provenir del mismo espacio de donde salieron los errores que nos
trajeron hasta aquí. Puede que este proyecto tenga como verdadero fin servir
como arma política, para intimidar al gobierno con sus mismas estrategias
populistas, pero ¿es esa la forma en la que Guanipa va a recuperar el país?
Espero que no, y que no le hagan caso.
En la oposición venezolana hay técnicos de altísima calidad
y que seguramente pueden hacer congeniar a la economía con las restricciones
políticas, pero no soluciones sacadas de un sombrero, sino con alternativas
probablemente menos expeditas pero seguramente más duraderas.
Apéndice
Un modelo básico de
inflación de costos con inercia y deslizamiento periódico del tipo de cambio
nominal nos dará una noción de los efectos de un esquema de indexación salarial
1:1 a la depreciación del tipo de cambio.
Sea la inflación en el período
“t” dada por la expresión:
P'(t) = a*w'(t) + b*s'(t) (1)
Donde P'(t) es la inflación del
período actual, w'(t) es la tasa de aumento salarial, s'(t) la depreciación del tipo
de cambio nominal y a,b son los pesos relativos.
Por su parte, los sindicatos
renegocian cada período el aumento salarial en función a la inflación observada
en períodos anteriores, en el caso de la ley propuesta, del trimestre pasado
(t-1). Así, la inflación salarial vendrá dada por:
w'(t) = c*P'(t-i) (2)
Donde “c” es un parámetro que indica el poder de negociación de
los sindicatos y está definido c[0,1].
De otro
lado, el tipo de cambio nominal se deprecia a una tasa que depende de la
inflación pasada para satisfacer la condición de paridad de poder de compra
(ppp), así:
s'(t) = d*P'(t-i) (3)
Donde “d” es un parámetro de ajuste cambiario, constante y
definido d[0,1]
Sustituyendo
(2) y (3) en (1) tenemos que:
P'(t) = a*[c*P'(t-i)] + b*[d*P'(t-i)] (4)
Imponiendo
la condición de indexación salarial 1:1 de la ley, d=c, por lo cual podemos
reescribir (4) como:
P'(t) = (a+b)c*P'(t-i) (4.1)
Si tomamos
la solución general para una ecuación lineal en diferencia:
Y(t) = A*b^t + c
Donde c = 0, y bt = [(a+b)*c]t y bt >1
A pesar de no contar con estimaciones, la prolongada exposición
a un esquema cambiario disfuncional ha podido haber alineado las expectativas
de los agentes en torno al efecto de la depreciación del tipo de cambio nominal
sobre la inflación, así como el factor especulativo que subyace tras un mercado
poco transparente. Entonces,
bt = (a+b)*c , pero (a+b)>1, entonces,
(a+b)*c>1, por lo cual bt
>1
Apoyándonos en la solución general, para bt >1 la
variable sigue una trayectoria exponencial creciente.