miércoles, 12 de febrero de 2014

¿En qué rollo estamos metidos?


Resulta coherente pensar que cuando la ciudadanía se moviliza a protestar está consciente de ¿por qué? y ¿para qué? lo hace, y que además, selecciona las formas de protesta que espera sean las más efectivas para el cumplimiento de sus exigencias en términos del sacrificio/riesgo asociado a manifestarse y la satisfacción de sus demandas. La protesta es el mecanismo fundamental que tiene toda ciudadanía -que no es lo mismo que población- para mostrar su rechazo a cualquier situación que le incomode en su cotidianidad o que no esté acorde con sus expectativas. En ese sentido, protestar es un derecho sagrado que ampara a cada ciudadano del ostracismo del anonimato y fundamentalmente, de la tiranía de las mayorías democráticas, de lo que se deriva que su presencia es vital para la existencia de la propia democracia y que su ausencia, aún bajo un sistema de consensos, implica la sumisión y la tiranía.

El día de hoy algunos dirigentes de la Oposición Venezolana convocaron a una manifestación fundamentalmente estudiantil pero extensiva al resto de la sociedad civil, con la finalidad de expresar el malestar generado por la crisis que afronta la nación como resultado del chavismo, en ocasión de conmemorar el heroísmo de la Batalla de la Victoria y exigir la liberación de unos estudiantes detenidos desde hace unos días. Sin embargo, esta convocatoria estuvo bajo el paraguas de la consigna “#lasalida” que han venido promulgando Leopoldo López y MCM desde hace unos días con significativa fuerza, trastocando en su esencia el motivo de la acción pasándola de la protesta por la justicia - siempre inherente a las luchas estudiantiles - a una manifestación política que, a mi juicio es cuestionable. Nunca he sido chavista, y siempre me he opuesto a él como movimiento que enrostra y enaltece las rémoras que carcomen la raquítica estructura nacional y la abalanzan a un abismo al que han caído todas las naciones con proyectos similares; sin embargo, mi aversión al gobierno no me lleva a pasar por encima del hecho de que, en democracia, no hay tal cosa como salidas, si no cambios, y que estos no son rápidos, mucho menos cuando las causas de las coyunturas son fracturas sociales de la profundidad de las venezolanas.

Las acciones emprendidas por López tienen asidero en el desespero de un sector de la sociedad por salir del chavismo, alimentado por 15 años de desilusiones y derrotas, frustrado además por los hechos de abril de 2002, y que además está convencido de que el chavismo es como una nube que encapota el cielo y que con su paso se abrirá de nuevo el cielo para dar paso a la luz; quien piense eso, no sabe ni la magnitud ni las causas del problema en el que estamos metidos.  Como por si fuera poco, esta pesca en río revuelto que Machado y López han comenzado tiene implicaciones lamentables sobre el liderazgo que tanto ha constado construir alrededor de Capriles en los últimos dos años. Si bien es cierto que los malestares sociales se han venido agudizando desde que Maduro fue electo como presidente y que no ha existido una respuesta satisfactoria del líder de la oposición en términos de acciones de calle, esto no quiere decir que Capriles haya doblegado sus fuerzas en la empresa de la construcción de una Venezuela progresista y mucho menos, como algunos dicen por ahí, haya traicionado la confianza que quienes adversan al chavismo depositaron en él. El enfoque reactivo que López ha dado a sus acciones hace ver a Capriles como un pendejo que se dejó atrapar por el letargo de la cotidianidad y que por el contrario, él si tiene las botas puestas y le va a dar a ese sector opositor inconforme de la población lo que quiere, una salida de hoy para ya. Una jugada de esa naturaleza, asumiendo que lo que buscan María Corina y Leopoldo es aprovechar la frustración para hacerse con la batuta de la oposición, es una barrenada a un individuo que si algo ha demostrado de forma maratónica en el último año es su compromiso, abnegado e inalienable, con la democracia y el Estado de Derecho en Venezuela; un liderazgo que se construyó a costa de cientos de horas de trasnocho, otras más de trabajo y muchas otras de cárcel , que ha logrado calar en algunos de los sectores que se consideraban reductos intomables del chavismo, no merece ser socavado por puras aspiraciones individuales. La lucha de calle es justa y necesaria, absolutamente pertinente y cuantiosa, de allí el valor agregado por este nuevo llamado a la manifestación,  pero no para cualquier cosa y mucho menos por cualquier medio.

