lunes, 11 de agosto de 2014

"Nunca supe sino hasta que me despedí de él si se trataba de un secuestrador o del mejor mensajero del mundo"



Quisiera compartir una historia sobre algo increíble que me pasó: estando en Margarita una persona me llama desde un teléfono particular desconocido para decirme que ya está llegando a mi casa para llevarme el pasaporte - yo había contratado el servicio en la oficina del SAIME cuando fui a hacer el trámite hace unos meses atrás - me dicen que ya vienen por el parque Sanz y que baje. Se trataba de una voz masculina, amable aunque apurada, con un ruido de fondo con olor a smog y aceite quemado que entonaba con su acento de pocos libros y mucho trabajo. Ya yo no estaba paseando, cuando uno camina por los pasillos del Parque Costa Azul no espera una llamada de ese tipo, mucho menos un sábado a las 3pm. Entre el miedo y el asombro respondí que me encontraba en la isla y que no podía recibirlo, él respondió preguntando si no había alguien más en casa que lo recibiera, pero le respondí que no. A tal imposibilidad, el hombre me dice que él me puede hacer el favor de guardármelo y que luego nos podemos encontrar en la zona para dármelo, "a título de pana" ya que él era vecino de la California Norte; me argumentó que si no me lo entregaba personalmente el documento debía a ir a una especie de almacén central del SAIME donde probablemente se perdería y después no lo podría recuperar.  Más extraño aún fue que me preguntase cuánto era el costo del envío del documento, para luego responderse así mismo diciendo 120 Bs; también me hizo énfasis en que no me olvidase de poner algo para “su propinita”, yo le dije que sí que no había problema con eso, luego él sacó la cuenta y me dijo como de forma dubitativa que serían 170 bolívares. Yo le respondí que estaba bien.

El simple hecho de que me llamaran para decirme que me iban a dar mi pasaporte después de 4 meses de espera ya era algo emocionante, pero que además de eso fuese un sábado a las 3 de la tarde, y que me ofreciesen guardármelo para luego dármelo "a título de pana" sin mayor consideración, produjo en mí un efecto estupefaciente. Todo esto mientras caminaba hacia el estacionamiento del centro comercial, teléfono en mano.

Le pregunté si no podía mandarlo a casa de un primo que vive en la California, a lo que me respondió que sí, entonces  le dije que iba a confirmarle y lo llamaba de vuelta, él volvió a insistirme en la posibilidad de guardármelo en caso de que mi primo no estuviese y volvió a advertirme del destino que podía correr el documento si lo devolvía a la central. Quedamos en que le devolvería la llamada. Ya había salido del aire acondicionado del centro comercial y estaba en el carro de mi amiga y profesora Zonia Marcano, con quien estaba paseando; entonces la cabina del carro se convirtió en el mismísimo infierno prendido por el calor abrazador que produce el solazo margariteño en el latón expuesto a medio día, aunado con el pandemonio interno que me rasgaba los sesos pensando en que si perdería mi pasaporte, que si era un intento de secuestro, que si mi primo estaba o no, que si en este país todo era una matraca.

Llamo a mi primo y le pregunto si me puede hacer la vuelta, me dijo que sí, que no había problema. ¡Uf! Menos mal, problema resuelto. Llamo de vuelta al hombre y le digo que sí, que puede pasar por donde mi primo y le doy la dirección, él me responde que todo chévere y que no me preocupe, sí me recuerda que no me olvide de su propinita, que unos “50 bolivitas” al menos, y me desea un feliz viaje, cuelgo el teléfono. A todas estas yo había olvidado decirle a mi primo lo que tenía que pagar, entonces lo llamo otra vez y le pregunto si me puede hacer el favor de poner la plata, que yo le pago al llegar; pero me contestó que ahí si no me podía ayudar porque estaba limpio y no había más nadie en la casa. ¡El cdlm, otra vez a parir la vaina! Ya estábamos como a la altura del Lagunamar, vía playa el agua. Empecé a quejarme del servicio: ¡que a quién se le ocurre llevar eso un sábado!, ¡qué bolas estos matraqueros del coño!, ¡por eso este país está vuelto un desastre! A todas estas, Zonia haciendo uso de su acento margariteño, capaz de hacer ver cualquier problema como una tontería sintetizada en esa caídita de la voz que hacen al compás de que te dan la solución al asunto, me decía: “¿mijo pero en qué país crees que estás tú?”.


Decidí llamar a mi papá. Le cuento el lío y le pregunto si él no me puede hacer el favor de recibir el pasaporte. Su respuesta fue muy clara: “hijo estos no son horarios ni formas de andar entregando esa vaina, llama al tipo y mándalo al carajo, que te lleve tu vaina el lunes y punto”, a lo que luego suavizó diciendo “si la vaina se pone dura, avísame para decirle a los vigilantes del edificio que te lo reciban”. Luego hubo un silencio. El estupor de las matas secas de Paraguachí se metió por el vidrio torcido de la ventana y detuvo el ventarrón de emociones que me estaba cayendo. Así como en cámara lenta, pensé en las palabras de mi papá “(…) manda al tipo al carajo” “dile que te lleve tu vaina el lunes”; fue como cuando Morpheus esquivó los tiros en Matrix. Recobré los bríos, el aire volvió a correr, decidí llamar al tipo. Marco el número y me atiende rápido, ya yo me identificaba como “el chamo que está en Margarita”, y entonces le conté la imposibilidad de mi primo; acto seguido, le pregunto con tono acomodaticio, esperanzado, así por debajito como uno le habla a los funcionarios públicos en las oficinas, “¿mi pana tu no me puedes llevar esa vaina el lunes?”. En mi mente había una moneda dando vueltas en el aire, en un lado decía pasaporte y en el otro: infierno. Con voz dicharachera, el hombre respondió: si va mi pana, no hay rollo con eso. Y entonces todo cambió, así como las gradas se levantan cuando anota el equipo local para pasar del silencio espectador al rugido de celebración, así estaba yo. Le di las gracias, que le agradecía mucho y que disculpase las molestias; traté de comentar un par de cosas como para congraciar su gesto y  le dije que yo volvía de viaje el domingo en la tarde; pero entonces sucedió otra cosa inesperada: me dijo: “¿ah, mañana? Pero si quieres te lo puedo llevar mañana en la noche”. Volví a caer en el desconcierto. Ya el personaje me había inspirado un mínimo de confianza, pero cuando dijo eso todo se desplomó. Pensé: ¿¡Quién demonios va a repartir un pasaporte un domingo en la noche!? ¿¡Quién demonios hace nada de trabajo en este país un domingo en la noche!? Para salir del paso le dije que el vuelo llegaba muy tarde, que mejor el lunes. Él dijo que ok, que a primera hora me estaba llamando.

