Resulta
coherente pensar que cuando la ciudadanía se moviliza a protestar está
consciente de ¿por qué? y ¿para qué? lo hace, y que además, selecciona las
formas de protesta que espera sean las más efectivas para el cumplimiento de
sus exigencias en términos del sacrificio/riesgo asociado a manifestarse y la
satisfacción de sus demandas. La protesta es el mecanismo fundamental que tiene
toda ciudadanía -que no es lo mismo que población- para mostrar su rechazo a
cualquier situación que le incomode en su cotidianidad o que no esté acorde con
sus expectativas. En ese sentido, protestar es un derecho sagrado que ampara a
cada ciudadano del ostracismo del anonimato y fundamentalmente, de la tiranía
de las mayorías democráticas, de lo que se deriva que su presencia es vital
para la existencia de la propia democracia y que su ausencia, aún bajo un
sistema de consensos, implica la sumisión y la tiranía.
El día de
hoy algunos dirigentes de la Oposición Venezolana convocaron a una
manifestación fundamentalmente
estudiantil pero extensiva al resto de la sociedad civil, con la finalidad de
expresar el malestar generado por la crisis que afronta la nación como
resultado del chavismo, en ocasión de conmemorar el heroísmo de la Batalla de
la Victoria y exigir la liberación de unos estudiantes detenidos desde hace
unos días. Sin embargo, esta convocatoria estuvo bajo el paraguas de la consigna “#lasalida” que han venido promulgando
Leopoldo López y MCM desde hace unos días con significativa fuerza, trastocando
en su esencia el motivo de la acción pasándola de la protesta por la justicia -
siempre inherente a las luchas estudiantiles - a una manifestación política que,
a mi juicio es cuestionable. Nunca he sido chavista, y siempre me he opuesto a
él como movimiento que enrostra y enaltece las rémoras que carcomen la
raquítica estructura nacional y la abalanzan a un abismo al que han caído todas
las naciones con proyectos similares; sin embargo, mi aversión al gobierno no
me lleva a pasar por encima del hecho de que, en democracia, no hay tal cosa como
salidas, si no cambios, y que estos no son rápidos, mucho menos cuando las
causas de las coyunturas son fracturas sociales de la profundidad de las
venezolanas.
Las acciones
emprendidas por López tienen asidero en el desespero de un sector de la
sociedad por salir del chavismo, alimentado por 15 años de desilusiones y
derrotas, frustrado además por los hechos de abril de 2002, y que además está
convencido de que el chavismo es como una nube que encapota el cielo y que con
su paso se abrirá de nuevo el cielo para dar paso a la luz; quien piense eso,
no sabe ni la magnitud ni las causas del problema en el que estamos metidos. Como por si fuera poco, esta pesca en río
revuelto que Machado y López han comenzado tiene implicaciones lamentables
sobre el liderazgo que tanto ha constado construir alrededor de Capriles en los
últimos dos años. Si bien es cierto que los malestares sociales se han venido
agudizando desde que Maduro fue electo como presidente y que no ha existido una
respuesta satisfactoria del líder de
la oposición en términos de acciones de calle, esto no quiere decir que
Capriles haya doblegado sus fuerzas en la empresa de la construcción de una
Venezuela progresista y mucho menos, como algunos dicen por ahí, haya
traicionado la confianza que quienes adversan al chavismo depositaron en él. El
enfoque reactivo que López ha dado a sus acciones hace ver a Capriles como un
pendejo que se dejó atrapar por el letargo de la cotidianidad y que por el
contrario, él si tiene las botas puestas y le va a dar a ese sector opositor
inconforme de la población lo que quiere, una salida de hoy para ya. Una jugada
de esa naturaleza, asumiendo que lo que buscan María Corina y Leopoldo es
aprovechar la frustración para hacerse con la batuta de la oposición, es una
barrenada a un individuo que si algo ha demostrado de forma maratónica en el
último año es su compromiso, abnegado e inalienable, con la democracia y el
Estado de Derecho en Venezuela; un liderazgo que se construyó a costa de cientos
de horas de trasnocho, otras más de trabajo y muchas otras de cárcel , que ha
logrado calar en algunos de los sectores que se consideraban reductos
intomables del chavismo, no merece ser socavado por puras aspiraciones individuales.
La lucha de calle es justa y necesaria, absolutamente pertinente y cuantiosa,
de allí el valor agregado por este nuevo llamado a la manifestación, pero no para cualquier cosa y mucho menos por
cualquier medio.
