martes, 25 de febrero de 2014

La cagamos, otra vez.



Entre el catálogo de insensateces que puede cometer un político venezolano hoy en día - y especialmente uno de oposición - la mayor de todas ellas es, sin lugar a dudas, desplegar un discurso complaciente que le diga a la masa lo que quiere oír aun cuando el mensaje discorde con la forma coherente de la realidad. Es esa instrumentación discursiva infame la que los politólogos denominan populismo y que tantos réditos ha pagado al chavismo en casi dos décadas de proselitismo y complacencia desmedida. Pero también es la misma receta que recientemente han aplicado los dirigentes Leopoldo López /MCM al dirigirse a la sociedad antichavista y proponerles La Salida al gobierno necrosado de Nicolás Maduro a través de mecanismos difusos, los cuales gozan de receptividad en la masa dado el contexto de obstinación y desespero en el cual se presentan, pero que a la postre terminan siendo estériles dada su naturaleza desordenada, inconexa, desorientada y excluyente de cara al Gobierno (actor principal), el pueblo antichavista y muchísimo más importante, de cara al pueblo chavista (además de otras razones que ya he explicado en publicaciones anteriores). Todo esto en el marco de una crisis económica diagnosticada como crónica y autoinmune, que empezaba – y continúa – a recrudecerse y hacer mella en ese electorado tradicionalmente oficialista pero que cada vez miraba con mayor recelo a Maduro, dado el impacto negativo ineludible que causan la escasez y la inflación, y que cuando volteó al otro lado de la verja para buscar una alternativa, se consiguió con basura y escombros ardiendo en medio de unas barricadas.    


El tema de la crisis económica no es cuento. Como es del dominio público los dos índices con mayor impacto en la sociedad – y principalmente en los segmentos de más escasos recursos – han evolucionado de forma meteórica en los últimos 6 meses alcanzando cifras record que se evidencian en anaqueles vacíos, colas humillantes para adquirir productos regulados, centros comerciales desiertos desde diciembre, contracción drástica del poder adquisitivo y descontento, mucho descontento. Es un error garrafal pensar que al chavista le gusta hacer colas afuera de los Mercales y pdvales para comprar una bolsa de leche, o que no se siente más pobre cada vez que pone un pie en la calle para ir a trabajar; es cierto, hay muchos que se creen la cháchara de la guerra económica – y todas las guerras clónicas que inventan en el laboratorio comunicacional del Gob. – pero hay una porción importante que no, creciente en la medida en que la situación se agrava, formando un mosto político que de no haber incurrido en desenfrenos impulsivos como La Salida, hubiesen significado una capitalización estratégicamente determinante para la oposición.

Aunado a ese caldo de cultivo para el malestar creado y atizado por Giordani, Ramírez, Merentes y su séquito, se encuentra la horizontalidad política que supone un receso electoral de casi dos años, de aquí hasta diciembre de 2015 cuando sean las elecciones parlamentarias. Un receso electoral se traduce en una oportunidad para los partidos políticos – que son las agrupaciones sobre las cuales, en últimas, se fundamenta la democracia – de hacer lo que se conoce como trabajo de base, lo cual no es otra cosa que dedicarse a fortalecer la ascendencia discursiva en los grupos organizados de la sociedad (universidades, sindicatos, juntas vecinales, consejos comunales, asociaciones civiles etc…) principalmente en aquellos sectores donde se tiene menor influencia, es decir en los barrios. La importancia de este trabajo es inmensurable y además ya ha demostrado dar réditos a quienes la han practicado, Ocariz en Petare, Henri Falcón en Lara, Machín en Barinas, son algunos de los escasísimos ejemplos en los que la oposición ha hecho trabajo de base y ha conquistado espacios electorales que antes tenía fuera de su espectro. ¿Cuántas personas cree usted que aportan los sindicatos y los consejos comunales – por mencionar solo dos tipos de organizaciones sociales – a las concentraciones del chavismo?, motus proprio o no, tenga la seguridad de que son muchas y a través de ellas se consiguen muchos votos en las elecciones; lo mismo pasa con los partidos políticos y su capacidad de acción, la cual se nutre del trabajo y capacitación de sus activistas. Hoy por hoy la oposición no tiene una maquinaria comparable ni en los más idílicos sueños a la del chavismo, la cual le permita articular esfuerzos para la consecución de objetivos (marchas, elecciones, concentraciones etc), y por eso es incapaz de penetrar con eficiencia en los fortines rojos los cuales han sido blindados sin descanso durante 15 años. Y como si todas estas desventajas estratégicas fueran poco, está el resultado de las elecciones municipales del 8D, que fueron planteadas por iniciativa propia de la oposición como un plebiscito y que significaron una derrota electoral además de una legitimación del gobierno de Maduro, quiérase o no, que termina por restar más fuerzas al argumento sobre el que se plantea La Salida, de que la mayoría del país desaprueba la gestión de Maduro. Es en este contexto donde López y Machado emprenden su aventura de insurreccionar al pueblo ante el mal gobierno y los abusos para que, como una aplanadora, este imponga su voluntad soberana a los excesos de la partidización del Estado y se reestablezca el estado de derecho en la nación. 

