Ya
he tenido varios días en mi vida que han sido los “días más importantes de mi vida” a pesar de que solo tengo 18 años viviendo. Primero
fue cuando presenté la prueba de admisión para la universidad, luego cuando me
gradué de bachiller, después vendría el día en que me iría de viaje solo por
Europa con mi morral a cuestas, y así, el día más importante de mi vida se ha
hecho presente en varias ocasiones, en parte, para recordarme lo importante de
saber vivir. Mañana se presenta nuevamente esa ocasión. Mañana es el día más
importante de mi vida, quizá más que importante es el más decisivo, por cuanto
lo que resulte de las 24 horas del domingo 07 de octubre del 2012 cambiará mi
futuro, posiblemente, para el resto de mi vida. Estoy seguro de que como yo,
muchos conciudadanos venezolanos están sintiendo el carácter decisivo que tiene
el que Henrique Capriles Radonski sea electo presidente de la república; como
el candidato de la unidad, de la democracia, de la oposición venezolana lo ha
dicho en numerosas ocasiones, mañana se elije mucho más que entre dos hombres,
mañana se elije entre dos modelos de país, entre dos formas de administrar, o
desbaratar, los recursos de la nación y con ello sentenciar el destino de los
habitantes de este país, el más hermoso del mundo, el más bendito por la mano
de Dios, pero que aun se encuentra muy lejos de ser el mejor país del mundo.
Estoy consciente de que el brazo de un hombre es incapaz por
si solo de cambiar para bien a toda una nación, en especial cuando esta se cae
a pedazos, fruto del desastre social, institucional y generacional en el que
este (y otros gobiernos) han sumergido a la república. Más sin embargo, estoy
convencido de que elegir a Henrique (como ahora llamo al candidato
presidencial, con cariño a pesar de que no lo conozco personalmente ni lo
suficiente como para llamarlo solo por su primer nombre) como presidente es el
primer paso para comenzar un proceso de cambio que estará lleno de
dificultades, de interminables escoyos por superar, heredados en su mayoría de
la nefasta gestión que el 10 de enero del siguiente año abandonará de una vez y
para siempre la conducción del país y que ahora se dará la tarea desde la oposición
de entorpecer el camino hacia el progreso, hacia el futuro. Es por ello que la
unidad de la sociedad civil, una de las principales promesas de Henrique, será
fundamental para sostener sobre sus hombros tricolores el lacerante peso de la
democracia, y así erigir sobre sus cimientos un estado democrático, al servicio
de la población y apegado a la constitución. La capacidad de perdonar, de olvidar y la
disposición a trabajar en conjunto que tengamos los venezolanos determinará de
ahora en adelante el acierto o el fracaso de este nuevo proyecto que se levanta
como el sol para iluminar el camino de todos por igual.
Así como la unión de las 8 provincias bajo el nombre de los Estados Unidos de Venezuela marcó el
comienzo de la historia de esta patria que, circunscrita en la tierra más
prodigiosa de este planeta, dio su ejemplo y su mano libertadora a las naciones
latinoamericanas, hoy la unión de un pueblo que ama la vida y la paz, que pisa
la misma tierra y que iza la misma bandera, que parece que amanece y otra vez,
es Venezuela, quien tomará en sus manos las riendas de su destino para escribir
una página más en los libros dorados que se leerán por generaciones y
generaciones, donde los niños, a penas aprendidos a leer, conocerán como un
pueblo se negó a ser instrumento ciego de su propia destrucción.
Ahora solo me queda esperar, participar de la historia con mi
voto y aguardar a que la voluntad del pueblo se exprese y abra las puertas del
camino, del camino escueto y maltrecho que surge como un mesías en medio del
Calvario. Así, solo me queda por decirte amigo, Henrique, caminante hay un camino y haremos ese camino al andar.
Que Dios bendiga a nuestra Venezuela. Amén.
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