En la
democracia no hay tal cosa como salidas puesto que ellas implican la
desaparición completa del contexto
predecesor lo cual no es cónsone con los mecanismos que la República supone. El
chavismo no es la única causa de las acentuadas inconsistencias sociales que
generan la crisis que vivimos hoy en día, más bien es una consecuencia de las
que se gestaron durante 40 años y que dieron cabida a un movimiento que se ha dado
la tarea de meter el dedo en la llaga
de esas heridas no cicatrizadas y usar ese llanto a su favor. No es casualidad
la conexión emocional íntima que estableció Chávez con los sectores carenciados
de Venezuela, ni su record casi perfecto en elecciones populares desde 98, tampoco
lo fue el 4F ni lo es hoy la muerte insepulta de AD y COPEI. Hay problemas muy
graves dentro de la sociedad venezolana que no fueron atendidos en 40 años de
democracia y que se han ahondado en 15 de revolución, y a estos problemas no
hay salidas rápidas y mucho menos no-dolorosas pues se tratan de cicatrices
dejadas por el clasismo, la exclusión, la explotación, la subordinación al
extranjero, la esclavitud y el odio, que son muy difíciles de dejar de mirar.
Seguir planteando el quehacer nacional como un teatro de operaciones de guerra,
donde las parcialidades políticas buscan imponer su voluntad a la otra,
desconociendo la interdependencia de su bienestar y peor aún, el absurdo que
supone el guerrear entre venezolanos cuando la historia se ha encargado de
dejarnos tantos ejemplos de la esterilidad de esas conductas, es un error grave
y debería ser inaceptable por parte de los ciudadanos hacia sus líderes
políticos. Vainas como “Con el mazo dando” de Diosdado, su nueva perla,
deberían ser motivos suficientes para que un chavista consciente de lo que es
una nación le diese la espalda al tirano del Furrial.
Una nación
es un proyecto de futuro común acogido por los pobladores de un mismo
territorio que, a través de características similares, formulan un acuerdo de
objetivos y medios plasmados en la constitución para la consecución de una meta
compartida: el bienestar. No hay tal cosa como una salida rápida porque la
tarea que la historia nos impone no es trivial como un juego de bolas criollas,
es la construcción de un país que aún adolece los lanzazos de los negros y
pardos que hace solo 200 años derrumbaron dos repúblicas creadas por sus
coterráneos. Nos han hecho creer que el único heroísmo es aquel que yace en un
campo de batalla, a que no hay gloria sin violencia ni barbarie, y que la tolerancia
es símbolo de debilidad. Dediquémonos quienes creemos que es posible una
Venezuela mejor a conformar una nueva gran mayoría nacional que haga imposible
que la usurpación de los poderes nacionales, el servilismo del Estado a un
partido, los atropellos, las injusticias, los estudiantes caídos y los sectores
olvidados, se puedan sobreponer a la indetenible soberanía que emana del
pueblo. Ya sea tras el resonar de las cacerolas, la costura de nuestras bocas o
la marcha interminable bajo la inclemencia del sol, hagámonos la tarea quienes
pensamos ver con claridad el camino óptimo para el desarrollo, a convencer al
pueblo de que este no es el camino, y tenga la certeza, de que cuando el pueblo
sienta que por el chavismo no es, hasta ese día será.
En memoria
de los compañeros estudiantes fallecidos el día de hoy, a manos del abuso y la
tiranía. Continuaremos su vida a través de la lucha, porque la vida es lucha
cuando se busca la justicia.
RL
Muy bien escrito, Rafa. Aún si no estoy de acuerdo con esa lectura de los males de la IV República (e.g. "explotación" y "subordinación al extranjero" no me parece muy justo), en general, la inmediatez de #LaSalida es una negación indolente del país que tenemos; y por eso estoy muy de acuerdo contigo.
ResponderEliminarNo lo había pensado, pero hay un paralelismo bien fuerte entre la II y la IV República, puesto además en evidencia a doscientos años de 1814. Las masas sin privilegios detrás del caudillo echando por tierra el proyecto republicano de las élites. Las élites, a su vez, creyéndose mejores y más dignas que las masas, asistiendo al naufragio de un proyecto bien intencionado e inconexo. Quitémosle el estado de guerra, pongámosle una constitución, las formalidades de unos derechos humanos en papel, y tenemos en 2014 esencialmente el mismo conflicto.