La insurrección popular es el mecanismo último de restitución de la voluntad nacional cuando el Estado ha sido secuestrado por un grupo de poder, impidiendo que los mecanismos de alternancia y cambio previstos dentro de sí mismo (la Constitución) sean valederos para cesar la opresión del pueblo representado por su gran mayoría, si el sistema fuese democrático. Mayoría, esa es la palabra clave para comprender la inconveniencia del emprendimiento de López/Machado en el contexto descrito anteriormente. Existe un consenso entre los venezolanos sensatos (descarte de una vez a la cúpula chavista) sobre la fractura casi simétrica de la población en dos partes que se contraponen la una a la otra en un incesante juego de destrucción que impide, además del progreso y el desarrollo idóneo del país como Nación, la imposición de la voluntad absoluta de una facción sobre la otra, al menos sin que eso signifique una resistencia sensible que genere un clima de tensión y separación social funesto al tanto que propicio para la proliferación del radicalismo y la violencia. Es precisamente esa suerte de ambivalencia política de la sociedad lo que hace inviable una maniobra como La Salida, que nuevamente, supone el cese del gobierno chavista como respuesta a la demanda de – en el más ideal de los casos – la mitad de la sociedad venezolana activamente en la calle. Es imposible, léaseme bien, imposible imponer la voluntad soberana del pueblo, aun en una situación de absoluto secuestro del Estado por parte del chavismo, cuando no existe una gran mayoría nacional que represente el inmenso e irrevocable deseo de la población en cuanto a la permanencia o no de un grupo político en el gobierno, bajo los preceptos que rigen la democracia aun en desobediencia civil y sin que ello signifique un golpe de Estado. Es contradictorio el discurso de La Salida cuando se reconoce la división igualitaria de la población (que no es lo mismo que del país, el país también contempla al Gobierno, la fuerza armada y dentro de la misma población ese segmento que está armado y organizado para defender su cuota de poder) pero a la vez propone la imposición de una Voluntad Popular que ni siquiera está definida; es decir, le dice al pueblo opositor que es posible deponer el mal gobierno de Maduro sin hacer previamente un trabajo de captación del sector inconforme del chavismo y su posterior articulación para la consecución efectiva de objetivos, a través de la participación activa de la ciudadanía en los sectores marginales,  lo que en criollo se denomina: vender humo.


Las expectativas sobredimensionadas que crea el discurso populista generan una reacción impulsiva y desordenada de quienes reciben el mensaje. Este impulso, tan brusco como vigoroso, ciertamente puede ser útil para arrancar otros procesos que de forma indirecta desaten una cadena de eventos favorables que terminen por cristalizar los objetivos primarios, y en eso le doy la razón a López/Machado. Pero para que eso ocurra tiene que existir una dirigencia política apta que canalice y ordene ese impulso de forma tal que no se diluya producto de la ineficacia y que por el contrario, su acción se focalice en aquellos medios donde puede desatar otros acontecimientos deseables. Pero también en ese sentido hemos fallado (y aquí comparto la culpa porque reconozco no haber hecho nada por ser parte de esa dirigencia en mi entorno, en mí caso, estudiantil) al dejar a la libre interpretación de la población que compró el discurso la forma de protestar, los horarios y los sitios, lo que ha terminado por generar este desorden de barricadas y guarimbas en puntos históricamente opositores de las ciudades históricamente opositoras, encerrándonos en nuestras propias calles, tragando nuestro propio humo, durante las noches cuando la guardia y los colectivos vienen a masacrar. No es que la barricada esté completamente mal, pues sirve para mantener vivo el movimiento mientras que en la Mesa de la Unidad se acaban los puñales y se decantan por una u otra postura, pero es a todas luces una protesta estéril e infructuosa que por demás se alimenta del abuso Guber-y Paraguber-namental puesto que, y en ese sentido dejémonos de formalismos, es la represión lo que hace interesante a la rebelión. Además de todo cuando López se hace apresar – porque era obvio que el gobierno iba inventar algún pretexto para encarcelarlo – le echa leña a esa hoguera que es el ánimo de la gente harta de esta miseria en la que la Revolución ha convertido al país y que está dispuesta a fajarse con quien sea para sacar al gobierno y, ahora con renovados vigores, sacar a su líder de la cárcel. No hay nada más romántico que un encarcelamiento injusto y la subsecuente tragedia de su rescate, eso lo sabía López y con ello se logró posicionar cuidado y si no como líder absoluto de la oposición – todo esto en desmedro de Capriles, que no hace falta decir cuánto ha hecho por la democracia – con la mira puesta, quizás no en el corto plazo, pero si definitivamente en Miraflores. 