Desde ese momento y hasta que Zonia me dejó en Playa El Agua lo que hice fue formular conjeturas sobre si estaba en presencia de una estafa o algún plan delictivo, o si se trataba en efecto del mejor mensajero del mundo. Hicimos consideraciones sobre la factibilidad de que fuese un secuestro o algo por el estilo, en verdad no había motivo alguno para pensar eso más allá de la increíble disposición a trabajar del hombre, cosa que rompía como un martillo el molde de empleado público venezolano que tenemos. Terminado el suceso, llamé a mi papá para darle el nuevo status y me dispuse a tomar Heineken, comer pescado y disfrutar de mis últimas horas en la isla; recuerdo haberle dicho a Zonia: “no quiero volver a Caracas, ni siquiera he llegado y ya me está atormentando”.

Llegó el lunes en la mañana y yo iba a recibir mi pasaporte. Me levanté temprano y puse el celular a cargar en el único lugar de mi casa donde hay suficiente señal como para que entren las llamadas; le coloqué el volumen al máximo y activé la vibración, y me puse a hacer los quehaceres en la sala. Se me ocurrió meterme en la página del SAIME para consultar el status de mi trámite – cosa chévere que tiene el servicio – y decía que el pasaporte estaba impreso pero que no había sido llevado a la oficina y mucho menos entregado a mí. Eso me generó más suspicacia aún, llamé a su 0800 tratando de hablar con alguien que me aclarara, pero la contestadora terminó por decirme que si tenía algún comentario lo mandase por correo. Desistí de tal intento. Nunca llegué a guardar su número pero ya lo reconocía porque empezaba con un 71 y era 0416. Como a eso de las 8am le mandé un mensaje de texto diciéndole: “Epa es Rafael el muchacho del pasaporte en la Sanz que estaba en Margarita, avísame cuando vayas a pasar para estar pendiente, saludos”. Al poco rato me llamó y me dijo que andaba por la Urbina y que pasaría en el transcurso de la mañana, otra vez con el mismo tono apurado, dicharachero y cercano; le dije lo que había visto en la página sobre el status del trámite a lo que me respondió “hermano yo lo tengo en mi mano”, no tuve objeción. También le pregunté si debía entregarle el comprobante con sello morado que te dan en la oficina, a lo que me respondió que no hacía falta, que él no se enrollaba por eso, que si quería lo plastificara y lo guardase de recuerdo y se rio, yo fingí también reírme.  Me volvió a decir que no me olvidara de su propinita, le dije que estuviese tranquilo.


Como a eso de las 10:50am sonó el teléfono, fui corriendo a contestar y vi el 005841671(…), era él. Me dijo que estaba abajo, que bajara. Le pedí a mi hermano 150 bolos prestados porque la noche anterior me había gastado lo que tenía tomando cervezas en unos chinos en Los Palos Grandes – en verdad mi vuelo de Margarita llegó fue el sábado en la noche, pero no quise que el hombre fuese el domingo y por eso le dije que volvía ese día – también le pedí que me acompañara a ver desde lejitos por si en verdad se trataba de un secuestro o algo; en realidad, nunca supe a ciencia cierta sino hasta el final cuales eran las intenciones reales de esa persona que me llamaba diciendo que tenía mi pasaporte, solo actuaba esperando lo mejor. Bajé con los 170 bolos, el comprobante de sello morado por si acaso y mi hermano. Al salir al portal vi desde lejos a dos personas, un señor de lentes y cachucha de cuero – de estas que usan los señores que juegan al dominó – de unos 50 años, y otro con un casco y chemisse marrón, de unos 37 que asumí era el mensajero; tenían buen aspecto. Salí y el hombre me saludó – “¿Rafael?” – Sí, mucho gusto. – Un placer vale, tú eras el que estaba en Margarita. – Sí, era yo, disculpa la molestia –No tranquilo ¡qué bueno estar de viaje! (risas). La voz apurada y dicharachera, ahora con imagen y forma, me entregó mi pasaporte, me dijo que revisara que todo estaba en orden y en efecto, todo estaba bien. Le ofrecí nuevamente el comprobante y me dijo que no, que solo debía firmar una factura como recibido porque ese comprobante expira al mes de hacer la solicitud y ya no valía de nada – luego leí en la parte inferior del papel y confirmé lo que dijo – Le di nuevamente las gracias; ya había terminado esa aventura psicológica de escenarios múltiples y consideraciones fundamentadas en prejuicios y experiencias previas, angustia, molestia, miedo, incertidumbre, todo eso en una espiral de especulación que para él nunca existió. Me dijo que estaba a la orden, que en él tenía un pana – Ya tienes mi número, aquí tienes un pana. Le pregunté si hacía encomiendas y me dijo que sí, a lo que me dio su tarjeta. Le di el dinero con su propina y le volví a agradecer por su servicio, le felicité por su trabajo y le di un apretón de manos. Él sonrió y se fue.

El protagonista de esta historia es Frank Manuel, tiene unos 37 años, es moreno y trabaja repartiendo encomiendas. También es emprendedor y tiene una empresa de fabricación de productos artesanales que van desde aceite de oliva y miel de abeja hasta jalea real y vinos artesanales. Nunca supe sino hasta que me despedí de él si se trataba de un secuestrador o del mejor mensajero del mundo. Todo esto sucedió hace como una hora, del lunes 11 de agosto de 2014. Sentí la necesidad de escribir algo contando lo sucedido para dejar testimonio de un evento tan sorprendentemente bueno. Esta persona me enseñó a prohibirme decir que en Venezuela todo está perdido; nunca lo estará mientras haya otros como él dando sorpresas en cada entrega y dándonos insumos para hacer las cosas mejor de lo que los demás esperan. No sé cual sea su condición política, a juzgar por el logo en su tarjeta probablemente sienta simpatía por el gobierno, pero no me importa ni en lo más mínimo porque se trata de una persona que agrega valor a este país. La diferencia entre la Venezuela que tenemos y la que queremos no la hace nuestro color de piel, ni si somos pobres o no, ni si somos chavistas o no, ni si tenemos los dientes derechos o volados; la diferencia la hacen los valores que rigen nuestras vidas y como los vivimos en el día a día. Al fondo de la tarjeta que me entregó dice referente a su empresa: “Esta organización contribuye a compartir bienestar con la más importante de las empresas: la familia y el hogar.” Ojalá este texto sirva para contagiarte de esa alegría que me inspiró tan agradable sorpresa, y nos sirva a todos a mejorar y ser mejores personas para tener el país que queremos, así como Frank Manuel, el mejor mensajero del mundo.




