sábado, 27 de octubre de 2012

Nunca me gustó Marx. Desde que me interesé por primera vez en sus obras hace un par de años, motivado por las constantes alusiones al sociólogo-economista-historiador-periodista-enciclopédico alemán que suelen hacer los políticos teóricos acólitos a la izquierda revolucionaria que por ahora preside Venezuela, me di a la tarea de leer el Manifiesto del Partido Comunista y un libro-resumen de El Capital, buscando entender el fanatismo con el que ensalzaban el proyecto marxista y la severidad con la que sus detractores se referían a dicha obra. De aquellas lecturas pude develar, más allá de un individuo con un acervo cultural y una capacidad crítica única, a un ser plagado de resentimientos y reconcomios que supo enfilar, de manera muy científica y pragmática, sus miserias hacia el incipiente sistema capitalista del siglo XIX apoyándose en las injusticias y desigualdades de aquella época y en una capacidad importante de justificar su propuesta de sociedad y estado a través del método científico. Sin embargo, a pesar de esta previa animadversión hacia Marx, realmente me sorprendió la manera visceral, imprudente, inadecuada, injusta y hasta ignorante con la que el teórico alemán escribió el ensayo “Bolívar y Ponte” como encargo de Charles Dana, director del New York Daily Tribune con la finalidad de incorporarlo a la New American Cyclopaedia. En verdad resulta impactante encontrarse con un ensayo escrito por quien se considera uno de los hombres más cultos que ha existido en la historia de la humanidad, que tenga su primer error en el mismísimo título, puesto que, siendo un trabajo alusivo a la vida del libertador de Colombia (como equivocadamente comienza Marx su trabajo “biográfico”) los apellidos Bolívar y Ponte no corresponden al personaje en cuestión sino al padre de Simón Bolívar Palacios y Blanco, libertador de Venezuela, Nueva Granada, Ecuador, Perú, Panamá y fundador de Bolivia y la Gran Colombia, entre otras hazañas.  El relato biográfico que hace Karl Marx sobre Bolívar está marcado por un sesgo eurocéntrico, de desprecio hacia el hombre y los ideales latinoamericanos, las imprecisiones históricas¹, un fuerte cuestionamiento sobre las capacidades militares del Libertador y la satírica comparación con Napoleón I, rey de Roma. Al incluir estas características en el ensayo, que por su carácter biográfico ha debido limitarse al relato de lo efectivamente ocurrido, Marx se aleja de su cometido inicial al punto que Dana le reprocha por el tono prejuiciado y no-biográfico con que Marx encaró el encargo; Marx siempre estuvo consciente de ello y queda en evidencia cuando en una carta escrita a Engels confiesa: "En lo que toca al estilo prejuiciado, ciertamente me he salido algo del tono enciclopédico. Pero hubiera sido pasarse de la raya querer presentar como Napoleón I al canalla más cobarde, brutal y miserable. Bolívar es el verdadero Souloque”  




El aspecto que resalta en primer lugar a lo largo del ensayo es el afán del autor por descreditar la obra política y militar de Bolívar, así como los motivos que lo llevaron a emprender la liberación de los pueblos americanos. Desde la primera línea del texto, donde se coloca el título de Libertador entre comillas como queriendo ridiculizarlo, hasta los párrafos finales, Marx se dedica a construir la imagen de un Bolívar oportunista, desleal, vil, militarmente fracasado, egocéntrico, obstinado y hasta títere de personajes notables a quienes se les atribuye todo cuanto hubo de conspicuo (aunque Marx se empeñe en obviar todo lo positivo de la vida de Bolívar) en la obra del Libertador, como queriendo justificar de algún modo aquello que por razones de trascendencia histórica sencillamente no podía ser mencionado sin que significase un crédito para Bolívar. José Félix Ribas, Luis Brion, Piar, Paéz, Santander, Simón Rodríguez, Juan Germán Roscio, son algunos de los personajes de los que se valió Marx para justificar el éxito del Libertador, atribuyéndole a ellos las verdaderas causas del éxito de la causa emancipadora y pintando así a un Simón Bolívar que obtuvo su gloria como consecuencia del mero azar, sin mayor esfuerzo y sin merecimiento alguno2. Marx trasladó (como era hábito suyo) su valoración de Latinoamérica y del hombre latinoamericano a la forma de la obra y de la propia personalidad de Bolívar, a través de una metralla de descalificativos y el relato de situaciones de veracidad cuestionable. Un ejemplo de este aspecto es cuando hace referencia a un supuesto hecho donde “(…) pese a las instancias de sus primo José Félix Ribas, rehusó adherirse a la revolución que estalló en Caracas (…)” dando la imagen de un Bolívar apático y desinteresado por la independencia de su pueblo, cosa que de haber sido cierta hubiese impedido que el Libertador surcase la América Latina desde las Antillas, a través de la cordillera de los andes y hasta el Alto Perú en tantas oportunidades solo con el firme ideal de hacer libres a los pueblos americanos de las garras del yugo español.