En la democracia no hay tal cosa como salidas puesto que ellas implican la desaparición completa del  contexto predecesor lo cual no es cónsone con los mecanismos que la República supone. El chavismo no es la única causa de las acentuadas inconsistencias sociales que generan la crisis que vivimos hoy en día, más bien es una consecuencia de las que se gestaron durante 40 años y que dieron cabida a un movimiento que se ha dado la tarea de meter el dedo en la llaga de esas heridas no cicatrizadas y usar ese llanto a su favor. No es casualidad la conexión emocional íntima que estableció Chávez con los sectores carenciados de Venezuela, ni su record casi perfecto en elecciones populares desde 98, tampoco lo fue el 4F ni lo es hoy la muerte insepulta de AD y COPEI. Hay problemas muy graves dentro de la sociedad venezolana que no fueron atendidos en 40 años de democracia y que se han ahondado en 15 de revolución, y a estos problemas no hay salidas rápidas y mucho menos no-dolorosas pues se tratan de cicatrices dejadas por el clasismo, la exclusión, la explotación, la subordinación al extranjero, la esclavitud y el odio, que son muy difíciles de dejar de mirar. Seguir planteando el quehacer nacional como un teatro de operaciones de guerra, donde las parcialidades políticas buscan imponer su voluntad a la otra, desconociendo la interdependencia de su bienestar y peor aún, el absurdo que supone el guerrear entre venezolanos cuando la historia se ha encargado de dejarnos tantos ejemplos de la esterilidad de esas conductas, es un error grave y debería ser inaceptable por parte de los ciudadanos hacia sus líderes políticos. Vainas como “Con el mazo dando” de Diosdado, su nueva perla, deberían ser motivos suficientes para que un chavista consciente de lo que es una nación le diese la espalda al tirano del Furrial.

Una nación es un proyecto de futuro común acogido por los pobladores de un mismo territorio que, a través de características similares, formulan un acuerdo de objetivos y medios plasmados en la constitución para la consecución de una meta compartida: el bienestar. No hay tal cosa como una salida rápida porque la tarea que la historia nos impone no es trivial como un juego de bolas criollas, es la construcción de un país que aún adolece los lanzazos de los negros y pardos que hace solo 200 años derrumbaron dos repúblicas creadas por sus coterráneos. Nos han hecho creer que el único heroísmo es aquel que yace en un campo de batalla, a que no hay gloria sin violencia ni barbarie, y que la tolerancia es símbolo de debilidad. Dediquémonos quienes creemos que es posible una Venezuela mejor a conformar una nueva gran mayoría nacional que haga imposible que la usurpación de los poderes nacionales, el servilismo del Estado a un partido, los atropellos, las injusticias, los estudiantes caídos y los sectores olvidados, se puedan sobreponer a la indetenible soberanía que emana del pueblo. Ya sea tras el resonar de las cacerolas, la costura de nuestras bocas o la marcha interminable bajo la inclemencia del sol, hagámonos la tarea quienes pensamos ver con claridad el camino óptimo para el desarrollo, a convencer al pueblo de que este no es el camino, y tenga la certeza, de que cuando el pueblo sienta que por el chavismo no es, hasta ese día será.

En memoria de los compañeros estudiantes fallecidos el día de hoy, a manos del abuso y la tiranía. Continuaremos su vida a través de la lucha, porque la vida es lucha cuando se busca la justicia.


RL

1 comentario:

  1. Muy bien escrito, Rafa. Aún si no estoy de acuerdo con esa lectura de los males de la IV República (e.g. "explotación" y "subordinación al extranjero" no me parece muy justo), en general, la inmediatez de #LaSalida es una negación indolente del país que tenemos; y por eso estoy muy de acuerdo contigo.

    No lo había pensado, pero hay un paralelismo bien fuerte entre la II y la IV República, puesto además en evidencia a doscientos años de 1814. Las masas sin privilegios detrás del caudillo echando por tierra el proyecto republicano de las élites. Las élites, a su vez, creyéndose mejores y más dignas que las masas, asistiendo al naufragio de un proyecto bien intencionado e inconexo. Quitémosle el estado de guerra, pongámosle una constitución, las formalidades de unos derechos humanos en papel, y tenemos en 2014 esencialmente el mismo conflicto.

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