FIN

martes, 25 de febrero de 2014

La cagamos, otra vez.



Entre el catálogo de insensateces que puede cometer un político venezolano hoy en día - y especialmente uno de oposición - la mayor de todas ellas es, sin lugar a dudas, desplegar un discurso complaciente que le diga a la masa lo que quiere oír aun cuando el mensaje discorde con la forma coherente de la realidad. Es esa instrumentación discursiva infame la que los politólogos denominan populismo y que tantos réditos ha pagado al chavismo en casi dos décadas de proselitismo y complacencia desmedida. Pero también es la misma receta que recientemente han aplicado los dirigentes Leopoldo López /MCM al dirigirse a la sociedad antichavista y proponerles La Salida al gobierno necrosado de Nicolás Maduro a través de mecanismos difusos, los cuales gozan de receptividad en la masa dado el contexto de obstinación y desespero en el cual se presentan, pero que a la postre terminan siendo estériles dada su naturaleza desordenada, inconexa, desorientada y excluyente de cara al Gobierno (actor principal), el pueblo antichavista y muchísimo más importante, de cara al pueblo chavista (además de otras razones que ya he explicado en publicaciones anteriores). Todo esto en el marco de una crisis económica diagnosticada como crónica y autoinmune, que empezaba – y continúa – a recrudecerse y hacer mella en ese electorado tradicionalmente oficialista pero que cada vez miraba con mayor recelo a Maduro, dado el impacto negativo ineludible que causan la escasez y la inflación, y que cuando volteó al otro lado de la verja para buscar una alternativa, se consiguió con basura y escombros ardiendo en medio de unas barricadas.    


El tema de la crisis económica no es cuento. Como es del dominio público los dos índices con mayor impacto en la sociedad – y principalmente en los segmentos de más escasos recursos – han evolucionado de forma meteórica en los últimos 6 meses alcanzando cifras record que se evidencian en anaqueles vacíos, colas humillantes para adquirir productos regulados, centros comerciales desiertos desde diciembre, contracción drástica del poder adquisitivo y descontento, mucho descontento. Es un error garrafal pensar que al chavista le gusta hacer colas afuera de los Mercales y pdvales para comprar una bolsa de leche, o que no se siente más pobre cada vez que pone un pie en la calle para ir a trabajar; es cierto, hay muchos que se creen la cháchara de la guerra económica – y todas las guerras clónicas que inventan en el laboratorio comunicacional del Gob. – pero hay una porción importante que no, creciente en la medida en que la situación se agrava, formando un mosto político que de no haber incurrido en desenfrenos impulsivos como La Salida, hubiesen significado una capitalización estratégicamente determinante para la oposición.

Aunado a ese caldo de cultivo para el malestar creado y atizado por Giordani, Ramírez, Merentes y su séquito, se encuentra la horizontalidad política que supone un receso electoral de casi dos años, de aquí hasta diciembre de 2015 cuando sean las elecciones parlamentarias. Un receso electoral se traduce en una oportunidad para los partidos políticos – que son las agrupaciones sobre las cuales, en últimas, se fundamenta la democracia – de hacer lo que se conoce como trabajo de base, lo cual no es otra cosa que dedicarse a fortalecer la ascendencia discursiva en los grupos organizados de la sociedad (universidades, sindicatos, juntas vecinales, consejos comunales, asociaciones civiles etc…) principalmente en aquellos sectores donde se tiene menor influencia, es decir en los barrios. La importancia de este trabajo es inmensurable y además ya ha demostrado dar réditos a quienes la han practicado, Ocariz en Petare, Henri Falcón en Lara, Machín en Barinas, son algunos de los escasísimos ejemplos en los que la oposición ha hecho trabajo de base y ha conquistado espacios electorales que antes tenía fuera de su espectro. ¿Cuántas personas cree usted que aportan los sindicatos y los consejos comunales – por mencionar solo dos tipos de organizaciones sociales – a las concentraciones del chavismo?, motus proprio o no, tenga la seguridad de que son muchas y a través de ellas se consiguen muchos votos en las elecciones; lo mismo pasa con los partidos políticos y su capacidad de acción, la cual se nutre del trabajo y capacitación de sus activistas. Hoy por hoy la oposición no tiene una maquinaria comparable ni en los más idílicos sueños a la del chavismo, la cual le permita articular esfuerzos para la consecución de objetivos (marchas, elecciones, concentraciones etc), y por eso es incapaz de penetrar con eficiencia en los fortines rojos los cuales han sido blindados sin descanso durante 15 años. Y como si todas estas desventajas estratégicas fueran poco, está el resultado de las elecciones municipales del 8D, que fueron planteadas por iniciativa propia de la oposición como un plebiscito y que significaron una derrota electoral además de una legitimación del gobierno de Maduro, quiérase o no, que termina por restar más fuerzas al argumento sobre el que se plantea La Salida, de que la mayoría del país desaprueba la gestión de Maduro. Es en este contexto donde López y Machado emprenden su aventura de insurreccionar al pueblo ante el mal gobierno y los abusos para que, como una aplanadora, este imponga su voluntad soberana a los excesos de la partidización del Estado y se reestablezca el estado de derecho en la nación. 

La insurrección popular es el mecanismo último de restitución de la voluntad nacional cuando el Estado ha sido secuestrado por un grupo de poder, impidiendo que los mecanismos de alternancia y cambio previstos dentro de sí mismo (la Constitución) sean valederos para cesar la opresión del pueblo representado por su gran mayoría, si el sistema fuese democrático. Mayoría, esa es la palabra clave para comprender la inconveniencia del emprendimiento de López/Machado en el contexto descrito anteriormente. Existe un consenso entre los venezolanos sensatos (descarte de una vez a la cúpula chavista) sobre la fractura casi simétrica de la población en dos partes que se contraponen la una a la otra en un incesante juego de destrucción que impide, además del progreso y el desarrollo idóneo del país como Nación, la imposición de la voluntad absoluta de una facción sobre la otra, al menos sin que eso signifique una resistencia sensible que genere un clima de tensión y separación social funesto al tanto que propicio para la proliferación del radicalismo y la violencia. Es precisamente esa suerte de ambivalencia política de la sociedad lo que hace inviable una maniobra como La Salida, que nuevamente, supone el cese del gobierno chavista como respuesta a la demanda de – en el más ideal de los casos – la mitad de la sociedad venezolana activamente en la calle. Es imposible, léaseme bien, imposible imponer la voluntad soberana del pueblo, aun en una situación de absoluto secuestro del Estado por parte del chavismo, cuando no existe una gran mayoría nacional que represente el inmenso e irrevocable deseo de la población en cuanto a la permanencia o no de un grupo político en el gobierno, bajo los preceptos que rigen la democracia aun en desobediencia civil y sin que ello signifique un golpe de Estado. Es contradictorio el discurso de La Salida cuando se reconoce la división igualitaria de la población (que no es lo mismo que del país, el país también contempla al Gobierno, la fuerza armada y dentro de la misma población ese segmento que está armado y organizado para defender su cuota de poder) pero a la vez propone la imposición de una Voluntad Popular que ni siquiera está definida; es decir, le dice al pueblo opositor que es posible deponer el mal gobierno de Maduro sin hacer previamente un trabajo de captación del sector inconforme del chavismo y su posterior articulación para la consecución efectiva de objetivos, a través de la participación activa de la ciudadanía en los sectores marginales,  lo que en criollo se denomina: vender humo.