Del mismo modo actúa Marx cuando se refiere a Bolívar como un pésimo estratega militar, cometiendo el exceso de calificarlo como “El Napoleón de las Retiradas” haciendo un símil a todas luces satírico de la capacidad militar de Bolívar. Esto se pone en evidencia en pasajes como “Si Bolívar hubiese avanzado con resolución, sus solas tropas europeas habrían bastado para aniquilar a los españoles. Pero prefirió prolongar la guerra cinco años más.” Así como en una oportunidad en la que hace referencia con especial sarcasmo a la relevancia que dio Bolívar a la posición de las tropas enemigas previo a la batalla de Carabobo.

No conforme con difamar el genio militar de Bolívar, Marx lo tilda de traidor y cobarde en varios pasajes; uno de ellos llama particular atención porque en él hace referencia a un testigo ocular, del cual no se especifica ningún dato, que da cuenta de lo ocurrido en la huida de Bolívar a través de Ocumare hacia Bonaire, en un acto de cobardía en el que deja sin apoyo alguno a sus compañeros de armas. Pero se hace interesante este pasaje no por el improperio de Marx sino por la referencia que hace al testigo ocular del cual no se da explicación alguna, dando la impresión de que Marx o se valió de fuentes muy poco confiables para realizar su ensayo o quiso justificar de alguna  manera un falso suceso para dejar a Bolívar como un cobarde, es decir, para poder difamarlo.
Del mismo modo en que enfila contra el Bolívar militar lo hace contra el Bolívar político, el redactor de constituciones, dador de discursos, promulgador de proclamas, etc… Y más aún, contra el Bolívar demócrata pintándolo constantemente como un vil megalómano cuya única motivación para participar de la causa emancipadora era el control absoluto y abusivo del poder. El descrédito de la obra política del Libertador es hecho por Marx en dos faces: una primera fase donde construye la imagen de un Bolívar instrumento de los verdaderos hombres notables de la época, como es el caso de Simón Rodríguez y Juan Germán Roscio, a quien se le atribuye la idea de la creación de la Gran Colombia así como la redacción de su constitución y la convocatoria del Congreso de Angostura. Luego hay una segunda fase donde se da la imagen de un Bolívar autoritario, impositor, con ambiciones desleales y personalistas, todo esto canalizado a través de la comparación con Napoleón Bonaparte. Es notable que existía un desprecio especial de Marx hacia la figura de Napoleón y que este se valió del emperador francés para resaltar las supuestas aspiraciones monárquicas de Bolívar. De hecho, no es casualidad que se haga especial mención a la presencia de Bolívar durante la coronación de Napoleón en la Cáthedrale de Notredame.  El código boliviano que fue instaurado en Bolivia y en Perú (gracias al asedio de las bayonetas, según Marx) es comparado con el Code Napoléon como una manera de satanizarlo y desviarlo de su cometido original. Aunado a esto, durante todo el ensayo se hace alusión a que cada vez que Bolívar dimitía o ponía a la orden del congreso sus atribuciones presidenciales lo hacía con la intención de chantajear a la comunidad política para así obtener no solo una respuesta negativa a sus renuncias sino una reafirmación en su poder y una revigorización de su presencia política. En fin, para Marx, Bolívar es un hábil manipulador que utiliza la causa de la independencia para perpetuarse en el poder. 