Toda esta zambumbia política-social-económica, tristemente acompañada de jóvenes muertos, heridos, torturados, violados y desaparecidos; con un desbordamiento del uso infame y represivo de la fuerza bruta de las manos armadas (militares y colectivos), que no hace otra cosa más que desenmascarar ante el mundo – aunque a los efectos internos eso es de poca y ninguna ayuda – el carácter abusivo, estalinista y dictatorial de este régimen; todo este caos le viene como anillo al dedo al gobierno para zafarse una vez más de la responsabilidad de su ineptitud ante su parcialidad. Como una piedra de pelar ajos, el chavismo ha empleado la misma táctica de desviación de atención desde que llegaron al poder y la oposición, sistemáticamente y de forma absurda, le ha comprado la pólvora. Las guarimbas y barricadas, todas atribuibles a La Salida, son insumos de excusas para justificar los males que ellos mismos crearon – sobre todo la escasez que es el fenómeno con mayor costo político asociado – por su ineptitud en el manejo del país. No van a demorar, si es que ya no lo están haciendo, los funcionarios que salgan a declarar que la escasez es porque los camiones no pueden circular por las barricadas, o que el racionamiento de comida en PDVAL es por saqueos y problemas en el transporte fruto de los “grupúsculos violentos fascistas, mil veces fascistas” como ahora se han empeñado en llamar a los manifestantes estos tipos fachos del gobierno. 

La incapacidad de rebatir el discurso adoctrinador y el flujo de información manipulada que emana del sistema gobbeliano y hegemónico de información oficial, estratégicamente elaborado para dar vida de forma masiva a cualquier fantasía retorcida que fecunden las mentes castrenses, castradas y castro-comunistas de la élite revolucionaria, representa una desventaja abismal. Tal será el poder de distorsión de ese aparato que fue capaz de hacer invisible en la redoma de Petare una concentración de 9 cuadras en la av. Francisco de Miranda a la altura de La California a solo un kilómetro de distancia. Olvídese de que con Twitter y Facebook será posible ni siquiera acercarse al poder de una cadena nacional, menos repetida sistemáticamente, con un discurso manipulado y estructurado para aniquilar cualquier posible consideración de la oposición como alternativa política no violenta en la mente de un chavista. 


¿Cuáles son las alternativas para la oposición? ¿Mantenerse quemando cauchos y haciendo barricadas? Por sí solo es estéril y muy costoso socialmente ¿Una guerra civil? Imposible, además de ser una infamia no hay posibilidad de combate cuando se enfrenta al ejército regular, al irregular, a los colectivos armados, la milicia y el pueblo chavista. Una guerra civil es imposible, una masacre suena más factible. ¿Asumir la conducción absoluta de la protesta? Es lo más razonable, pero implica definir una línea clara que no es popular en estos momentos. Es necesario que alguien (Capriles está llamado a hacerlo) haga una exposición sin pelos en la lengua de la situación, le diga a la gente que se deje de esa pendejada de estar quemando calles y que se active a marchar masivamente y a patear calle en los barrios y caseríos. Cada vez que hay una cadena, cada vez que un chavista pasa por una calle trancada, cada vez que se produce una situación anárquica, cada vez que eso pasa y pasa por la mente de un chavista descontento, la oposición se debilita; no porque pierda adeptos sino porque se cierra las puertas para ganarlos, es una especie de auto-campaña de descrédito. Piénselo así, si usted está incómodo con su líder y está buscando una nueva propuesta, no va a optar por la de los cauchos en llamas y los tipos con capuchas. 

Ojalá yo esté equivocado en todo lo que dije, y más aún, ojalá aún no sea demasiado tarde.

RL


1 comentario:

  1. Muy interesantes tus planteamientos Rafa. Aunque no estoy de acuerdo con todo lo que expones, sin duda, metes el dedo en la llaga y tus reflexiones hacen unn aporte intelectual a la lucha que se está librando.

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