Las expectativas sobredimensionadas que crea el discurso populista generan una reacción impulsiva y desordenada de quienes reciben el mensaje. Este impulso, tan brusco como vigoroso, ciertamente puede ser útil para arrancar otros procesos que de forma indirecta desaten una cadena de eventos favorables que terminen por cristalizar los objetivos primarios, y en eso le doy la razón a López/Machado. Pero para que eso ocurra tiene que existir una dirigencia política apta que canalice y ordene ese impulso de forma tal que no se diluya producto de la ineficacia y que por el contrario, su acción se focalice en aquellos medios donde puede desatar otros acontecimientos deseables. Pero también en ese sentido hemos fallado (y aquí comparto la culpa porque reconozco no haber hecho nada por ser parte de esa dirigencia en mi entorno, en mí caso, estudiantil) al dejar a la libre interpretación de la población que compró el discurso la forma de protestar, los horarios y los sitios, lo que ha terminado por generar este desorden de barricadas y guarimbas en puntos históricamente opositores de las ciudades históricamente opositoras, encerrándonos en nuestras propias calles, tragando nuestro propio humo, durante las noches cuando la guardia y los colectivos vienen a masacrar. No es que la barricada esté completamente mal, pues sirve para mantener vivo el movimiento mientras que en la Mesa de la Unidad se acaban los puñales y se decantan por una u otra postura, pero es a todas luces una protesta estéril e infructuosa que por demás se alimenta del abuso Guber-y Paraguber-namental puesto que, y en ese sentido dejémonos de formalismos, es la represión lo que hace interesante a la rebelión. Además de todo cuando López se hace apresar – porque era obvio que el gobierno iba inventar algún pretexto para encarcelarlo – le echa leña a esa hoguera que es el ánimo de la gente harta de esta miseria en la que la Revolución ha convertido al país y que está dispuesta a fajarse con quien sea para sacar al gobierno y, ahora con renovados vigores, sacar a su líder de la cárcel. No hay nada más romántico que un encarcelamiento injusto y la subsecuente tragedia de su rescate, eso lo sabía López y con ello se logró posicionar cuidado y si no como líder absoluto de la oposición – todo esto en desmedro de Capriles, que no hace falta decir cuánto ha hecho por la democracia – con la mira puesta, quizás no en el corto plazo, pero si definitivamente en Miraflores. 

Toda esta zambumbia política-social-económica, tristemente acompañada de jóvenes muertos, heridos, torturados, violados y desaparecidos; con un desbordamiento del uso infame y represivo de la fuerza bruta de las manos armadas (militares y colectivos), que no hace otra cosa más que desenmascarar ante el mundo – aunque a los efectos internos eso es de poca y ninguna ayuda – el carácter abusivo, estalinista y dictatorial de este régimen; todo este caos le viene como anillo al dedo al gobierno para zafarse una vez más de la responsabilidad de su ineptitud ante su parcialidad. Como una piedra de pelar ajos, el chavismo ha empleado la misma táctica de desviación de atención desde que llegaron al poder y la oposición, sistemáticamente y de forma absurda, le ha comprado la pólvora. Las guarimbas y barricadas, todas atribuibles a La Salida, son insumos de excusas para justificar los males que ellos mismos crearon – sobre todo la escasez que es el fenómeno con mayor costo político asociado – por su ineptitud en el manejo del país. No van a demorar, si es que ya no lo están haciendo, los funcionarios que salgan a declarar que la escasez es porque los camiones no pueden circular por las barricadas, o que el racionamiento de comida en PDVAL es por saqueos y problemas en el transporte fruto de los “grupúsculos violentos fascistas, mil veces fascistas” como ahora se han empeñado en llamar a los manifestantes estos tipos fachos del gobierno. 

La incapacidad de rebatir el discurso adoctrinador y el flujo de información manipulada que emana del sistema gobbeliano y hegemónico de información oficial, estratégicamente elaborado para dar vida de forma masiva a cualquier fantasía retorcida que fecunden las mentes castrenses, castradas y castro-comunistas de la élite revolucionaria, representa una desventaja abismal. Tal será el poder de distorsión de ese aparato que fue capaz de hacer invisible en la redoma de Petare una concentración de 9 cuadras en la av. Francisco de Miranda a la altura de La California a solo un kilómetro de distancia. Olvídese de que con Twitter y Facebook será posible ni siquiera acercarse al poder de una cadena nacional, menos repetida sistemáticamente, con un discurso manipulado y estructurado para aniquilar cualquier posible consideración de la oposición como alternativa política no violenta en la mente de un chavista. 


¿Cuáles son las alternativas para la oposición? ¿Mantenerse quemando cauchos y haciendo barricadas? Por sí solo es estéril y muy costoso socialmente ¿Una guerra civil? Imposible, además de ser una infamia no hay posibilidad de combate cuando se enfrenta al ejército regular, al irregular, a los colectivos armados, la milicia y el pueblo chavista. Una guerra civil es imposible, una masacre suena más factible. ¿Asumir la conducción absoluta de la protesta? Es lo más razonable, pero implica definir una línea clara que no es popular en estos momentos. Es necesario que alguien (Capriles está llamado a hacerlo) haga una exposición sin pelos en la lengua de la situación, le diga a la gente que se deje de esa pendejada de estar quemando calles y que se active a marchar masivamente y a patear calle en los barrios y caseríos. Cada vez que hay una cadena, cada vez que un chavista pasa por una calle trancada, cada vez que se produce una situación anárquica, cada vez que eso pasa y pasa por la mente de un chavista descontento, la oposición se debilita; no porque pierda adeptos sino porque se cierra las puertas para ganarlos, es una especie de auto-campaña de descrédito. Piénselo así, si usted está incómodo con su líder y está buscando una nueva propuesta, no va a optar por la de los cauchos en llamas y los tipos con capuchas. 