En segundo lugar resalta la preponderancia que atribuye Marx a los militares y a las legiones europeas, especialmente inglesas, que participaron de la independencia3. De esta forma se pone de manifiesto el pensamiento eurocéntrico del autor, que cataloga de esencial la participación de los soldados europeos para llevar a cabo los cometidos fijados por los patriotas, llegando al extremo de decir que las tropas europeas hubiesen sido suficientes por si solas para acabar con el ejército de Juan Pablo Morillo. Si bien es cierto que estas fuerzas jugaron un papel fundamental en el proceso de independencia, la manera en que Marx las utiliza para robar crédito de Bolívar o del propio ejército criollo es burda, y reitero, la alabanza a los europeos alcanza su clímax cuando hace referencia a Inglaterra a través del exaltamiento de sus legiones, del marqués de Wellesley y del carácter formal que adquirió la república de Venezuela cuando la Isla del Hombre reconoció su independencia. Lo que puede parecer un homicidio histórico por parte de Marx quizás pueda ser explicado por la naturaleza de las fuentes que consultó para realizar el ensayo, como por ejemplo Histoire de Bolívar, del General Ducoudray-Holstein (1831); y las Memoirs of General John Miller, ambos textos presentan una imagen adversa del Libertador además de hacer una referencia vaga a las posturas políticas e ideológicas fundamentales alrededor de las cuales giró la obra de Bolívar. De cualquier modo, al ser Marx un historiógrafo tan minucioso y versado en la recopilación de data histórica, justificar el carácter de “Bolívar y Ponte” solo por una imprecisión de las fuentes utilizadas es querer tapar el sol con un dedo, y aun así, hay evidencia de que Marx si contó con bibliografía precisa y fiel de la obra de Bolívar pero prefirió ignorarla, como establece José Aricó en su crítica 4.
 Así pues, no deja de ser curioso por qué Marx fue tan bondadoso con los militares europeos, en su mayoría de procedencia aristócrata a los que, en el resto de su obra, trata con menos condescendencia. A esta diatriba responde José Aricó con la hipótesis de que por la inclinación hegueliana de Marx, los pueblos y la causa patriótica de Latinoamérica son víctimas de la etiqueta de “pueblos sin historia” a los que hace referencia Heguel, y que ante su incapacidad de negar sus propias experiencias pasadas no pueden dar pie a la formación de líderes racionales5. Quizás esta sea la razón por la que Marx crea en su ensayo a un Bolívar fruto del azar y entra en tantas contradicciones como la que supone el constante llamado a la participación de Bolívar como jefe de la causa emancipadora a pesar de sus pésimas dotes de líder, su falta de aplomo y compromiso con la causa. Y tal vez la razón por la que el autor desprestigia tanto los ideales de unidad latinoamericana, de independencia y hasta las propias formas de constitución que se redactaron en aquella época, tenga que ver con el hecho cierto de que el proceso de emancipación americana no tenía como trasfondo directo una lucha de clases, instrumento que utiliza Marx en su tesis social para explicar todo cambio u evolución en cualquier sociedad. Al entrar en conflicto con este punto central de su línea de pensamiento, y ante una imposibilidad o desdén de explicar la incongruencia, Marx requiere a la descalificación como argumento, incurriendo en una ceguera ideológica que, vuelvo y repito, a pesar de no ser admirador del teórico alemán, me resulta impresionante.
 Finalmente quedan las imprecisiones históricas en las que incurre Marx durante todo el ensayo. Como dije al principio, desde el título hasta el último párrafo se pueden encontrar inexactitudes y errores en cuanto a los hechos ocurridos y sus fechas. También hay que considerar que resumir la obra, aunque de forma prejuiciada, de un prohombre como Simón Bolívar no es tarea fácil, menos aun, cuando quien la realiza vivía en un mundo sin el caudal informativo de nuestros días. No creo pertinente citar uno a uno estos errores en la composición histórica del ensayo, solo uno en particular que se encuentra en la penúltima página del texto, y es referente a la muerte del Libertador. En este pasaje, luego de cuestionar las intenciones de Bolívar al presentar su renuncia el 27 de abril de 1830, Marx cuenta: “(…) Bolívar fue postergando su partida de Bogotá y se las ingenió para prolongar su estada en San Pedro hasta fines de 1830, momento en que falleció repentinamente” No incluir en un trabajo biográfico la fecha (precisa) y el lugar (San Pedro Alejandrino era una hacienda no un pueblo) de muerte del personaje en cuestión habla muy mal del autor. Podemos concluir que a pesar de la puñalada histórica que quiso infringir Marx a Bolívar, este texto no hizo mella alguna en la leyenda de un hombre que vivirá por siempre a través de su legado.

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