Ojalá yo esté equivocado en todo lo que dije, y más aún, ojalá aún no sea demasiado tarde.

RL


domingo, 16 de febrero de 2014

Aproximación teórica al conflicto venezolano: un enfoque económico.


El trabajo que se presenta a continuación no supone explicar exactamente el conflicto que atraviesa Venezuela ni mucho menos vaticinar el porvenir, es simplemente un ejercicio mental que a mi juicio puede resultar interesante.

Teorización Económica del Conflicto Venezolano

Voy a comenzar por asumir que la confrontación que se presenta hoy en Venezuela entre  los estudiantes que protestan legítima y pacíficamente contra la injusticia,  y el gobierno que nos oprime y amedrenta brutalmente es comparable y teorizable a través de una figura económica: el productor monopolista, o el monopolio bilateral.

Económicamente hablando, un monopolio productivo es una situación de mercado – entiéndase por mercado el espacio teórico donde se encuentran oferentes y demandantes – donde solo existe una unidad de producción – o empresa – que ofrece un determinado bien que no tiene sustitutivos cercanos (Krugman, Wells, 2007). Los monopolios surgen fundamentalmente por dos razones: las barreras a la entrada/salida de la industria. A su vez, estas barreras pueden ser de dos naturalezas: de naturaleza económica (economías de escala, rent-seeking behavior) o de naturaleza legal, típicamente regulaciones especiales que crean esa condición de mercado (concesiones, permisos especiales, ley de hidrocarburos etc…).

 Voy a asumir que los estudiantes que estamos hoy en las calles de toda la Nación tratando de imponer nuestros cuerpos y voces contra el mal gobierno, la represión y la usurpación del estado de derecho conformamos una situación de monopolio de acción social por cuánto hoy representamos el factor de la población descontenta e inconforme que se manifiesta con más fuerza y se enfrenta pacífica pero directamente a los organismos de represión e intimidación gubernamentales y para-gubernamentales. El factor de explotación exclusiva que nos confiere esta cualidad monopolística hoy es: la ausencia de miedo. No tenemos miedo a seguir peleando por nuestros derechos y el de nuestros compañeros porque el costo de oportunidad que nos supone abandonarlos ahora es el goce de la libertad y las oportunidades que ella significa de aquí hasta el día de nuestra muerte; es decir, se nos hace demasiado caro dejar que nos arranquen el país hoy pues no queremos vivir en un futuro oprimido e ideologizado. Desgraciadamente también afrontamos unas inmensas barreras a la salida de nuestra lucha. Las pérdidas lamentables de nuestros compañeros a manos del vandalismo y la anarquía, además de la detención injusta de otros estudiantes que están siendo torturados y tratados como delincuentes, son un peso moral demasiado grande como para permitirnos dormir en paz sabiendo la suerte que ellos corrieron, o mejor dicho, el despotismo les hizo correr. Pero del mismo modo estos hechos lamentables que nos mantienen en lucha son los mismos que dificultan que otros se unan a nuestra movilización. El miedo que muchos sentimos de salir a la calle a manifestarnos son barreras a la entrada que intentan aislarnos en nuestra causa. Esa es la estrategia del Gobierno, la intimidación, el escarnio y la persecución como mecanismos para evitar que el resto de la sociedad civil que también está inconforme con el tren de vida que se le ha impuesto se vuelque a las calles a exigir que se respeten sus derechos. Del otro lado se encuentra el gobierno, que por razones evidentes e incluso consagradas en la constitución dispone del monopolio formal del uso de la fuerza y de las armas regulares (policías y fuerza armada), y si consideramos al chavismo como un polo unitario es necesario adherir los colectivos y bandas de choque al servicio de la revolución que actúan en función del mismo fin avieso: la represión e intimidación del pueblo descontento en manifiesto. 

El Conflicto

Una vez definidos ambos elementos como monopolios, supongamos un mercado donde los estudiantes demandan justicia de forma unilateral y el gobierno la oferta pero a un precio “r” expresado en términos represión. Esto es, el gobierno otorga justicia “qo” en términos de estudiantes liberados que los manifestantes deben pagar a un precio “ro” definido en unidades de represión (r). Dada la convicción y el compromiso de los estudiantes asumiremos que su función de demanda es infinitamente inelástica. Del lado de los costos solo consideraremos los relativos al oferente (chavismo) y tomaremos como único costo la desaprobación y rechazo a la gestión de gobierno por parte del chavismo al uso abusivo de la fuerza, el cual denotaremos (w). Esta presunción está montada sobre el hecho de que existe una cantidad importante de ciudadanos en principio afectos al oficialismo pero que se encuentran descontentos por las repercusiones de la crisis económica y que perciben como un mal - en el sentido económico2 – al uso desmedido de la fuerza para acallar manifestaciones, pues a pesar de su parecer político mantienen valores morales, y el gobierno está consciente de ello. Hay también un supuesto intrínseco asociado a la oferta de liberación de estudiantes y es que estamos asumiendo que la represión entra dentro de la función de utilidad del gobierno. Esto tiene su sostén en que reprimiendo se crean más barreras a la entrada para que menos personas de la sociedad civil se sumen a las manifestaciones, lo cual se traduce como un aplacamiento de la inestabilidad que la protesta significa para el gobierno reportándole así utilidad. Pero por otro lado, esta represión (r) también depende de (w) por el rechazo que esta genera en sectores no despreciables de la parcialidad chavista antes comentada. De otra cuenta, también estamos suponiendo que el fin único de las protestas es la libertad de los jóvenes detenidos y además de la ausencia de externalidades en las funciones de utilidad de ambos agentes. De esta forma, la función de beneficio del gobierno vendría dada por la expresión:

Π = R(r) – w(r)*q

Siendo w el costo por estudiante liberado, R(r) el ingreso percibido por cada unidad de represión suministrada; w(r) el costo político por reprimir; y q los estudiantes liberados

Si los manifestantes emplean su poder de monopolio para elegir el número de estudiantes a ser liberados, digamos q0 = q (es decir, la totalidad de los estudiantes recluidos), el gobierno a partir de su función de demanda de paralización de protestas determinará el grado de represión (r) que empleará puesto que, no puede fijar ambos parámetros (represión y cantidad de puestos en libertad) al mismo tiempo – otro supuesto adicional - . Si el gobierno asume este parámetro q como dado, reprimirá las manifestaciones hasta que dπ/dr = 0, esto es, hasta que el beneficio por reprimir manifestaciones se anule:

dπ/dr = R’(r) – w’(r)*q = 0

R’(r) = w’(r)*q

Es decir, el gobierno va a reprimir hasta que el efecto coercitivo por unidad adicional de represión sea igual al costo político de reprimir una protesta más por todas las anteriormente oprimidas para cada estudiante liberado. Este punto se halla donde la pendiente de la iso-beneficio del gobierno se anula.

Siendo el parámetro “q0” igual a la totalidad de los estudiantes detenidos, esto es, la oferta completa del mercado, y la condición necesaria de maximización de beneficio gubernamental dπ/dr = 0, el gobierno atacará las protestas hasta un punto tal que la represión de una protesta más signifique su función de beneficios se vuelva negativa, es decir, que la opinión adversa del chavista inconforme pese más que la “rendición” de los manifestantes. Aun cuando el precio (r) para ese nivel es el más alto posible (ver gráfico 1.1.), no tiene por qué serlo tanto si asumimos que el costo por reprimir (w) exhibe rendimientos crecientes a escala mientras que el acto coercitivo se desarrolla de forma decreciente a escala. Este supuesto no debe resultar exagerado sabiendo que hay un efecto acumulativo de los abusos previos sobre cada enfrentamiento adicional y que, por el lado de la efectividad de la represión, como habíamos comentado al principio a pesar de las barreras a la entrada el “monopolio” de la lucha contra la opresión se nutre constantemente de nuevos elementos de la sociedad lo cual eleva su capacidad de resistencia y disminuye la efectividad del gobierno. Aunado a esto, cabe mencionarse que en la medida en que pasa el tiempo los manifestantes se organizan y se adaptan a las maniobras represivas, haciendo que la función de disminución de protestas también dependa del tiempo, en correlación negativa [dm = f(r;t) y dm’(t) < 0] (ver gráfico 2.1) pero nunca igual a cero, debido a que suponemos que las contenciones a la protesta siempre tendrán un efecto positivo (en el sentido de su aplacamiento).

 

Gráfico 1.1

Gráfico 2.1

Lo que se viene

Nótese que la curva de oferta de represión tiene forma convexa y pendiente crecientemente positiva. Esta cualidad viene dada por los ya comentados rendimientos marginales decrecientes de la función de represión y los costos crecientes a escala [w’’(r) > 0]. Dada esta cualidad, es de esperarse que para los próximos días, de continuarse las protestas la represión sobre ellas sea cada vez mayor y que la tasa de reintegro para los estudiantes en términos de compañeros liberados menor, esto es: [(dq/dr)’ < 0] (Ver gráfico 1.2); políticamente este fenómeno es sustentable en el hecho de que librar detenidos significa para el Gobierno perder cuotas de poder en cuánto se separa de sus elementos de coacción, esto es, ceder a las demandas estudiantiles es interpretado por los funcionarios como “dejarse doblegar por su adversario político”. Es notable, que tanto en esta teorización económica como en el análisis político la conducta del chavismo resulta sencillamente infame. De manera tal que el accionar del Movimiento Estudiantil debería de estar orientado a prolongar en el tiempo la protesta – aún en sacrificio de su intensidad (suponiendo que existe un trade-off entre ambas – para así tomar ventaja de los rendimientos decrecientes del efecto represivo con respecto al tiempo. También pudimos ver que para que este fenómeno se diera era necesario que el grupo de manifestantes se nutriese constantemente de más sectores de la sociedad, así como su nivel de organización se incremente para contrarrestar la recarga ofensiva de la represión que se viene en los próximos días. El día 15/02 un grupo de supuestos infiltrados causaron destrozos en la vigilia de los estudiantes en Altamira, lo cual es altamente negativo para la imagen y subsecuente efectividad de las acciones de calle; este tipo de inconvenientes se subsanan a través de la organización y coordinación política de la cual necesita un movimiento para ser viable, es aquí donde deben jugar su papel los políticos, principalmente aquellos que propiciaron que estas circunstancias se dieran, para que los esfuerzos no se pierdan a manos del desorden. 


Gráfico 1.2

Reflexión final

Toda esta teorización económica del conflicto que se presenta en nuestro país no apunta a hacer una descripción exacta – y ni siquiera totalmente válida – de lo que sucede y mucho menos una predicción de lo que puede suceder. Más bien, este trabajo conforma un ejercicio mental para refrescar conocimientos en medio de tanta tensión, la cual resulta adversa para el estudio corriente. En últimas instancias, el llamado al movimiento estudiantil y a la sociedad civil es a mantenerse firme en la lucha por las reivindicaciones y la justicia que ha sido progresivamente secuestrada por el Gobierno de Nicolás Maduro, que ha resultado ser de una naturaleza más violatoria que la de Chávez – aun cuando muchos pensaban que no podía ser peor – incurriendo en prácticas que se creían extintas en el país como las desapariciones, los bloqueos informativos y el psicoterror. La hora de Venezuela parece obscurecerse cada vez más, pero la sabiduría popular enuncia – y no sin razón – que cuando la noche es más negra es porque está más cerca la mañana.



viernes, 14 de febrero de 2014

¿Por qué somos los venezolanos adictos al conflicto y a qué nos lleva #lasalida?


Pareciera ser que nada en nosotros ha cambiado desde aquellos tiempos en que nos arrancábamos las extremidades a machetazos y lanzazos en las llanuras de la Primera República. Pareciera que seguimos estando atados a ese barbarismo indómito que galopa sobre las planicies siguiendo la misma senda de destrucción y sangre que dejaron Boves, Monagas, Gómez… Pareciera que Santos Luzardo no ha podido ganarle la pulseada a Doña Bárbara y que esta lo sigue torpedeando desde el tremedal, que Ño Pernalete sigue administrando nuestra injusticia y que los Mujiquitas cada vez duran menos. Pareciera no, estoy seguro de que seguimos siendo los mismos venezolanos que se mataron durante 5 años de Guerra Federal, al galope de los caudillos, todos hábiles y bribones, seguimos siendo los mismos solo que cambiamos las lanzas, las bestias y los machetes por pistolas, motos y redes sociales.

¡Vaya herencia interminable que nos han dejado los libros de historia desde que Baralt hizo el primero para ensalzar a Páez! ¡Vaya flaco favor nos hicieron al meternos en la cabeza que el heroísmo solo se encuentra en un campo de batalla y que su precio se paga siempre con muertos y violencia! Definitivamente poco o nada hemos aprendido de Betancourt, de Medina, de Convit, Gallegos, Reverón y tantos otros que se han llenado de gloria sin soltar un solo tiro. Salvando el determinismo histórico, la actualidad nos enseña que seguimos creyendo que temeridad y farfulla son lo mismo que valentía, que la prudencia y la cobardía son la misma cosa, que solo hay gloria en el campo de batalla, que solo hay salidas y no cambios, que para cambiar al país tienen que haber muertos. Quizás fue porque nos enseñaron que los grandes héroes de la Patria son todos militares entrañables fustigadores de la disidencia, que seguimos siendo adictos al caudillismo y al sórdido grito de reivindicación que una y otra vez lanzan los políticos para ganar cuotas de poder a costillas del dolor social, para luego lanzarnos por un abismo y desaparecer como el borracho que le pega a la esposa y luego se sienta a la mesa a esperar el almuerzo. Seguimos siendo un pueblo visceral que toma sus decisiones de acuerdo a las emociones que le generan las proclamas y las canciones, y no conforme a aquello que razonablemente le conviene, probablemente porque aún carece de razón y desconoce su conveniencia. Por eso es que el “¡patria socialismo o muerte!”, el “no volverán” y “ni un paso atrás” todavía venden; por eso es que los ojos punzantes del autoritarismo aun nos vigilan desde la autopista en fondos multicolores y diseños modernos que nos recuerdan que los medios cambian pero las pasiones quedan.

La oposición venezolana dio señales de que algo había aprendido durante más de una década de revolución bolivariana cuando decidió sentarse junta en la misma Mesa de la Unidad Democrática; cuando convocó a primarias y  respetó su resultado, cuando decidió desistir del empleo de los grupos de poder para hacerse con el control de la Nación, cuando se olvidó de los caminos rápidos y sinuosos para avocarse a la lucha democrática. Pero lamentablemente no todos aprendieron del 11 de abril – mucho menos de la Guerra Federal o el 27 de febrero – y como es lógico, en ese conglomerado de posturas donde partidos como Movimiento Laborista y Primero Justicia se ponen bajo la misma tolda, hay quienes siguen jugando al loto de la incitación y el revanchismo que tantos dividendos pagó al “Gigante”, para hacerse con una mayor cuota del pueblo que no cree en la revolución y que adolece, lleno de angustia y desespero, los estragos de la crisis obscura en la que estamos sumergidos. Que poca originalidad la de López y Machado, pero sobre todo López, al venderle a sus adeptos la idea de que hay salidas expeditas a esta crisis social, que #lasalida es sacar al chavismo de Miraflores, creándoles así la falsa expectativa de que estamos como estamos solo por falta de protestas, porque somos más, porque nos han robado todo este tiempo, porque el líder que tenemos – que nosotros mismos elegimos y apoyamos cuatro veces – nos ha traicionado dejándose arropar por el letargo de la democracia y que si es posible despertar de esta pesadilla si nos abalanzamos todos a la calle a exigirle al gobierno que nos devuelva lo que es nuestro. Es la misma fórmula que en su momento aplicó Boves para nutrir su ejército de negros y pardos habidos de revancha sobre los blancos criollos, es la misma proclama visceral que capitaliza las frustraciones y la angustia de la gente para volverlos una tropa y mandarlos a que los maten otros venezolanos, igual de lacerados por el mismo discurso infame pero teñido de rojo. Quien promulga una opinión como esa sencillamente no entiende la complejidad y las dimensiones del conflicto que genera el caos en el que se sume Venezuela hoy. La protesta, como siempre he dicho, es un derecho sublime y fundamental para la existencia misma de la democracia, es imposible imaginar la discrepancia sin lucha y sin calle, pero otra cosa muy distinta es plantear el país como un campo de batalla en el que se dirime la lucha de una mitad por imponérsele a la otra. Esa fórmula ya la aplicó Chávez cuando fue mayoría aplastante y cerró el puente a la conciliación y el diálogo, porque no le interesaba ni lo necesitaba ya que al fin y al cabo tenía la mayoría y en democracia las mayorías son las que mandan. Caer en eso es un absurdo.

Sin embargo, aunque las luces naranjas sigan llamando a dejarse llevar por las emociones, hay quienes seguimos pensando que dada la complejidad del desafío que enfrentamos solo la conformación de una nueva mayoría indiscutible en la sociedad hará posible que cambios significativos se den en la Nación. Capriles ha demostrado – desmarcándose de estas posturas radicales  - estar consciente de la titánica y progresiva labor de la que requiere la sociedad para hacer un cambio posible; no es quemando cauchos ni tirando piedras como se convence a quienes tienen carencias y no creen en el proyecto de la MUD ”¿Quién le habla a esa mujer a ese hermano que sufre y está en una cola hoy, que no está pendiente de violencia ni de marchas, nada de eso, sino que está pendiente de ver cómo lleva la comida a su casa?¿quién les habla?” Es respondiendo esa pregunta y asumiendo el reto que supone ser un político verdadero en un país con tantas dificultades como este, solucionando problemas y trabajando por quienes nadie trabaja la forma adecuada de construir Nación. Hace bien Capriles al diferenciarse de quienes siguen creyendo que esto es una situación transitoria que se soluciona sacando al gobierno, demostrando así un talante de verdadero compromiso democrático que está por encima de cualquier interés personal. La historia nos pone en el compromiso de superarnos como sociedad a través de la tolerancia, el trabajo, la valentía y el respeto para convertirnos en ciudadanos y avanzar como país o quedarnos incrustados por siempre en el tremedal de Las Queseras del Medio y Campo Carabobo. No existe tal cosa como una salida inmediata, no existe tal cosa como el nuevo amanecer con un cambio en la silla de Miraflores, aquí lo que viene es lucha, trabajo y más trabajo. Yo como demócrata elegí ese camino, y como dijo Capriles “nosotros elegimos el camino que para algunos puede ser largo pero es el camino seguro, el de meternos en el corazón de todos los venezolanos”



 RL 

miércoles, 12 de febrero de 2014

¿En qué rollo estamos metidos?


Resulta coherente pensar que cuando la ciudadanía se moviliza a protestar está consciente de ¿por qué? y ¿para qué? lo hace, y que además, selecciona las formas de protesta que espera sean las más efectivas para el cumplimiento de sus exigencias en términos del sacrificio/riesgo asociado a manifestarse y la satisfacción de sus demandas. La protesta es el mecanismo fundamental que tiene toda ciudadanía -que no es lo mismo que población- para mostrar su rechazo a cualquier situación que le incomode en su cotidianidad o que no esté acorde con sus expectativas. En ese sentido, protestar es un derecho sagrado que ampara a cada ciudadano del ostracismo del anonimato y fundamentalmente, de la tiranía de las mayorías democráticas, de lo que se deriva que su presencia es vital para la existencia de la propia democracia y que su ausencia, aún bajo un sistema de consensos, implica la sumisión y la tiranía.

El día de hoy algunos dirigentes de la Oposición Venezolana convocaron a una manifestación fundamentalmente estudiantil pero extensiva al resto de la sociedad civil, con la finalidad de expresar el malestar generado por la crisis que afronta la nación como resultado del chavismo, en ocasión de conmemorar el heroísmo de la Batalla de la Victoria y exigir la liberación de unos estudiantes detenidos desde hace unos días. Sin embargo, esta convocatoria estuvo bajo el paraguas de la consigna “#lasalida” que han venido promulgando Leopoldo López y MCM desde hace unos días con significativa fuerza, trastocando en su esencia el motivo de la acción pasándola de la protesta por la justicia - siempre inherente a las luchas estudiantiles - a una manifestación política que, a mi juicio es cuestionable. Nunca he sido chavista, y siempre me he opuesto a él como movimiento que enrostra y enaltece las rémoras que carcomen la raquítica estructura nacional y la abalanzan a un abismo al que han caído todas las naciones con proyectos similares; sin embargo, mi aversión al gobierno no me lleva a pasar por encima del hecho de que, en democracia, no hay tal cosa como salidas, si no cambios, y que estos no son rápidos, mucho menos cuando las causas de las coyunturas son fracturas sociales de la profundidad de las venezolanas.

Las acciones emprendidas por López tienen asidero en el desespero de un sector de la sociedad por salir del chavismo, alimentado por 15 años de desilusiones y derrotas, frustrado además por los hechos de abril de 2002, y que además está convencido de que el chavismo es como una nube que encapota el cielo y que con su paso se abrirá de nuevo el cielo para dar paso a la luz; quien piense eso, no sabe ni la magnitud ni las causas del problema en el que estamos metidos.  Como por si fuera poco, esta pesca en río revuelto que Machado y López han comenzado tiene implicaciones lamentables sobre el liderazgo que tanto ha constado construir alrededor de Capriles en los últimos dos años. Si bien es cierto que los malestares sociales se han venido agudizando desde que Maduro fue electo como presidente y que no ha existido una respuesta satisfactoria del líder de la oposición en términos de acciones de calle, esto no quiere decir que Capriles haya doblegado sus fuerzas en la empresa de la construcción de una Venezuela progresista y mucho menos, como algunos dicen por ahí, haya traicionado la confianza que quienes adversan al chavismo depositaron en él. El enfoque reactivo que López ha dado a sus acciones hace ver a Capriles como un pendejo que se dejó atrapar por el letargo de la cotidianidad y que por el contrario, él si tiene las botas puestas y le va a dar a ese sector opositor inconforme de la población lo que quiere, una salida de hoy para ya. Una jugada de esa naturaleza, asumiendo que lo que buscan María Corina y Leopoldo es aprovechar la frustración para hacerse con la batuta de la oposición, es una barrenada a un individuo que si algo ha demostrado de forma maratónica en el último año es su compromiso, abnegado e inalienable, con la democracia y el Estado de Derecho en Venezuela; un liderazgo que se construyó a costa de cientos de horas de trasnocho, otras más de trabajo y muchas otras de cárcel , que ha logrado calar en algunos de los sectores que se consideraban reductos intomables del chavismo, no merece ser socavado por puras aspiraciones individuales. La lucha de calle es justa y necesaria, absolutamente pertinente y cuantiosa, de allí el valor agregado por este nuevo llamado a la manifestación,  pero no para cualquier cosa y mucho menos por cualquier medio.

En la democracia no hay tal cosa como salidas puesto que ellas implican la desaparición completa del  contexto predecesor lo cual no es cónsone con los mecanismos que la República supone. El chavismo no es la única causa de las acentuadas inconsistencias sociales que generan la crisis que vivimos hoy en día, más bien es una consecuencia de las que se gestaron durante 40 años y que dieron cabida a un movimiento que se ha dado la tarea de meter el dedo en la llaga de esas heridas no cicatrizadas y usar ese llanto a su favor. No es casualidad la conexión emocional íntima que estableció Chávez con los sectores carenciados de Venezuela, ni su record casi perfecto en elecciones populares desde 98, tampoco lo fue el 4F ni lo es hoy la muerte insepulta de AD y COPEI. Hay problemas muy graves dentro de la sociedad venezolana que no fueron atendidos en 40 años de democracia y que se han ahondado en 15 de revolución, y a estos problemas no hay salidas rápidas y mucho menos no-dolorosas pues se tratan de cicatrices dejadas por el clasismo, la exclusión, la explotación, la subordinación al extranjero, la esclavitud y el odio, que son muy difíciles de dejar de mirar. Seguir planteando el quehacer nacional como un teatro de operaciones de guerra, donde las parcialidades políticas buscan imponer su voluntad a la otra, desconociendo la interdependencia de su bienestar y peor aún, el absurdo que supone el guerrear entre venezolanos cuando la historia se ha encargado de dejarnos tantos ejemplos de la esterilidad de esas conductas, es un error grave y debería ser inaceptable por parte de los ciudadanos hacia sus líderes políticos. Vainas como “Con el mazo dando” de Diosdado, su nueva perla, deberían ser motivos suficientes para que un chavista consciente de lo que es una nación le diese la espalda al tirano del Furrial.

Una nación es un proyecto de futuro común acogido por los pobladores de un mismo territorio que, a través de características similares, formulan un acuerdo de objetivos y medios plasmados en la constitución para la consecución de una meta compartida: el bienestar. No hay tal cosa como una salida rápida porque la tarea que la historia nos impone no es trivial como un juego de bolas criollas, es la construcción de un país que aún adolece los lanzazos de los negros y pardos que hace solo 200 años derrumbaron dos repúblicas creadas por sus coterráneos. Nos han hecho creer que el único heroísmo es aquel que yace en un campo de batalla, a que no hay gloria sin violencia ni barbarie, y que la tolerancia es símbolo de debilidad. Dediquémonos quienes creemos que es posible una Venezuela mejor a conformar una nueva gran mayoría nacional que haga imposible que la usurpación de los poderes nacionales, el servilismo del Estado a un partido, los atropellos, las injusticias, los estudiantes caídos y los sectores olvidados, se puedan sobreponer a la indetenible soberanía que emana del pueblo. Ya sea tras el resonar de las cacerolas, la costura de nuestras bocas o la marcha interminable bajo la inclemencia del sol, hagámonos la tarea quienes pensamos ver con claridad el camino óptimo para el desarrollo, a convencer al pueblo de que este no es el camino, y tenga la certeza, de que cuando el pueblo sienta que por el chavismo no es, hasta ese día será.

En memoria de los compañeros estudiantes fallecidos el día de hoy, a manos del abuso y la tiranía. Continuaremos su vida a través de la lucha, porque la vida es lucha cuando se busca la justicia.


RL